Foro Sao Paulo, política y crimen; por: Pedro Corzo / @PedroCorzo43
Los enemigos de la libertad no descansan. Siempre están al acecho, en busca de oportunidades que les permitan controlar sociedades y gobiernos y el Foro de Sao Paulo, más allá de su efectividad desestabilizadora y antidemocrática, es el instrumento internacional más vigoroso en el hemisferio que poseen los liberticidas.
El Foro de Sao Paulo sesionó recientemente en una de las capitales del crimen en el hemisferio, Caracas, el pasado año trabajó en la otra urbe criminal, La Habana, dos ciudades transformadas en guaridas de delincuentes internacionales en contra de la voluntad de sus habitantes, curiosamente, faltaron dos de los déspotas que deben en gran medida su acceso y permanencia en el poder a este mecanismo supresor de libertades: Evo Morales, Bolivia y Daniel Ortega, Nicaragua.
El embajador de Venezuela ante el Grupo de Lima, Julio Borges, menciono a cinco de los invitados al Foro de Caracas que auspicia Nicolás Maduro, una pléyade de corruptos, violadores de los derechos humanos que se relacionan con organizaciones terroristas: Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, sancionado por Crímenes de Lesa Humanidad; Raúl Castro, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, sancionados igualmente por Crímenes de Lesa Humanidad; Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil, acusada de corrupción; Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, acusado de corrupción y violación a los DDHH; y Piedad Córdoba, ex senadora colombiana, acusada de corrupción y de vínculos con organizaciones criminales y terroristas.
El Foro de Sao Paulo fue una inspiración generada en un encuentro de agrupaciones de izquierda, mayoritariamente identificadas con el marxismo, convocada por el Partido de los Trabajadores de Brasil, fundado y dirigido por el preso común Luis Inacio Lula da Silva. El Foro, constituido en 1990, fue una iniciativa de da Silva y del dictador más longevo y devastador que ha padecido el continente, Fidel Castro Ruz.
Este mecanismo fue la respuesta que los grupos anti sistema del continente consideraron más efectiva a la hecatombe del Socialismo Real en el bloque soviético, incluida Cuba, y la oportunidad, dentro de la desgracia, de una nueva puesta en escena de la consigna castrista, “de convertir los reveses en victorias” y la estrategia de atacar, atacar constantemente, que invariablemente ha caracterizado al régimen cubano.
Fidel Castro con ese aguzado sentido de la oportunidad que le identificó dejó a un lado, conveniencia, no convicción, las balas y bombas que durante décadas usó para tratar de imponer en América la forma de gobierno que auspiciaba, al liderar junto a Da Silva, luego se sumó Hugo Chávez, una nueva propuesta estratégica enmarcada en el Foro que recurría a la desestabilización sistemática, y generación del caos mientras, se atacaban los cimientos éticos de todos y cada uno de los países, una alianza que se forjó con grupos delictivos vinculados al narcotráfico y a otras transgresiones internacionales, en la que no faltaron sectores empresariales legítimos dispuestos a lucrar con recursos mal habidos, derivando de todo esto un esquema operativo que internacionalizó la corrupción.
El Foro fue para Castro un instrumento idóneo para lograr sus objetivos de alcanzar el poder en varios países del continente. Una especie de internacional que reeditaba los planes que con otros métodos había instrumentado a través de la Tricontinental de la que surgió la subversiva, Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina.
El totalitarismo castrista consecuente con su naturaleza expansiva, y consciente de su condición parasitaria que exige la asistencia económica en forma de subsidios o acuerdos internacionales que le favorezcan, la razón por la cual siempre ha tenido un servicio exterior muy activo que aunque costoso, le rinde grandes beneficios. Es paradójico, pero en gran medida el control que la dictadura ejerce al interior de la isla se deriva de sus éxitos en política exterior.
El Foro de Sao Paulo ha sido una herramienta particularmente útil en la difusión del populismo electoral y en el establecimiento de dictaduras institucionales muy difíciles de cambiar como han demostrado Venezuela, Bolivia y Nicaragua. El caso ecuatoriano donde Rafael Correa había impuesto un régimen de esas características, ha sido una excepción, el único antídoto efectivo son pueblos conscientes de sus derechos y deberes.