Petróleo, ética y oportunidades perdidas: Un análisis de la economía política venezolana; por Carlos Marín / @carlosmarinb
Hablar de la industria petrolera venezolana es referirse a una de las historias económicas y sociales más complejas y contradictorias de América Latina. Desde el descubrimiento y explotación del petróleo a principios del siglo XX, Venezuela ha vivido oportunidades únicas de desarrollo, crecimiento y prosperidad, pero también ha experimentado largas crisis que han influenciado el devenir de esta industria y la sociedad venezolana.
Desde sus inicios, los ingresos generados por la explotación petrolera han sido el eje económico y político central de Venezuela, la renta generada transformó una economía agraria en una petro-dependiente. Sin embargo, esta riqueza ha estado marcada por un dilema ético y una persistente incapacidad para trascender el modelo rentista, resultando en un vasto catálogo de oportunidades perdidas para un desarrollo económico sostenible e inclusivo. El análisis de esta trayectoria hasta la crisis contemporánea, revela las fallas sistémicas desde el punto de vista de la economía política.
El punto de partida para cualquier análisis sobre el sector petrolero venezolano pasa por el estudio de los distintos periodos que ha atravesado la industria desde sus inicios hasta el presente. Los primeros antecedentes datan de 1886 cuando la CompañíaMinera Petrolia del Táchira, fundada por venezolanos, desarrolló una concesión otorgada en 1884 por el presidente Antonio Guzmán Blanco. En los años posteriores, principalmente en el período del gobierno de Cipriano Castro se caracterizó por otorgar concesiones para la explotación petrolera a familiares y amigos, las cuales luego eran traspasadas a empresas petroleras foráneas. El mayor auge petrolero inició en1914, durante el gobierno del General Juan Vicente Gómez, cuando la Caribbean Petroleum Co. inició la perforación del pozo Zumaque I en Edo. Zulia, y se descubrió así la cuenca petrolífera del Lago de Maracaibo. Para 1926 las exportaciones petroleras superaban al resto de las exportaciones del país, llegando a ser Venezuela el segundo mayor productor de petróleo del mundo en año 1928, después de los EE.UU. Sin embargo, la corrupción y el clientelismo se mantenía en el manejo de las grandes ganancias generadas por esta actividad. En el año 1936 el escritor y pensador Arturo Uslar Pietri escribe su famoso artículo "Sembrar el Petróleo" donde proponía utilizar la renta transitoria del crudo para diversificar la economía y desarrollar otros sectores productivos permanentes. Pensaba que, siendo el petróleo un recurso escaso, si el país no orientaba sus ingresos a la educación, la agricultura, la ciencia y la industria, el futuro estaría marcado por la dependencia y el empobrecimiento. La "siembra" representaba la responsabilidad de transformar el recurso no renovable en riqueza renovable. Planteando un gran dilema ético: ¿se usaría el ingreso petrolero para el enriquecimiento inmediato y la satisfacción de necesidades superfluas, o para construir el futuro de la nación?
Posteriormente, en el período entre 1945 hasta 1975, se llevaron a cabo reformas fiscales que establecieron la igualdad de las ganancias del Estado venezolano a la de las empresas petroleras; esto generó un incremento considerable de los ingresos fiscales. En el año 1970, el Congreso Nacional aprobó la Ley que autorizaba al Ministerio de Energía y Minas a fijar unilateralmente los valores de exportación. En 1971, se aprueba la Ley de Reversión Petrolera, que estableció los mecanismos para que los bienes de las empresas petroleras pasaran a manos del Estado. Finalmente, en el año 1974, el Gobierno anuncia la nacionalización de la Industria Petrolera y el 30 de agosto de 1975, se crea Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA). Posterior a estos acontecimientos hubo un descenso progresivo de la producción nacional, mayormente atribuida a la desinversión de las empresas concesionarias. El Estado se convirtió en árbitro y dueño de inmensos recursos y la lógica rentista pronto condicionó el desarrollo venezolano, configurando un tipo particular de relación entre la sociedad, la política y la economía donde las instituciones resultaron frágiles ante la tentación de la inmediatez. A pesar de los esfuerzos intermitentes de industrialización y programas sociales, la política económica terminó cediendo a la presión distributiva de la renta. La promesa de desarrollo que ofrecía la industria fue en gran medida postergada o mal ejecutada, consolidando una economía donde la riqueza fluía del subsuelo sin requerir el mayor desarrollo del aparato productivo nacional.
En el periodo comprendido entre 1976 y 1998, se descubrieron nuevos yacimientos, como El Furrial, Edo. Monagas, se crea PEQUIVEN , se inauguró en Jose, Edo. Anzoátegui, el Complejo Petrolero, Petroquímico e Industrial José Antonio Anzoátegui,también se realizaron numerosas inversiones y se diversificó la industria de hidrocarburos venezolana, comenzó el auge de la industria petroquímica y gasífera, y la inversión en la adquisición o participación en empresas en el exterior dando así comienzo a la política de internacionalización. En 1991, PDVSA inicia el programa de convenios operativos para el desarrollo de campos marginales y, en 1993, inició el programa de apertura de nuevas áreas de exploración a riesgo y explotación bajo el esquema de ganancias compartidas. Esto abrió la posibilidad de participación e inversión de capital privado tanto local como extranjero. En este período la industria petrolera no solo se consolidó como generadora de renta económica, sino que creó un sistema político basado en la distribución de esta renta. Urbaneja (2013) argumenta que la renta petrolera transformó el papel del Estado en el de un "gran repartidor". Los ciudadanos no se conciben primariamente como productores o contribuyentes, sino como "reclamantes" de una parte de la renta. Esta estructura, aunque aparentemente inclusiva en sus etapas democráticas iniciales, tuvo consecuencias negativas en términos de oportunidades perdidas.
La etapa más reciente de la política petrolera, especialmente a partir del siglo XXI, marca una aceleración en la erosión de la ética pública y el deterioro de la industria. La gestión de PDVSA se convirtió en el principal motor de la política distributiva, desviando su enfoque de ser un actor económico eficiente a ser un actor político y social. La industria petrolera perdió su autonomía, lo que trajo consigo la perdida de la meritocracia, la discrecionalidad y falta de transparencia en la contratación, la asignación de divisas y la gestión de proyectos, mermando la capacidad productiva. La purga de personal técnico y la migración condujeron a la pérdida del capital humano y tecnológico acumulado. Las perdidas en esta etapa son dramáticas, se dilapidó el boom de precios petroleros más largo y alto de la historia, no solo sin diversificar la economía, sino permitiendo que la producción petrolera cayera a niveles históricos. La renta, en lugar de invertirse, se malgastó y terminó por mermar el motor económico nacional. Continuaron así los problemas de clientelismo, corrupción y cortoplacismo, síntomas de una estructura ética débil frente al reto de administrar la riqueza nacional.El enfoque se desvío de la creación de riqueza hacia la distribución de la renta existente. La ética de la gestión pública se erosiona al priorizar la lealtad y la habilidad para acceder a las influencias del poder, sobre la competencia y la eficiencia.
Hoy, la industria petrolera venezolana enfrenta grandes desafíos como la caída de la producción, aislamiento internacional, deterioro de infraestructuras y pérdida de talento humano especializado. La crisis no es solamente económica o técnica; también es moral. Se ha perdido la oportunidad de construir un Estado basado en la producción, la eficiencia y la rendición de cuentas, optando en cambio por un modelo que premia la dependencia, la distribución clientelar y la opacidad. Superar esta crisis exige más que una reforma económica; requiere una profunda reorientación ética y política que separe la gestión del recurso petrolero del aparato de la política distributiva, como un acto de responsabilidad y de construcción de futuro.
Para concluir, la historia de la industria petrolera venezolana es el drama de una nación que no ha podido o no ha sabido cumplir con uno de sus objetivos fundacionales, como lo es aportar desarrollo sostenible al país. A lo largo de las últimas ocho décadas, Venezuela ha tenido una oportunidad única de convertir su riqueza petrolera en prosperidad y bienestar sostenible. La debilidad institucional y la visión cortoplacista han impedido que el país supere el paradigma rentista. La industria petrolera no puede ser concebida como un fin en sí mismo, sino como una plataforma para la gestión del progreso, ciudadanía y democracia. El reto pendiente consiste en replantear el uso ético de los recursos, priorizar la transparencia y poner a la sociedad en el centro de las decisiones.
La trayectoria de la industria petrolera venezolana constituye un caso paradigmático del fracaso de la economía política rentista. Lejos de ser una historia de ciclos económicos, es un ejemplo de cómo la interacción entre el poder político discrecional y la renta petrolera abundante ha limitado la posibilidad del desarrollo y la gobernanza ética. Mirando hacia el futuro, la lección más relevante consiste en reconstruir las instituciones sobre los pilares de la transparencia, la rendición de cuentas y la eficiencia, emplear la renta petrolera en inversiones productivas, infraestructura, educación y tecnología. Solo así se podrán transformar las futuras oportunidades en catalizadores para el cambio, evitando repetir errores históricos y recuperando el sentido de "sembrar el petróleo” como un compromiso intergeneracional de construcción nacional. Solo así, al someter el poder a la Ley y al interés productivo, Venezuela podrá aspirar al desarrollo.
REFERENCIAS.
Espinasa, R. (1998). A Sesenta y Dos Años de "Sembrar el Petróleo": Evolución de la Política Petrolera Nacional. Cuadernos del CENDES.
Guevara, M. (2018). EPE II Empresas Propiedad del Estado, Sector Hidrocarburos. Transparencia Venezuela.
Mommer, B. (2002). El Petróleo en la Economía Venezolana: Una Visión Histórica. Academia Nacional de Ciencias Económicas.
Urbaneja, D. B. (2013). Renta y el Reclamo, Ensayo sobre petróleo y economía política en Venezuela. Editorial Alfa.
Uslar Pietri, A. (1936). Sembrar el Petróleo. Ahora, 14 de julio de 1936.