Muere autista preso por alzar la voz contra Maduro; Por Omar González Moreno / @omargonzalez6
Mar de Fondo
La noticia de la muerte de Wilmer García, preso político venezolano, ha sacudido profundamente al pueblo venezolano.
Su fallecimiento, ocurrido tras un severo deterioro de salud durante su injusta detención, no es solo una pérdida irreparable para su familia y seres queridos, sino un doloroso recordatorio de las violaciones a los derechos humanos que comete impunemente el régimen de Nicolás Maduro y su camarilla criminal.
Wilmer, un hombre vulnerable con trastorno del espectro autista (TEA) y una enfermedad renal crónica, fue privado de su libertad tras la elección presidencial del 28 de julio de 2024.
Su historia, marcada por la resistencia y el abandono, merece ser contada con el respeto y la indignación que su memoria exige.
Wilmer García no era un delincuente. Al contrario era un joven responsable y honesto.
Era un ciudadano que, como muchos, alzó su voz en contra una tiranía que se robó las elecciones presidenciales donde fueron barridos por la soberanía popular, que se expresó nitidamente contra la pretensión de Maduro de perpetuarse en el poder y seguir destruyendo y saqueando nuestro hermoso pais.
Su detención o secuestro por parte de la policía de Maduro no solo cercenó su libertad, sino que lo condenó a un sufrimiento inhumano.
Diagnosticado con Autismo, Wilmer enfrentaba desafíos que requerían atención especializada, comprensión y cuidado.
A esto se sumaba su enfermedad renal crónica, una condición que demandaba tratamiento médico constante.
Pero en lugar de recibir apoyo, fue arrojado a un inmundo sistema carcelario que ignoró su vulnerabilidad, negándole la atención médica adecuada y exponiéndolo a condiciones que agravaron su estado hasta un punto irreversible.
La organización no gubernamental que denunció su caso señaló con claridad meridiana que “Su condición médica se agravó considerablemente debido a la falta de atención adecuada”.
Estas palabras resuenan como un eco de tantas otras tragedias en las que la negligencia y la crueldad de la dictadura de Maduro han segado vidas.
Wilmer permaneció detenido hasta el 16 de noviembre de 2024, luchando no solo contra su condición y su enfermedad, sino contra un sistema que lo deshumanizó.
Su muerte, confirmada el 16 de mayo de 2025, no fue un accidente. Fue “una consecuencia de las complicaciones derivadas del abandono al que fue sometido”.
Es imposible escribir sobre Wilmer sin sentir una mezcla de rabia y tristeza.
¿Cómo es posible que Maduro y sus secuaces secuestren y torturen a un hombre con condiciones de salud tan delicadas y sea tratado con semejante crueldad? ¿Qué clase de de psicópatas, criminales y mafiosos permite que una persona autista y una enfermedad crónica sea abandonada hasta el punto de la muerte?
La respuesta no solo apunta a la injusticia de su detención, sino a una crisis más profunda: el desprecio mas abyecto a la dignidad humana y el completo irrespeto por la vida por parte de estos criminales que usurpan el poder en Venezuela.
Wilmer García no debió morir. Su vida, marcada por la lucha y la fragilidad, era valiosa.
Merecía ser escuchado, cuidado, protegido. En cambio, fue silenciado, primero por las rejas y luego por la negligencia.
Su historia nos interpela a todos: ¿hasta cuándo permitiremos que la tiranía de Maduro siga cobrando vidas? ¿Cuántos Wilmer más deberán partir para que los venezolanos y el mundo reaccionen?
Hoy, honramos a Wilmer García no solo recordando su nombre, sino exigiendo justicia.
Su muerte no debe quedar en el olvido ni ser reducida a una estadística.
Es un llamado a la acción, a la solidaridad, a la defensa de los derechos humanos.
Que su memoria sea un faro que ilumine la lucha por la libertad y la dignidad en Venezuela y más allá.
Wilmer, tu voz no se apaga; la llevamos con nosotros, y prometemos no descansar hasta que la justicia brille para ti y para todos los que, como tú, han sido víctimas de la opresión.
Descansa en paz, Wilmer. Tu vida importaba, y tu legado nos inspira a seguir luchando.