La Primavera Negra, 20 años, más tarde; por Pedro Corzo / @pedrocorzo43
En cierta medida la ola represiva del totalitarismo cubano contra activistas pro democracia, médicos, escritores, periodistas y bibliotecarios independientes, sancionados todos a largas condenas de prisión, fue una especie de aldabonazo para muchos de los que se negaban a ver y escuchar la continuada crueldad del castrismo.
Las detenciones, a 44 años de los Castro en el poder, no se ejecutaron contra ciudadanos armados o individuos que preparaban actos de sabotaje, sino contra hombres libres, conscientes de sus prerrogativas, que buscaban disfrutar sus derechos a plenitud negados por la dictadura.
Sin embargo, lo más angustiante, es que han trascurrido dos décadas sin que el estado policiaco cubano haya reducido la represión contra la población, como muestran las cifras de encarcelados de la organización Prisoners Defenders, 1066, con 11 nuevos sancionados el pasado mes de febrero.
Lo esperanzador es que, aunque la represión es una característica esencial de las dictaduras, la cárcel, por inhumana que sea, no ha conducido a las víctimas a abjurar de sus compromisos, como me comentaba recientemente Regis Iglesias, ex prisionero político de aquellas cruentas jornadas que se extendió del 14 de marzo al 4 de abril del 2003.
Iglesias un destacado activista que fungía como portavoz del Movimiento Cristiano Liberación, ocho años tras las rejas, expreso su orgullo porque entre los arrestados de la Primavera ninguno había traicionado la causa, mientras en Cuba permanecían entre otros, Iván Hernández Carrillo y de nuevo se encontraban en la cárcel, por su indomable espíritu libertario, Félix Navarro y José Daniel Ferrer, quien desde la prisión, de Mar Verde, Santiago de Cuba, escribió, “No a la farsa electoral”, refiriéndose a las espurias votaciones del día 26 de este mes convocada por el régimen castrista, según informa la Asamblea de la Resistencia Cubana.
Durante la conversación, algo que consideró de particular relevancia, dijo, “No fuimos 75, éramos más, por ejemplo, Orlando Zapata Tamayo no se cuenta en esa cifra y es el único mártir de aquella ola represiva”, embate en el que también fue arrestada una mujer, la economista Marta Beatriz Roque Cabello, otra insigne prisionera política cubana.
Zapata Tamayo, albañil y plomero, un rebelde con la causa más digna que se pueda concebir, cumplía una sanción de 36 años de cárcel cuando decidió en la prisión de Kilo 8, Camagüey, iniciar una huelga de hambre que terminó con su vida 83 días después.
Debemos tener presente que los actos represivos masivos de cualquier dictadura, Cuba, Venezuela o Nicaragua, son el resultado del miedo crónico que padecen los tiranos, como se evidenció recientemente en la Patria de Rubén Darío, cuando los Bonnie and Clyde centroamericanos, Daniel Ortega y Rosario Murillo, desterraron a más de 200 personas y le quitaron la ciudadanía a otras 300, entre ellas a la poetisa Gioconda Belli.
Ellos, no ignoran que están sentados sobre las bayonetas y que los oprimidos solo esperan el momento en que puedan deslastrarse de los abusadores. Las cadenas no son de gusto de nadie, como se ha demostrado en la historia en numerosas ocasiones. Cierto que no faltan represores, pero los luchadores por la libertad no reniegan de sus obligaciones.
Cuba ha sido escenarios de numerosas olas represivas. En 1959, como consecuencia de la fracasada conspiración de agosto, fueron conducido a prisión más de un centenar de ciudadanos, entre ellos, Roberto Martín Pérez quien cumplió 28 años encarcelado, después, se vivieron los numerosos arrestos como represalia por la gran cantidad de personas que partían para las montañas y llanos para alzarse en armas.
Casi simultáneamente se produjo la que tal vez ha sido la marejada más brutal de la dictadura, los arrestos posteriores al desembarco de los expedicionarios de Bahía de Cochinos,1961, en esa jornada Fidel y Raúl Castro se vistieron de gala porque usaron los estadios deportivos de la Isla para encerrar a sus opositores, 12 años antes que Augusto Pinochet, lo hiciera en el Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, en Santiago.
Que el espíritu de rebeldía no ha sido asesinado por la dictadura lo pudimos apreciar en las protestas del 11 de julio del 2021, una gesta gloriosa para todos los que rechazamos al régimen totalitario castrista, que como es de esperar, tampoco cesara de instrumentar abusivas campañas represivas contra la población.