Presos y silenciados; Por Omar González Moreno / @omargonzalez6

Mar de Fondo

Bajo el yugo de la cruel dictadura de Nicolás Maduro, Venezuela se ha convertido en una gigantesca cárcel.

La tiranía, sostenida por un régimen que se aferra al poder a sangre y fuego, ha tejido una red de represión que asfixia la libertad.

Los presos y perseguidos políticos son el rostro más crudo de esta tragedia: hombres y mujeres cuyo único delito es soñar con un país libre.

En los inmundos calabozos del régimen, como los del Helicoide, cientos de disidentes enfrentan torturas físicas y psicológicas.

Sus nombres resuenan como héroes de la patria que ofrendan sus vidas y las de sus familias por la libertad del país a través de la resistencia.

Otros, en el destierro o el asilo, viven con el peso de la persecución, sabiendo que un paso en falso puede costarles la vida.

Maduro y sus secuaces, desde los militares y policías corruptos hasta los jueces y fiscales cómplices, han perfeccionado el arte de la crueldad: detenciones arbitrarias, juicios amañados y un sistema que castiga el pensamiento.

Cada preso político es un símbolo de la lucha, pero también una herida abierta en el alma de Venezuela.

Mientras el mundo observa, la pregunta resuena: ¿hasta cuándo permitirá la comunidad internacional este horror?

Para los venezolanos que sobreviven a duras penas aquí, la libertad no puede esperar.

Es hora de actuar, de alzar la voz por los silenciados, ahora que todavía hay tiempo de evitar que la oscuridad engulla la rebeldía que caracteriza a la población venezolana.

Es el momento de salvar un país rico en recursos pero empobrecido por la opresión, como es el nuestro.

Es impostergable cambiar una cruda realidad: la de miles de hombres y mujeres encarcelados por el simple hecho de alzar su voz contra la tiranía de Nicolás Maduro y su régimen corrupto.

Bajo un manto de temor y censura, estos valientes opositores se enfrentan a un sistema que los considera enemigos por el mero deseo de libertad y democracia.

Las cárceles venezolanas han sido transformadas en siniestros lugares de tortura donde la dignidad humana es pisoteada.

Los testimonios de abusos y crueles condiciones de hacinamiento son comunes.

Todos, sin un juicio justo, son condenados a años de reclusión en celdas donde el miedo se convierte en compañero constante.

La represión no solo se manifiesta a través de arrestos arbitrarios, sino también mediante la vigilancia constante de quienes osan hablar en contra del régimen.

La persecución política se extiende más allá de las fronteras de las prisiones, afectando a familias enteras que viven en un estado de constante angustia.

Las voces de los presos se alzan en un grito desesperado por justicia y reconocimiento.

Activistas, periodistas y líderes comunitarios se convierten en blanco de un aparato represivo que busca silenciar la disidencia.

Sin embargo, la esperanza persiste en el corazón del pueblo venezolano.

A pesar de los intentos por despojarles de su humanidad, la lucha por la libertad no se rinde.

La situación en Venezuela se convierte en un llamado urgente a la acción, a no olvidar a aquellos que sufren en silencio y a exigir un futuro donde los derechos humanos sean una realidad y no un sueño inalcanzable.

Mientras continúan las luchas por la libertad y la democracia, el legado de quienes han sido silenciados debe prevalecer, recordándonos que la verdad y la justicia siempre encontrarán su camino, incluso en las épocas más oscuras.

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