Bofill; por Pedro Corzo / @PedroCorzo43
Casi veinte años de sangrienta represión había colocado a la resistencia armada al régimen de los Castro en una situación precaria. Los muertos en combate o fusilados ascendían a varios millares, los presos se contaban por decenas de miles y el creciente exilio drenaba el sector del pueblo cubano que combatía la dictadura.
Por otra parte la subordinación completa de Fidel Castro a la extinta Unión Soviética le favorecía porque la población conocía de la asistencia del Kremlin al régimen y su compromiso de respaldarlo en todas las instancias internacionales.
La oposición histórica enfrentaba una seria crisis, y como dice el activista y ex preso político Rolando Cartaya, “después que el régimen ahogó en sangre la lucha armada clandestina sólo era viable luchar pacíficamente, a cara descubierta y desde la plataforma elaborada por la ONU de la Declaración Universal” y esa fue la interpretación que hizo Ricardo Bofill Pagés al constituir en 1976 el Comité Cubano Pro Derechos Humanos.
Bofill venia de la prisión, había sido procesado en uno de los embudos represivos del castrismo que se conoce como Microfracción. En esa redada fueron apresados muchos miembros del desaparecido Partido Socialista Popular que disentían de Fidel Castro.
La experiencia de la cárcel, el conocimiento directo de las capacidades represivas de la dictadura, y sus estudios de filosofía, pudieron haberlo preparado para instrumentar un contexto de lucha novedoso, ajeno a las pautas históricas de confrontación conocidas en la Isla.
El 28 de enero de 1976 en el natalicio de Jose Martí, fundó junto a Elizardo Sánchez Santacruz, Adolfo Rivero Caro, Emigdio López Castillo y Enrique Hernández Méndez, con el apoyo de Marta Frayde, el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH).
Sin dudas, la primera y principal organización cubana de derechos humanos fundamentada en la Declaración Universal de Derechos Humanos. El objetivo principal era promover en una población sometida durante 25 años a un régimen totalitario la difusión del concepto de los derechos humanos, hacer que los isleños reconocieran que tenían derechos y que la dictadura se los estaba usurpando, además, recopilar denuncias de las violaciones a los derechos ciudadanos y enviarlas a instancias internacionales, incluida la prensa, acción imposible en la Isla por el control que ejerce el régimen sobre los medios.
El movimiento a favor de los derechos humanos se fortaleció y diversificó, se constituyeron organizaciones orientadas a demandar derechos específicos, como el de la libertad de expresión. Según la actividad contestaría se incrementaba surgieron nuevos dirigentes. Se pudiera decir que el CCPDH es la matriz que inspiró la gestación de la oposición política cubana de la actualidad y las múltiples variantes a las que recurren los opositores para demandar sus derechos ciudadanos y el establecimiento en Cuba de una sociedad democrática y plural.
La constitución del (CCPDH) se enmarcaba en los procesos que había iniciado en la Unión Soviética, metrópoli del castrismo, el científico Andrei Sajarov y coincidía también con el compromiso de defender los derechos humanos del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter.
Bofill fue un hombre de firmes convicciones sin rasgos de intolerancia, actitud que demostró cuando en los primeros tiempos del Comité incluyó como miembro del mismo a dos iconos de la resistencia histórica, Mario Chanes de Armas y Ernesto Días Rodriguez, mostró siempre que las similitudes entre los demócratas cubanos son más importantes que las diferencias y que la antropofagia política solo conduce al fracaso de todos.
Siempre defendió su propuesta de lucha contra la dictadura sin denostar a quienes les adversaban, el doctor Santiago Cárdenas comentaba el día de su fallecimiento, “Era un hombre de una sola pieza, demostró siempre una gran entereza moral y mucho coraje, nunca se le escuchó hablar mal de otra estrategia de lucha aunque confrontara con la que él había elegido, es el tipo de hombre que marca pautas y que honra a cualquier país”.
El legado de Ricardo Bofill es gigantesco. Su obra no culmina con su vida física. Las huellas de sus acciones son imperecederas como las de otros patricios cubanos que dedicaron su vida a luchar por la libertad y la democracia. Son ellos y sus obras, los que integran los tan necesarios arquetipos del mañana.