El diablo anda suelto; Por Antonio Ledezma / @AlcaldeLedezma
Si se hace un diagnóstico despojado de visiones sesgadas en América Latina y en el resto del mundo, será inevitable advertir que sobran las razones para que los ciudadanos se quejen del costo de la vida, en general. Ese malestar se experimenta, incluso, en países donde los servicios públicos como el transporte, agua potable, electricidad, salud y educación, han mejorado, y sin embargo los usuarios protestan porque sus ingresos no dan lugar a que se puedan cubrir esos incrementos tarifarios, que se expanden progresivamente, mientras que los salarios no tienen el mismo nivel de ajustes.
La gente que ha vivido en democracia en estos últimos 30 años, no se retrotraen hacia tiempos superados históricamente, sino que se limitan a comparar la democracia con la democracia misma. Por eso son más exigentes. Son ciudadanos que valoran los beneficios sociales y económicos obtenidos como derechos naturales que ya no satisfacen sus expectativas y por tales razones se afincan en reclamar las mejoras, demandas que se recrudecen en los picos o coyunturas de aplicación de las nuevas escalas de costos.
Eso ha ocurrido en Ecuador y en Chile. Y mientras vemos los desastres desencadenados por las furias que encabezan esos disturbios, no faltan las interrogantes para tratar de explicar esas convulsiones sociales. Chile, por ejemplo, registra un desempeño sobresaliente de su economía. Luce despegada en comparación con Brasil, Argentina, Perú, Uruguay y Ecuador. Ya sabemos que Venezuela está muy atrás en ese pelotón. El ingreso per cápita de Chile, supera los 20 mil $ y la tasa de pobreza se frena en la barrera del 9%. La inflación de Chile no pasa de 2,2% para septiembre de 2019. Mientras que el salario mínimo es de 422$ mensuales.
En Ecuador los números, a saber, no son nada malos. La inflación de julio de este año fue de 0,09%, según cifras aportadas por el INEC (Instituto Nacional de Estadísticas), mientras que la inflación acumulada, interanual entre julio de 2018 y julio del 2019, se colocó en 0,71%. El salario mínimo total aproximado mensual es de 460$ y el de Perú es de 275 $ mensuales y la inflación se mantiene en 2%.
Ese es el panorama en cifras y en la realidad también debemos reconocer que hay servicios de agua potable, luz, metro, ferrocarriles, trolebuses, autobuses y taxis, etc. Si comparamos ese cuadro de números y realidades con la tragedia venezolana, donde la hiperinflación rompe los limites inimaginables, los salarios son más que paupérrimos y los servicios están colapsados, Maduro ha debido estar “borrado del mapa” desde hace muuucho tiempo.
Pero resulta que los socios de la corporación criminal, los que simbolizan el mal, tienen licencias para arruinar a sus pueblos, mientras encarcelan, torturan y matan a los disidentes.
Vean ustedes la diferencia de estadistas como Piñera o Lenin Moreno, que salen a dialogar, sinceramente, con algunos factores involucrados en las protestas, son capaces de modificar sus planes gubernamentales, mientras que Maduro continua con su mal concebido "Plan de La Patria" y atropellando a cuanto venezolano se atreva a llevarle la contraria.
Más allá de las razones naturales que puedan pesar en un ciudadano para protestar y quejarse de su estatus económico, es evidente que en medio de esos desbarajustes está la mano diabólica de los operadores del Foro de Sao Paulo. En conclusión, el diablo anda suelto por América Latina y hay que espantarlo con agua bendita.