La Prensa; por Pedro Corzo / @pedrocorzo43
El régimen totalitario castrista estableció un férreo control sobre los medios de información, primero con la censura sutil a través de la espuria coletilla, luego la estatización de radios, periódicos y cadenas de televisión, a la vez que impedían la circulación de publicaciones extranjeras y censuraban los cables de las agencias internacionales de prensa.
El cierre fue casi total, pero los cubanos interesados teníamos conocimientos, aunque no acceso, que en otros países había medios informativos importantes como el The Miami Herald, The New York Times, El Diario Las Américas, El Nacional de Caracas, la Prensa de Managua, y muchos otros informativos que harían esta relación interminable, que cumplían con su deber de informar a plenitud.
Eran medios con garras, con periodistas notables y con coraje suficiente para publicar lo que entendieran conveniente sin temor a las acciones de gobiernos proclives a la censura. Entre todos esos periódicos siempre admiré a El Nacional y La Prensa, periódicos que por pura casualidad pude “devorar” unas cuantas veces, porque aclaro que, en Cuba, tanto los libros como las publicaciones extranjeras, eran requeridos por todos y se hacían listas para acceder a ellos.
Viviendo en Caracas me decepcioné de “El Nacional”. Varias veces en compañía de otros cubanos visite la redacción para denunciar lo que ocurría en Cuba y nunca publicaron lo que llevamos. La dictadura castrista no era tocada ni con una pizca de tinta, luego llegó Hugo Chávez y el periódico, excelente en su presentación y en la mayoría de sus trabajos, asumió el rol protagónico que le correspondía en la lucha por la libertad y ha padecido todas las tropelías que los autócratas son capaces de imaginar.
Fueron tiempos de mucha confusión en la Patria de Rómulo Betancourt. Muchos medios de prensa venezolanos, periódicos y televisoras, no fueron solidarios con los demócratas cubanos.
Una notable excepción desde su fundación ha sido el portal Gentiuno que dirige la periodista Eleonora Bruzual, y el periódico El Mundo, cuyo director Héctor Collins siempre tenía espacio para exponer la realidad del régimen castrista, contrario a la periodista Isa Dobles, una acérrima defensora de la dictadura insular, que tuvo en Cuba un programa de televisión en horario estelar.
Por su parte el diario La Prensa, 1926, próximo a cumplir cien años, ha pagado su independencia informativa bien cara. Ser la República de Papel, como la llamó el poeta nicaragüense, Pablo Antonio Cuadra, es un compromiso bien complejo y difícil porque los costos por defender la libertad y la democracia son muy altos cuando se enfrenta una dictadura.
La Prensa, sus directivos y periodistas tienen bien claro su compromiso con la libertad de información, razón por la cual han sido reprimidos por regímenes de distintos signos ideológicos. Su director, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, fue asesinado por el régimen de Anastasio Somoza Debayle, un suceso que la dictadura de Daniel Ortega hace recordar con su empeño por controlar un medio cuya independencia fue nutrida con la sangre de su conductor.
Una vez más La Prensa es acosada por el déspota de Daniel Ortega, como lo fue por la dinastía de los Somoza su predecesor en el poder, un régimen que en la opinión de numerosos analistas fue mucho menos abusivo y criminal que la dupla que integran Ortega y su esposa Rosario Murillo.
El día que escribí esta columna las instalaciones de La Prensa estaban ocupadas por la policía política. Los sicarios del sandinismo habían interrumpido todos los servicios y su sombra ominosa se cernía sobre los trabajadores del periódico. Previamente el papel y otros insumos necesarios para la publicación habían sido retenidos por la dictadura Ortega-Murillo.
Los nicaragüenses tienen el triste privilegio de estar gobernados por el único dictador que sirvió como tal durante la guerra fría. Fue un destacado lacayo de Leonid Brezhnev y Fidel Castro, también, tuvo la habilidad para explotar las riquezas venezolanas a través del autócrata Hugo Chávez.
Daniel Ortega es un verdadero dinosaurio político con una capacidad de sobrevivencia fundamentada, no en su talento, sino en su habilidad para reprimir de manera sistemática y permanente a la población, como lo testimonia el arresto y persecución de todos los dirigentes políticos que le rivalizan.
La Nicaragua de Ortega es un régimen ineficiente e incapaz de generar riquezas como Cuba y Venezuela.