Movilizarse en autobús en Barcelona es como jugar a la ruleta rusa
Los asaltos a bordo de unidades de transporte que cubren la ruta Puerto la Cruz-Barcelona y viceversa, están a la orden del día. Algunos no sobreviven para contarlo
Niurka Franco
Antonia Calderín bajó presurosa de un autobús y su camisa tenía manchas de sangre, mientras caminaba a paso acelerado miraba a todos lados y al abordarla pudimos constatar que no miraba a alguien en particular, solo estaba presa de una crisis de nervios porque acababa de ser asaltada a bordo de una unidad de transporte público.
Al preguntarle qué le ocurría sólo refirió que quería llegar a su casa, al tiempo que estalló en llanto. Ella al igual que otros pasajeros, tuvo que entregar su celular, el dinero en efectivo que cargaba y hasta un zarcillo, el otro los malhechores no tuvieron tiempo de arrebatárselo porque era atornillado.
“Hasta mi alianza me la arrebataron y porque le pedí que no me lo quitaran porque era un recuerdo muy valioso, me golpearon en la cabeza con un objeto hasta sacarme sangre”, comentó.
En la zona norte del estado, subir a cualquier unidad de transporte público, sea carro por puesto o autobús constituye un riesgo, se sabe que se sube con vida, pero no se sabe si se baja igual.
Los usuarios en reiteradas oportunidades han hecho protestas y llamados de atención a las autoridades, pero las alcabalas y módulos de control son dispositivos espasmódicos que solo aplican respondiendo a los llamados de atención o cuando es asesinado algún ciudadano.
Entre los puntos más álgidos están la vía alterna a la altura de UDO y hospital Razetti, la avenida que comunica con Makro hasta pasar Pozuelos y la Intercomunal en toda su extensión.
David Flores, conductor de una buseta, dijo haber sido víctima del hampa en más de cinco ocasiones y asegura que está vivo gracias al poder de Dios y a su fe, porque a su juicio la seguridad brilla por su ausencia.