Otra de las consecuencias del éxodo de familias que han abandonado el país a consecuencia de la emergencia humanitaria compleja es el abandono de mascotas. Esta situación y la falta de políticas públicas incide en el aumento de perros deambulando por las calles de nuestra ciudad.

Recientemente nos enteramos de las lesiones sufridas por una vecina de Lechería, quien fue atacada por una manada de perros, cuando caminaba para ejercitarse. No es la primera vez que suceden hechos de esta naturaleza, en el pasado reciente, otras personas también han resultado atacadas por animales en la ciudad. Grupos de vecinos tuvieron que iniciar campaña para buscar y encontrar suero antirrábico, ya que los centros de salud pública no lo tenían disponible.

Los ataques no se limitan a las personas, también podemos referir los testimoniales de vecinos que narran cómo manadas de perros movidos por el hambre, llegaron a atravesar nadando sectores de los canales del Complejo Turístico El Morro, para entrar a las urbanizaciones, donde una vez allí, agredieron y mataron a mascotas de los residentes.

Las manadas de perros en nuestra ciudad denota indolencia, falta de previsión, de interés gubernamental y ausencia de políticas para atender esta realidad, la gerencia por crisis y política reactiva no es una solución. En Lechería no hay gobierno para atender esta problemática. Aquí bien vale la pena citar a Gandhi cuando dijo que “la grandeza y el progreso moral de una nación puede medirse por la forma en que trata a sus animales”. En este caso, el respeto por su bienestar es una muestra de los valores que guardamos como sociedad.

Habida cuenta de esta realidad, un gobierno ocupado de los problemas de su ciudad, debería mantener una política permanente de esterilización de los animales en las calles del municipio, complementada por una campaña para darlos en adopción y otra de prevención, para que los ciudadanos sepan cómo prevenir los ataques caninos.

Otra medida que debe ser adoptada es la implementación de un albergue municipal para recoger, atender y cuidar a los animales que deambulan por Lechería. No es una excentricidad, porque la atención y respeto por el bienestar de estos animales, muestran los valores que tenemos como sociedad.

Además, el maltrato animal podemos verlo como un síntoma o inclusive cómo un peligroso potenciador de la violencia social. El hecho de hacerse la vista gorda e ignorar las necesidades de los animales, facilita el ignorar las necesidades de otras personas y limita la empatía necesaria para ponernos en los zapatos de otros y poder ver más allá de nuestras propias necesidades e intereses.

Para una sociedad tan agobiada como la nuestra, promover el respeto y no maltrato a mascotas o animales, es una fuente cotidiana para enseñar y rescatar valores y principios sociales positivos como la bondad, la compasión, la responsabilidad y el respeto por la vida. Adicionalmente, estimula la habilidad social de la empatía tan necesaria en estos tiempos de tantas dificultades.

Una breve reflexión sobre los náufragos de Güiria

No puedo dejar de hacer mención y visibilizar la situación que se viene agravando a consecuencia del éxodo de los miles de familias venezolanas que huyen de nuestro país para buscar una vida mejor. No hay derecho.

La tragedia por el naufragio de Güiria donde perdieron la vida familias venezolanas, no podemos valorarla como un hecho aislado. Esas son muertes originadas por la crueldad de un régimen al que nada le importa la vida de los venezolanos, sólo les interesa conservar el poder a cualquier costo.

Pero esas muertes son también atribuibles al gobierno de Trinidad y Tobago quienes no podrán excusar su crueldad en la legislación interna, en vista de que es firmante de acuerdos internacionales que la obligan a respetar los derechos de los migrantes, independientemente de su condición. Sin embargo devolvieron al mar a las familias que salieron a buscar refugio para sólo encontrar el desprecio y finalmente la muerte.

Vamos a enseriarnos!