¿Qué pasó ayer 6D-2020? (Breviario de unas elecciones fallidas); por Luis Rivas /@
Pareciera que no, pero en las fallidas elecciones de ayer pasaron muchas cosas interesantes, que serán pasto para los rebaños de analistas, encuestadores, políticos, y simples ciudadanos como nosotros. Abundancia de argumentos circularán para justificar posturas premeditadas, más me temo que basados en los mismos paradigmas y predisposiciones mineralizadas de cada uno muy pocos se moverán de su posicion. Si algo caracteriza estos tiempos convulsos es que casi nadie cambia de posición en razón de algún argumento que juzgue mejor que el suyo propio. Cada quien está firmemente empotrado en su propia posición. Me temo que no habrá trasvase de un costal al otro.
Comienzo con un poco de números. En principio diré que en Venezuela no hay cifras oficiales confiables de casi nada, mucho menos cifras electorales. Ya en su oportunidad esto lo dejó claramente establecido la empresa Smartmatic. Como matemático de profesión, soy apasionado de los números, y creo poder distinguir el número bueno del malo. Por eso, hace ya mucho dejé de acudir a las cifras del CNE como fuente confiable de datos para mis análisis. Prefiero juntar datos de aquí y de allá, y como político practicante, añadirlos a mi propio olfato e intuiciones. Así, de ese modo, logro cuantificar la realidad, con cierta incertidumbre, claro está. Y créanme, nunca ando más pelado que la mayoría de analistas y encuestadores.
A mi juicio, las cifras de ayer que realmente cuentan son las de participación y abstención. En torno a ellas estuvo y está centrado el gran debate, la gran contradicción; esa es la gran cuestion del actual momento político. Quién ganó o quién perdió en los computos oficiales, me luce irrelevante.
El Gobierno, por boca del CNE, reconoce una participación de apenas el 30%, lo cual dicho por un organismo dado a maquillar e inflar cifras, revela que la cabeza del cadáver quedó tan destrozada, que es poco lo que se pudo hacer para reconstruirle las facciones. Es mejor velarlo con la urna sellada. Por su parte, la oposición y diversas organizaciones civiles independientes afirman que apenas votó un 19-20% del padrón aproximadamente. O sea, un 80% de abstención. Vistos los antecedentes del CNE y su nula credibilidad, es lógico pensar que la cifra de participación real está más cerca de 20 que de 30%. ( Y conste que 70% de abstención, como reconoce el Gobierno, es una monstruosidad ).
Estas cifras revelan muchas cosas cruciales de nuestra actualidad política. En primer lugar, la absoluta e irremediable falta de credibilidad en nuestro sistema electoral. Mientras eso no sea corregido, la gente no confiará ni acudirá a participar en algo en lo que no cree. Por otro lado, admitiendo un punto medio de abstención del 75%, podríamos particionar esta cifra en dos componentes: Por un lado, un 15%-25% de abstención vegetativa, pasiva, estructural, integrada por aquellos que por variados motivos nunca votan; y por otro lado, un 50%-60% de ABSTENCION MILITANTE, ACTIVA Y CONSCIENTE. Esta abstención militante es el caudal de ciudadanos que siguieron la línea trazada por la oposición liderada por Juan Guaidó y la coalición política que le respalda. Aquí, además de ciudadanos sin partidos, que son la mayoría y que de modo consciente rechazan el actual sistema electoral, están también los militantes fieles a sus respectivos partidos y sus legítimos liderazgos, que no se dejaron confundir y acataron la línea trazada de abstención. Vale aquí preguntar, ¿dónde está, pues, el poder de convocatoria? ¿En el 20-30 o en el 70-80?
Una segunda conclusión es el fracaso absoluto del Gobierno y sus socios. Esta descomunal abstención, con todo y los abusos, amenazas de despidos y muerte por hambre, ratifica la absoluta e irreversible deslegitimación nacional e internacional del régimen usurpador de Maduro. Ya sabíamos que las democracias del mundo y los más importantes organismos internacionales, como la Unión Europea y la OEA, habían fijado posición clara de no reconocimiento de estas elecciones ni de los resultados que de ellas surgiera. Ahora, hemos ratificado que también el pueblo venezolano las desconoce. El baño de legitimidad que pretendía el regimen, no pudo ser; el manantial de donde antaño brotaba la legitimidad del Gobierno hace mucho se les secó. Como dice aquella canción de José Feliciano, "la fuente se ha secado, las Azucenas están marchitas".
También fracasó, una vez más, el plan de construir una nueva "oposición" que colabore en la normalización de la dictadura. El poder de convocatoria de ese supuesto liderazgo alternativo es infinitesimalmente pequeño. Microscópico. No tienen con qué. Por más que los apuntale el Gobierno, no se sostienen en pie por si mismos. Si los sueltan, de inmediato caen al piso.
El pueblo habló, como hablan a veces los pueblos, negándose, desobedeciendo, resistiéndose calladamente a las amenazas y al chantaje. Como Galileo, quedamente, lejos de los oídos de la Inquisición, murmurando para sus adentros, "y sin embargo, se mueve". Del mensaje que ayer envió el pueblo, podemos colegir que en nuestro país no hay una disyuntiva entre la vía del voto y la insurreccional, entre negociación y enfrentamiento. No es así. Ese es un falso dilema, construido artificialmente con propósitos polémicos y divisionistas. La elección de la ruta estratégica no es entre entre abstencionismo, radicalismo y violencia, por un lado, versus electoralismo, negociación y pacifismo, por el otro. El dato crudo que quedó nítidamente expuesto ayer es que este pueblo no acepta votar más en elecciones fraudulentas e intrascendentes. El venezolano no se resigna a votar como lo hacen los rusos, siempre votando y nunca eligiendo. En Venezuela no hay una pérdida de fe en la bondad del voto. Eso no es verdad. Este es un pueblo indeclinablemente democrático. A lo que se le perdió la fe definitivamente no fue al voto, si no al podrido sistema electoral venezolano, que es una cosa muy distinta. Confundir una cosa con la otra es un grave error político. Además de que se vaya Maduro, el pueblo lo que desea son unas elecciones presidenciales limpias y justas, para poder decidir libremente su destino. Y pienso que la estrategia correcta de la oposición consiste en seguir unida en esa dirección, luchando y presionando hasta alcanzar ese objetivo. En esa dirección estamos. Podemos y debemos hacer los ajustes tácticos y las recomposiciones que sean necesarias para luchar con mayor eficacia, pero la estrategia general que venimos sosteniendo es la correcta y por allí debemos continuar.
Atte, Luis. César Rivas.
Pto. La Cruz, 07/12/2020.