El decoro vence. Por: Pedro Coro / @PedroCorzo43
La historia es dura, casi una tragedia, pero la dignidad de un hombre venció la crueldad y las injusticias del castrismo que al liberar a Tomás Núñez Magdariaga de una inicua prisión, reconoció su maldad y las infamias cometidas.
En algún momento de su vida Núñez Magdariaga dijo !Basta! a la dictadura dinástica de la familia Castro y se sumó a los que luchan por el restablecimiento de la democracia en la isla.
Su decisión fue la de un residente común harto de los abusos del régimen. Su vecina y amiga Yennisey Jiménez, lo describe como un hombre afable, querido y respetado por su comunidad, un individuo que trasmite alegría y confianza a quien la dictadura victimizó al imponerle una injusta multa que Núñez Magdariaga se negó a pagar, lo que motivó una primera sentencia de prisión de seis meses, sanción que se extendió a diez por la vesania característica del castrismo.
Como suele ocurrir con las personas dignas, el abuso estimuló su compromiso social, por lo que el régimen decidió montarle otro espectáculo judicial con el propósito de encerrarlo de nuevo en la confianza de que otra lección de garrote disiparía sus anhelos de ser ciudadano, no obstante, Núñez Magdariaga, decidió subir la apuesta poniendo su vida en juego iniciando una huelga de hambre que superó los sesenta días.
Geordanis Muñoz Guerrero, otro vecino, dice que el complot que puso al huelguista al borde de la muerte fue fraguado por la dictadura con la colaboración de un agente del gobierno que se prestó a acusarlo de amenazas, imputación que el acusador retiró cuando supo que Tomas podría morir como consecuencia de la huelga.
El ciudadano Aldo Rosales Montoya, quien asegura acusó al preso político Núñez Magdariaga por instrucciones de la policía política, declaro ante la fiscalía de Palma Soriano que su denuncia era falsa y que había sido manipulado por un mayor del G2 de nombre Damián Vázquez, quien le prometió a cambio de su colaboración trabajo, seguridad y una vivienda.
El estado de salud del huelguista condujo a la Unión Patriótica de Cuba, UNPACU, organización opositora en la que milita, hacer un comunicado en el que afirma que la muerte de Tomás podría resultar en el primer crimen de Estado cometido por Miguel Díaz-Canel, desde qué reemplazó a Raúl Castro como jefe de gobierno.
Es relevante recalcar una y mil veces que la dictadura castrista tiene el ignominioso record de haber encarcelado por motivos políticos a medio millón de personas de 1959 a la fecha y el no menos bochornoso privilegio de que en sus cárceles hayan muerto hasta el presente al menos 13 prisioneros políticos como consecuencia de las numerosas huelgas individuales y colectivas realizadas por los presos políticos.
Sin duda alguna cualquiera que arriesgue su vida por enfrentar un régimen de fuerza es merecedor de respeto y admiración sin que importe el tinte ideológico de la dictadura que combate, pero cuando usa su cuerpo como arma y toma la ruta de la inmolación, esos sentimientos se acrecientan si se tiene un mínimo de decoro.
Cuando el monje budista Quang Duc, rechazó las políticas del gobierno de Saigón prendiéndose fuego en una intercepción de la ciudad y el joven checo Jan Palack protestó a la invasión soviética a Checoslovaquia inmolándose en la plaza Wenceslao en Praga marcaron pautas fundamentales en su lucha, tal y como han hecho en estos sesenta años los presos políticos cubanos que escogieron la muerte por hambre para reclamar sus derechos hasta el último aliento.
Posiblemente Núñez Magdariaga ha sido el preso de mayor edad, 65 años, en realizar una huelga de hambre y sin dudas, uno de los pocos que retó con éxito a los esbirros castrista.
La victoria del huelguista marca un hito en la lucha por la democracia en Cuba, no solo porque la tiranía cedió, sino porque su voluntad de seguir demandando sus derechos le hizo declarar a Radio y Televisión Martí los abusos que sufrió durante la huelga a la vez que exhortó a sus compañeros a seguir luchando sin descanso, porque la dictadura no aguantaba más.