El camino del deber, el mas difícil; por: Pedro Corzo / @PedroCorzo43
El autor del “Otro Comunismo”, Kewes S Karol, afirmaba que para formar un firme militante comunistas lo más apropiado era enviar al candidato a la Universidad de La Sorbona en París o alguna similar, pero si se quería lo contrario, un anticomunista de fuertes convicciones, lo conveniente sería remitir al elegido a la Universidad Lomonosov de Moscú o a la Patricio Lumumba, altos centro de estudios donde los educando terminaban como fieles anticomunistas.
En las universidades mencionadas, también en otras, estudiaron muchos cubanos de mi generación y de las siguientes, por tanto, es válido imaginar que algunos de ellos integran el sicariato del castrismo y otros, decepcionados del régimen insular, se encuentran en prisión por intentar cambiar el sistema.
Uno de esos estudiantes tal vez fue, Ernesto Borges Pérez, quien nació, 1966, en plena efervescencia del castrismo, cuando las falsas promesas de un mundo mejor estaban en su apogeo. Eran tiempos en que se fusilaba sin piedad y cualquier transgresión implicaba una condena de treinta años, realidad que la mayoría de la gente ignoraba. Recordemos que desapareció hasta la crónica roja de los medios informativos. De la noche a la mañana no había crímenes pasionales, ni robos ni asaltos.
Las tragedias familiares o personales eran silenciadas. El conjunto de la población ignoraba los crímenes y abusos en los que incurría el castrismo sin piedad y sin descanso. Castro condujo a la población a vivir bajo un manto de mentiras, una de ellas, la más divulgada, era que la oposición estaba compuesta por traidores a la nación que servían a Estados Unidos, que Ernesto Guevara era un superhéroe, una especie de Capitán América del socialismo, y por último, que la inmensa mayoría del pueblo, lo mejor del país, era revolucionario.
El castrismo vendió muy bien su veneno a la población, particularmente a los jóvenes y aunque un porcentaje de ella, por diversos motivos, no creyó el cuento, si hubo muchos que se convencieron que en Cuba se construía un país mejor y devotamente se sumaron a la propuesta revolucionaria con fervor.
Borges Pérez fue uno de muchos que creyó firmemente en el proceso, pero la dictadura se equivocó al enviarlo a estudiar a la escuela Superior de la KGB en Moscú en los tiempos particularmente peligrosos de la “perestroika” y la “glasnost”. Aparentemente la afirmación de Karol lo envolvió y lo condujo a la realidad, al poco tiempo de su regreso a Cuba era un hombre diferente, los aires soviéticos le cambiaron, lo llevaron a concluir que había que confrontar al régimen en el cual había creído.
En la Isla empezó a trabajar en la Dirección General de Contrainteligencia, posteriormente fue trasladado para otro departamento como analista hasta ser nombrado primer oficial en el trabajo de enfrentamiento con la otrora Sección de Intereses de Estados Unidos, donde elaboró la política de enfrentamiento de 1998.
Borges, contrario a sus compañeros de estudios y profesión se decidió a ver y escuchar lo que ocurría verdaderamente en el país. Apreció la vasta y profunda corrupción económica y política del castrismo y enfrentó el sistema desde dentro, asumiendo grandes riesgos, puesto que sus actividades podían implicar la pena de muerte. Aceptó el desafío de luchar por la libertad y la democracia.
El capitán Ernesto Borges Pérez fue arrestado en 1998, año de la captura de la “Red Avispa”, el mayor grupo de espías castristas apresado en Estados Unidos. Fue acusado de intentar pasar información sobre otros 26 espías que la dictadura preparaba para infiltrarlo en suelo estadounidense a un funcionario de ese país.
Los esbirros de la dictadura se han ensañado con un joven que asumió a plenitud su prerrogativa de pensar libremente. 21 años tras las rejas, de ellos, al menos 10 en celdas de aislamiento sin ventilación y oscuridad.
En el presente se encuentra recluido en el Combinado del Este, enfermo, conviviendo con más de 200 presos comunes de alta peligrosidad y en un régimen sin luz que se extiende de 7 de la mañana a 7 de la noche.
El ex oficial Borges Pérez padece numerosas enfermedades crónicas a sus 53 años porque escogió el camino más difícil para un ser humano con dignidad, “cumplir con su deber”.