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Crisis venezolana convierte a profesionales en taxistas

Crisis venezolana convierte a profesionales en taxistas

Foto: Archivo

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Encomendando a Dios su seguridad, estos trabajadores dejan atrás los sueños entretejidos en la universidad para encarar el día a día

Niurka Franco

Al igual que muchos otros habitantes de esta entidad, Rafael Acosta llegó a Anzoátegui escapando del bullicio caraqueño y esperanzado en un futuro mejor. En la capital trabajaba como operador de audio en el canal Meridiano TV y una vez en tierras orientales, laboró en los medios Telecaribe y TVO.

Comenta que su vida profesional tuvo un antes y un después de Chávez, pero estima que el antes  fue mejor como profesional. Hoy ya no como operador sino como taxista, dispone de un mejor ingreso, que le ha permitido cierta  holgura desde el punto de vista económico.

“Antes de que Chávez muriera todo iba bien, lo confieso, pero luego el sueldo no alcanzaba, los gastos superaban el salario y tuve que buscar otras alternativas”.

Desde hace mes y medio, lo que comenzó como un rebusque, se convirtió en su único trabajo, Rafael decidió abordar su Chery Orinoco  y lanzarse a recorrer  las calles y avenidas de la zona metropolitana, aunque de vez en cuando también surgen algunos viajes fuera de la zona norte.

A su juicio, pese a los riesgos, el desempeñarse como taxista le garantiza poder  honrar los compromisos y mantener a su pequeño hijo de ocho años. Reconoce que lidiar con la inseguridad no es fácil. “Yo no tengo arma, mi protección proviene de Dios a quien me encomiendo a  diario”.

No obstante, aclara que también hace su parte: no trabaja después de las ocho de la noche, no lleva consigo prendas ni objetos que puedan atraer a delincuentes  y procura no cubrir rutas marcadas como zonas rojas.

Nuestro interlocutor admite que  su ingreso mejoró considerablemente y él se volvió más organizado en la administración. Así  apunta que si gana 2 mil 500 bolívares en un día, 1.250 los toma para gastos y los 1.250 restantes para el mantenimiento del carro. “Uno no sabe en qué momento comenzará a pedir y aunque en mi caso, el vehículo es nuevo, hay desgaste y es necesario si posible, comprar los repuestos antes de que se presenten los problemas, sobre todo con  la escasez de repuestos que  existe en el país”.

Comenta que semanalmente debe cancelar a la línea “Super Rápidos” 450 bolívares por ser afiliado, pero lo prefiere porque es más seguro, aunque está claro que como están las cosas en el país, nadie está exento de ser víctima del hampa.

Como cuenta cuentos

Al igual que Rafael,  María Elena Ortíz siempre acarició la idea de salir de Punto Fijo, su ciudad natal, en el estado Falcón, para convertirse en una profesional. Al salir del bachillerato contactó a una tía en Maraca y pronto inició sus estudios de docencia en Castellano y Literatura, carrera que concluyó con éxito después de mucho esfuerzo.

“A veces sólo desayunaba y partía para el pedagógico donde pasaba todo el día y volvía a comer en la tarde casi noche, pero no me quejaba, porque habían compañeros que estaban peor que yo porque además de comer mal, dormían mal, al menor yo vivía con un familiar” recuerda tras afirmar que a pesar de todo era feliz.

María Elena confiesa que su sueño de estudiante era  llegar a ser una escritora famosa. ”Todavía pienso en escribir y en mis ratos libres aunque llego bien cansada después de manejar, plasmo  mis experiencias con los clientes, cada uno tiene su propia historia y hasta los que no hablan, muchas veces me inspiran, porque entonces siento temor  y empiezo a tejer historias de suspenso”.

Confiesa que el ejercicio como taxista “pirata” por no estar afiliada a línea  alguna será temporal. “Espero que sea sólo mientras pasa esta crisis  en el país, porque aunque es mejor que ganar salario mínimo, es muy peligroso”.

Al compartir su experiencia refiere que sólo trabaja de 6 a 2 de la tarde y que al menos media hora suele subir al cerro el Morro a observar el mar. “Eso me reanima y me inspira, sobre todo en los días en que extraño mi Punto Fijo del alma, mi familia, mis médanos, sobre los cuales escribo cada vez que puedo”.

María Elena narra que posee un cuaderno en el que suele dejar sentadas sus   vivencias con los  pasajeros. “Algunos me cuentan sus problemas,  otros hacen referencia a la situación del país y la mayoría me hace preguntas acerca de  las razones por las que decidí ser taxista desafiando a la inseguridad, pero de todos aprendo y más que eso, a cada uno le reservo un espacio en mi cuaderno que hoy es eso, pero mañana será un libro”, frase ésta que refrendamos y esperamos poder volver a entrevistarla, pero como escritora.

Esperando un cambio para bien

Si bien el testimonio  de cada uno de los profesionales que laboran como taxistas tienen un punto de coincidencia: la necesidad de contar con un mejor ingreso, en la mayoría de los casos, todos se plantean esta opción como temporal.

Cheo es TSU en Relaciones Industriales y prestador de servicio de una  línea de Taxi de Puerto La Cruz. Coincide con quienes le antecedieron al señalar que siempre ha tenido en su mente una idea fija, cual es  emprender un negocio propio.

“Sé que en algún momento lo voy a lograr y ahora mismo estoy trabajando en eso, porque este oficio genera mucho desgaste físico”, comenta tras advertir que ya fue víctima de un asalto, durante el cual le quitaron  su vehículo y por poco también  la vida. A su juicio, en el estado al igual que en el país, la inseguridad cada día acorrala más al individuo, por lo que se imponen medidas más eficaces para enfrentar el problema.

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