Simonovis promete en Estados Unidos actuar para salir de Maduro
“Los dictadores se van, o los quitan. Maduro tiene la opción de salir, de agarrar sus maletas, irse a algún lado, tranquilo, con su mujer. O que lo quiten”
Con información de AFP
El exjefe policial Iván Simonovis pasó 15 años recluido, nueve de ellos en una mazmorra oscura. Considerado uno de los presos políticos más emblemáticos de Venezuela, escapó en un rocambolesco operativo que lo trajo a Estados Unidos con documentos bajo el brazo y la promesa de actuar en cualquier plan de “penetración”.
Ágil, ligero como un jinete de equitación, el exjefe de operaciones de la Policía Técnica Judicial recibió a la AFP en Miami, donde vive temporalmente con su esposa Bony luego de escapar de su arresto domiciliario en Caracas.
Allí prometió colaborar para salir del presidente Nicolás Maduro.
“Si hay una dictadura débil es ésta. Y, como prueba, yo estoy aquí”, dijo el exprisionero de 59 años.
“Los dictadores se van, o los quitan. Maduro tiene la opción de salir, de agarrar sus maletas, irse a algún lado, tranquilo, con su mujer. O que lo quiten”, prosiguió.
¿Y esa es la intención?
“A estas alturas hay decisiones políticas de muy alto nivel”, respondió. “Yo simplemente soy parte del cómo, no del qué, en esta decisión”.
“Si se trata de organizar equipos para que hagan actividades de penetración e intervenciones, obviamente yo tengo la experiencia y el conocimiento”.
No quiso dar detalles sobre una potencial operación en curso, sino que se remitió al líder opositor Juan Guaidó -considerado presidente encargado por medio centenar de países-, quien no ha descartado autorizar una intervención extranjera.
“Yo, insisto, soy parte del cómo, no del qué”, repitió.
Detenido en 2004, Simonovis fue luego sentenciado a 30 años de prisión por dos muertes en los disturbios ocurridos durante el golpe de Estado en 2002 contra el fallecido presidente Hugo Chávez.
Contó que estuvo encerrado en un calabozo del servicio de inteligencia (SEBIN), “en una mazmorra de dos metros por dos metros”, durante nueve años, en los cuales pudo ver el sol apenas 33 días.
Considerado un preso político por la oposición venezolana y organizaciones de derechos humanos, en 2014 fue puesto bajo arresto domiciliario por sus numerosos problemas de salud.
El pasado 16 de mayo huyó de su casa bajando en rapel, cortó su grillete electrónico y se mantuvo en la clandestinidad un mes, hasta que viajó a una isla en una lancha de pescadores y de allí voló a Estados Unidos.
Alerta de terrorismo
Este lunes, Simonovis hizo público su paradero al tuitear una foto desde Washington. Allí informó a legisladores y autoridades, entre otros asuntos, sobre una célula de Hezbolá, movimiento chiita respaldado por Irán, que actúa en Venezuela.
Teherán actualmente protagoniza un escalamiento de tensiones con Washington.
“Ellos están ahí en territorio seguro porque tienen la venia de la dictadura”, dijo Simonovis, “y pueden planificar todo lo que les dé la gana porque nadie los está buscando”.
Añadió que la información le fue transmitida por “funcionarios activos de la dictadura que están del lado correcto de la Constitución”.
“El compromiso que adquirí con ellos es que esta información sea beneficiosa para las estrategias de enjuiciamiento de los individuos que están involucrados en actividades criminales como narcotráfico, terrorismo y corrupción”.
“Le hice ver a representantes del Congreso y a [el delegado de Trump para la crisis en Venezuela, Elliott] Abrams que ese no es un problema de Venezuela, ni siquiera una amenaza para Estados Unidos. Es una amenaza para el mundo”, dijo, alertando en particular a Europa, “que ha sido débil” en su postura sobre Venezuela.
Conociendo su pasado de paracaidista y aviador, el piloto de la avioneta en la que Simonovis huía de su reclusión le cedió los controles y le permitió aterrizar en Estados Unidos.
“Aterricé mi libertad”, dijo este disidente caracterizado por la prensa como un “súper policía”.
Pero la Venezuela que vio tras 15 años de reclusión, durante el mes que permaneció en la clandestinidad, estaba “llena de tristeza”.
“Ves a mucha gente sobreviviendo”, dijo.
Sin dar detalles para no comprometer a quienes lo ayudaron a escapar, dijo que en los pueblos del interior, que “siempre se caracterizaban porque había kioscos con ventas de empanadas y locales donde vendían cosas para la playa”, ahora “ya nada de eso existe”.
Por eso, prometió, hizo un compromiso: “Mientras mi país no sea libre, yo no seré libre”.