Carta a los miserables sepultureros; por: Leocenis García / @leocenisoficial
Cuando Maduro, -un faraón rogando a sus dioses de madera que le devuelvan a su hijo que luce tieso y sin vida sobre una cama-, se encontraba a las puertas de su final, acorralado por una masa que con cándida obediencia había obedecido los llamados que se le hicieron a marchar, pitar, cacerolear, súbitamente recibió una ayuda de la oposición hoy en el exilio.
Ante el llamado desesperado que hizo a mediados de 2017 a unas elecciones de gobernadores y alcaldes, – aún no había convocado ese soviet que llaman Asamblea Constituyente-, la respuesta fue que no había que negociar nada. La calle sin retorno.
El ojo por ojo y diente por diente, estaban próximos, según decían sus promotores, a sacarlo de poder, humillado y vencido.
Lo que vino después, es conocido.
Maduro se fortaleció, siendo el primer caso de un dirigente en funciones de Gobierno con sus niveles de impopularidad que logra ganar procesos electorales, ante la indiferencia de un país, que perdió toda fe en el voto.
El espectáculo empezó a cuenta gota. Uno a uno, fueron metiéndose en embajadas, o creando supuestas giras y frentes internacionales, para justificar su ausencia de VENEZUELA, y proclamar a grito herido, lo que aquí hacían discretamente.
Por un extraño narcisismo colectivo, alentado por unos capitanes en retiro, añorando un país que solo existe en su imaginación, la clase política hizo cosas novedosas , por no decir, increíbles.
Acusaron a la Santa Sede de oficina del Psuv, arremetieron contra el Santo Padre; dispararon contra Zapatero, Medina, países como Colombia, Mexico, y Chile. Nadie se salvó. Todos eran traidores. Todos estaban coludidos contra VENEZUELA.
Así la oposición aglutinada en algo que se llamaba La MUD, perdió el control de la política. Un día llamó a marchar, otro a votar, al día siguiente a abstenerse, y nuevamente a votar. Ni el más cuerdo ciudadano suizo, hubiera mantenido la cordura ante tanta demencia en la conducción de los asuntos públicos.
Así, de tanto en tanto, la política pasó a ser manejada desde el exterior. En todos los ámbitos: el político y el mediático.
Y ahora, cruzados de brazos, esperamos que nos llegue alguna cadena por teléfono que anuncie que los marines llegaron a La Guaira.
Una tragedia, sin dudas.
Para poder ganarle al faraón, hemos de sincerar las cosas. Una de esas reflexiones pasa por reconocer que La MUD ha muerto. Y la siguiente, es que, todas esas voces que aún andan por ahí, predicando la venganza y el diente por diente, como única vía, no son oposición. Son matones.
Hace poco presentamos en Prociudadanos una ruta, difícil. Inmediatamente, algunos volvieron a enfilar contra nosotros. Porque le tienen pavor al mensaje, arremetieron contra el mensajero. Dijeron, sin rubor y vergüenza, que el cronista era candidato presidencial. Aún cuando sabían que eso era mentira.
Las elecciones deben ser producto de un consenso y estas no lo son. Tenemos que abrir canales, construir puentes, porque va a llegar,muy pronto, el momento en que chavistas y opositores, atravesemos el Mar Rojo juntos, para huir del faraón, porque todos somos sus víctimas. Lo haremos juntos. Con Moisés a la cabeza.
No soy candidato. No creemos en Mesías. Pero se los juro delante del Dios de mis padres, y mis hijas, que ese Plan va a gobernar y cambiar a VENEZUELA. Dejaremos de ser la Zimbabue del continente y seremos la Suiza de AMÉRICA Latina.