El Dr Canache y sus tradiciones; Por Mitzy Capriles de Ledezma
De toda la dirigencia del partido Acción Democrática que conocí, gracias al papel que jugó Antonio Ledezma en esa histórica organización, fue con Carlos Canache Mata con quien más sostuve una vinculación epistolar en estos años de exilio. Sus constantes mensajes, acompañados de sus enjundiosos análisis plasmados en sus infaltables artículos de prensa, (que conservo todos!) eran parte de esa relación tan humana y de elevación intelectual que se acrecentaba entre ese gran venezolano y una familia desterrada que el trataba de estimular desde la tierra que habíamos dejado atrás forzosamente.
Era un hombre de finos modales, siempre, en todos los escenarios. Como tribuno, sobresalió por su grandilocuencia al momento de exponer sus ideas. No dejaba de pedir la palabra, subir al estrado de oradores y dirigirse a la audiencia, sin llegar a menoscabar las reglas que más bien observaba de forma cabal. Nunca perdió los estribos, ni siquiera en los momentos más candentes de las confrontaciones que se daban en el seno de la Cámara de Diputados en la que hizo retumbar su voz y dejó constancia de su inteligencia y capacidad argumental.
Era tolerante en el debate. Fue un hombre comprensivo y respetuoso con los puntos de vista que defendían sus adversarios políticos, sin necesidad de enajenar la verdad que sabia defender y preservar con su torrencial talento, puesto en evidencia siempre, en todos esos trances en los que quedaron plasmadas su sapiencia a la hora de desplegar sus razones y la humildad para transigir ante las ideas opuestas.
Solidario a todo trance. Antonio Ledezma recoge en su libro “El Presidente que Murió Dos Veces” como se entregó con la fuerza de un gladiador democrático, y sin vacilaciones desenvainó la espada de la palabra certera para abogar por su compañero Carlos Andrés Pérez, en circunstancias en las que malamente se pretendió crucificarlo con el affaire del caso Sierra Nevada.
Fue un político por vocación, asumió esa disciplina con una pasión que lo acompañó hasta su último suspiro, siempre al lado de su amada Celina y de su prole, que hereda su historial de hombre probo en todos los terrenos que transitó.
Era un hombre capaz de adaptarse a cada tiempo, nunca extravió el hábito de continuar leyendo libros, se los devoraba página por página. Me cuenta Antonio de su costumbre de ir subrayando y garabateando las observaciones que le iban surgiendo en la lectura que deleitaban su peculiar condición de inquieto intelectual. Rezongaba por la carencia del periódico de papel que solía tasajear para archivar, como los Dominicales de Ultimas Noticias que atesoraba en los anaqueles que él mismo se encargaba de organizar en un espacio de su casa. Nunca dejó de escribir, resistiéndose a no dejarse confinar por el limitado espacio de las redes que lo reducían a unos pocos caracteres.
Se fue uno de los grandes lideres de la democracia, en el que deberían mirarse los liderazgos emergentes del país que aspiramos rescatar de la barbarie.
PAZ A SUS RESTOS!