Nobel contra las tiranías; Por Omar González Moreno / @omargonzalez6

Mar de Fondo

El Premio Nobel de la Paz no es un honor para el silencio; es un mandato para la voz contra los abusos, la corrupción y las tiranías.

Cada vez que un régimen encarcela, incomunica o castiga a quien dice la verdad, el Nobel se transforma en denuncia viva.

Así ocurre hoy con Narges Mohammadi, Nobel 2023, aislada por la tiranía iraní; y así ocurre cuando María Corina Machado, Nobel 2025, alza su palabra para romper el cerco del miedo.

No es solidaridad retórica: es resistencia moral.

Las dictaduras temen a los Nobel porque no pueden encarcelar su mensaje.

Pueden cortar llamadas, separar madres de hijos, clausurar libertades; pero no pueden borrar la autoridad ética que nace del sufrimiento convertido en coraje.

Mohammadi paga con prisión su defensa de las mujeres y de la dignidad humana; Machado paga con persecución su liderazgo contra el abuso de un poder usurpado.

Distintos países, el mismo método represivo.

Distintas voces, una misma verdad.

Cuando los Nobel se reconocen entre sí, el mundo escucha.

Ese gesto desnuda a las tiranías y recuerda que la paz no es obediencia, sino justicia.

Hoy, desde Caracas hasta Teherán, el Nobel no brilla en vitrinas, arde.

Y en ese fuego se revela lo que los opresores más temen: que la conciencia no se rinde, que la verdad no se incomunica, y que la libertad —aunque encarcelada— siempre encuentra cómo hablar.