La fundacion de Guanta; Por Omar González Moreno / @omargonzalez6
Crónicas de Anzoátegui
Fray Bartolomé de Las Casas, un religioso español que entregó su alma a Dios en 1566, defensor de los derechos de los indígenas, dejó un escrito para la posteridad que habla de la fundación de la ciudad de Guanta en el estado Anzoátegui.
La obra cuya cubierta pareciera que aún destila la sangre de los indios Tagares, los primeros pobladores de Guanta, da cuenta que la primera rebelión indígena contra los conquistares españoles se dio precisamente en esta localidad.
Efectivamente, los primeros pobladores de Guanta fueron los indios Tagares que provenían del Delta del Orinoco.
De modo que Guanta no nació de la determinación de los conquistadores españoles, como la mayoría de las poblaciones de Venezuela, sino por la decisión de un grupo aborigen de asentarse en este hermoso valle.
Los Tagares al llegar a la bahía de Guanta quedaron prendados de una zona que derramaba sus ríos en el mar y en donde abundaban unos cangrejos enormes.
Por eso la llamaron “Guantar”, que quiere decir "Valle de los Cangrejos" y que con el tiempo perdió el sufijo "ar" para finalmente quedar bautizada con el nombre de "Guanta".
Se cuenta que los indios Tagares vivían tranquilos en el Valle de Guantar o Valle de los Cangrejos, hasta que llegó a la zona un pirata que se dedicaba al tráfico de perlas y de seres humanos.
Se referían al corsario Antonio de Ojeda, quien arribó a Guanta en 1519, proveniente de la isla de Cubagua, con el propósito de capturar a los indígenas para venderlos como esclavos, según relata el mismísimo Fray Bartolomé De Las Casas.
El sacerdote dice que “Todo era paz y sosiego en el Valle de Guantar hasta que un día un perlero de Cubagua llamado Antonio de Ojeda llegó con el falso pretexto de querer comprar maíz”.
Los indios Tagares, agrega, lo recibieron con muestras de alegría y en menos de una hora, bajaron de la montaña unas cincuenta cargas de maíz, listas para ser transportadas en los barcos fondeados en la bahía.
Era un viernes por la tarde, según relata Fray Bartolomé de la Casas, cuando terminada la faena los indios Tagares se acostaron en la tierra para descansar, en una emplanada, especie de plaza pública de la aldea.
Estando así, descuidados -añade el fraile- los hombres de Ojeda los agredieron vilmente con sus espadas y arcabuces, provocando una verdadera carnicería.
A los que quedaron vivos, los metieron en unas jaulas dentro de los barcos, como si se fueran bestias.
Esa noche el Valle de los Cangrejos ardió como una sola fogata, el mar y el río se tiñeron de sangre Tagare. Los gritos reemplazaron la música de los pájaros y los cadáveres se troncaron en hojas y tallos de manglares.
En pocas horas, la noticia corrió por toda la costa y el Cacique Toronoima, jefe indiscutido de los indios Tagares, con solo la piel para cubrir sus deseos de venganza, decidió matar a cuanto español se le atravesara en el camino. Fue su decreto de guerra a muerte.
Cuenta Bartolomé de las Casas que Toronoima decidió esperar el domingo para vengar la masacre de sus hermanos de sangre, pues como era costumbre, los españoles salían de las naves para su esparcimiento en tierra firme.
Pero Ojeda y sus hombres no esperaron tal día y el sábado en la mañana desembarcaron de nuevo en la aldea de Guanta.
Toronoima, como si nada hubiese pasado, salió sonriente a recibirlos y les llevó hasta las primeras casas donde los indígenas agazapados les cayeron encima y los mataron a casi todos, incluyendo a Ojeda, el asesino perlero proveniente de Cubagua.
Los pocos que se salvaron llegaron a nado al barco e izaron velas logrando huir, a pesar de que los indios Tagares los persiguieron con sus rudimentarias canoas.
Se inició así, en Guanta, la primera e importante rebelión aborigen de América.
Fue un alzamiento general de todos los indígenas de la zona, desde la boca del río Unare hasta el Golfo de Santa Fe.
En ella participaron no sólo los Tagares, sino también los Cumanagotos, los Píritus, los Palenques y los Guaiqueríes. Por esos días todos fueron Tagares.
Pocos después, otros españoles al mando de Gonzalo de Ocampo, atacaron a Guanta y asesinaron de una puñalada por la espalda al cacique Toronoima, a quien le amarraron las manos para prolongar su agonía.
Posteriormente su cadáver fue empalado y exhibido en el mástil mayor del navío insignia como una advertencia para todos aquellos que retaran a los conquistadores.
De esta forma, el Padre Bartolomé de Las Casas, el amigo de los indígenas, describió el origen de Guanta y de cómo reaccionan siempre los pueblos perseguidos, hostigados y engañados. Siempre.