Maduro encarcela adolescente para sembrar terror; Por Omar González Moreno / @omargonzalez6

Mar de Fondo

Gabriel Rodríguez no es un terrorista, es un adolescente venezolano al que el chavismo decidió quebrarle la vida para sembrar miedo.

Con apenas 17 años, fue condenado a 10 años de prisión, solo por alzar su voz contra un regimen que destruye saquea su país, convirtiéndose en otro menor de edad sentenciado ilegal e injustamente por un régimen que ya no distingue entre la justicia y la perversidad.

Sus familiares rompieron el silencio con una frase que duele y despierta.

“No podemos quedarnos quietos cuando una persona, un menor de edad, injustamente está presa”.

En esa expresión no hay odio, hay dignidad. No hay revancha, hay amor hacia un ser querido que sufre la crueldad de un regimen sin escrúpulos.

El amor de una familia que ve cómo un joven noble, humilde y lleno de sueños es encerrado bajo acusaciones grotescas de terrorismo e instigación al odio.

Gabriel fue detenido a los 16 años. Hoy está en shock.

Esperaba libertad para poder seguir estudiando, para no perder su camino hacia la universidad, hacia la ingeniería civil, hacia la vida.

En su lugar recibió una sentencia brutal que confirma que en Venezuela la ley se usa para sembrar el terror.

Esa fe es hoy el mayor acto de rebeldía frente a un sistema que criminaliza la juventud y castiga la esperanza.

El caso de Gabriel no es un error judicial, es un mensaje político del terrorismo de Estado.

Es el retrato de una mafia que asaltó el poder en Venezuela y que persigue niños para sostenerse.

Por eso callar sería complicidad. Porque cuando encarcelan a un adolescente por pensar distinto, no solo condenan a un joven, condenan el futuro de un país entero.

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