Pandemia, en tiempos de utopía; por Pedro Corzo / @PedroCorzo43
Algunos acontecimientos de este 2020 me han conducido a recordar la década de los 60, años de sueños que al final redundaron en horribles pesadillas. Época en la que un amplio número de personas aspiró a grandes y profundas soluciones recurriendo para concretarlas en sacrificios y abusos, convencidos de que el fin justificaba los medios.
Los tiempos como qué se repiten. En los sesenta la mayoría de los actores políticos, amparados en una ideología con una sorprendente capacidad de sobrevivencia, el marxismo, lucharon supuestamente por construir un mundo de oportunidades para todos cuando en realidad estaba empedrando el camino de un infierno que duro hasta la caída del Muro de Berlín, que al parecer, algunos quieren reconstruir.
Los sesenta fueron los años de los Sueños. Frente a la teoría de la Destrucción Mutua Asegurada, -uso masivo de artefactos nucleares en caso de conflicto-, la permanente crisis de una guerra fría que mutaba a rojo con demasiada frecuencia -Crisis de Berlín, de los Misiles en Cuba, Guerra de los Seis Días, Guerra de Vietnam, los Gulags soviético, la Revolución Cultural de Mao y los paredones de Fidel Castro- no cesaba de irrumpir un anhelo de cambio, una necesidad vital de destruir viejas estructuras para crear un mundo supuestamente más justo, donde la soberanía de las naciones fuese una realidad entre iguales, la riqueza un disfrute de todos y la libertad instrumento y fin para conquistar la justicia individual y social.
El ansia de un mundo mejor latía en muchas naciones y se acrecentaba en aquellas que hacían consciencia de sus limitaciones y las injusticias de que eran objeto. Ese nuevo mundo no geográfico, sino socio-político, con plena consciencia de necesidad de redención, era multirracial, de vastísima pluralidad religiosa, de lenguas diferentes, de culturas y tradiciones a veces en conflicto y de formas e ideas políticas diversas.
El Marxismo, con todas sus aberraciones, fue para los conversos el único instrumento de justicia. Renegaron de la inversión extranjera, censuraron la actividad económica privada, instrumentaron un culto al estado-todo-poderoso, una metrópoli política suplantaba la nación y el derecho del individuo nada significaba ante la masa irredenta.
En ese sueño ocupó un lugar prominente la Revolución Cubana. Los harapos de los barbudos embriagaron el lirismo justiciero de los inconformes. El discurso antiimperialista, la dependencia y fidelidad a Moscú, los subsidios de la URSS, ofrecieron una imagen que ocultaba los fracasos económicos del castrismo, la violación de los derechos humanos y la pérdida total de la soberanía.
El soldado cubano se convirtió en instrumento mercenario de los apetitos imperiales del Kremlin.
Sin embargo, la ilusión de un desarrollo acelerado con justicia social, de libertades sin restricciones con fórmulas marxistas, se derrumbó cuando el bloque soviético, incluida la Madre Patria Socialista, cayó por consunción y no por los misiles capitalistas.
En ese entonces fue cuando se hizo público que no existía tal justicia ni desarrollo. Se evidenció que los pueblos estaban hartos de la farsa y que repudiaban a los artífices de la estafa más grande de la historia. Sin embargo, la mala memoria ciudadanía y la vocación suicida y homicida de nuevos autores ha provocado el renacimiento del marxismo que tiene más vidas que un gato.
Los frustrados constructores del “Nuevo Mundo” bregaron por acelerar el desarrollo económico con estabilidad política y económica, los actuales ingenieros sociales procuran transformaciones radicales reescribiendo la historia y conculcando derechos ciudadanos aun antes de conquistar el poder.
En la quimera de los sesenta la mayoría se perdió en el abrazo de oso de la utopía marxista, el populismo demagógico y el caudillismo militar, todo aderezado con el marxismo, convencidos de que quemarían etapas de desarrollo y alcanzarían sus metas. En esta nueva coyuntura el fascismo sazona el histórico marxismo. Un número creciente de personas atropellan los derechos de los otros y no pocas autoridades otorgan facultades a los depredadores.
Los sueños de los años sesenta alcanzaron el delirio cuando la dirigencia contestataria tomó el socialismo real como prototipo, situación que parece repetirse en este 2020 con las propuestas redentoras de los siempre enfebrecidos iluminados por la intolerancia y el poder, tanto marxistas como fascistas, todos febriles con el Covid19.