El que la hace la paga; Por Omar González Moreno / @omargonzalez6
Voces de Libertad
Nicolás Maduro se la da de muy malote cortando el servicio eléctrico a la Embajada de Argentina en Caracas, con el objeto de atormentar a quienes estamos aquí asilados.
Nicolás Maduro se la da de malo cuando corta el servicio de agua y ordena que eviten el acceso de cisternas dentro de las instalaciones de la embajada gaucha.
Sí, él piensa que se la está comiendo cuando evita el acceso de medicinas para los asilados políticos que nos encontramos en una sede diplomática la cual está bajo protección del Gobierno del Brasil.
Nicolás Maduro se la da de malo cuando pretende acosar a los familiares de los perseguidos políticos; cuando acosa a ancianos o intimida a jovencitos. Sí, ese es su modus operandi.
El ocupante ilegal de Miraflores se cree que es un villano de película cuando arrecia sus campañas de persecución en contra de representantes de los medios de comunicación, como lo que acaba de suceder con el periodista Rory Branker del portal de noticias La Patilla.
Sin embargo, basta con que Maduro escuche la voz del pueblo venezolano y del presidente de EEUU, Donald Trump, para que salga corriendo dejando a su paso la estela propia del terror.
Los venezolanos, con María Corina Machado al frente, organizando las acciones necesarias para que Maduro aprenda a respetar y el presidente del norte, quien acaba de decir que EEUU está dispuesto a cortar el financiamiento a la dictadura de Maduro y no repetir la historia de la administración de Joe Biden, lo tienen aterrado.
Y frente a estas realidades a Nicolás Maduro se le quita su afán de malote y empieza a gimotear por las redes sociales y pantallas de televisión acusando a la líder de los venezolanos que lo quiere derrocar y a los estadounidenses de bloqueos y sanciones.
A Maduro se le olvida todo el daño que él hace, pero intenta hacerse la víctima cuando ve que no puede doblegar a la Dama de Hierro y cuando Donald Trump asegura que no le van a comprar más petróleo a su régimen. Allí sí salta y se estremece victimizándose.
Al invasor de Miraflores no le tiembla el pulso para abarrotar las cárceles de presos políticos o para torturar a inocentes en los calabozos de la policía política; en cambio, lanza desgarradores chillidos cuando los venezolanos con el apoyo internacional dicen que no se calan más sus desmanes.
Cuando ambos factores afirman que “podemos hacer que Venezuela vuelva a ser fuerte”, exteriorizan su compromiso con la libertad venezolana y su posición inquebrantable de salir de su nefasto régimen, y justamente eso llena de pánico a Maduro y a los suyos.
Maduro sabe que está colgando de un hilo, y en cualquier momento ¡zas! Se rompe y se cae.
¡Así de simple!
Sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.