Someterse o huir; por Henry Cabello / @Henry_Cabello
Resulta reconfortante volver a leer “Las Confesiones” de San Agustín. Porque de esa manera ratificamos nuestra posición de no creer en extremismos ni radicalismos de ningún tipo. Los seres humanos no somos puros. No somos buenos o malos “totales”. Por lo general, con la excepción de algunos seres malignos, verdaderos satanes que pretenden destruir cuanto encuentren a su paso, o de algunos santos beatíficos, que han renunciado a sí mismos para entregarse por entero al servicio de sus creencias angelicales, todos los demás somos una expresión de fuerzas contrapuestas. Aunque hoy en día pareciera que son más abundantes los primeros que los segundos.
Cuando uno observa, sin pasiones, la sistemática destrucción de nuestro amado país, siente la fuerte impresión de que quienes detentan el poder son unas auténticas encarnaciones de satanás. El propio diablo redivivo. Ya quedan pocos huesos sanos en nuestra estructura nacional. Y todo indica que tienen la clara intención de continuar por ese camino. ¿Cómo ha sido posible eso? ¿Dónde quedó la capacidad de resistencia de nuestro pueblo y de nuestros dirigentes? Compartiré con usted, amigo lector, una posible explicación. Imagine que usted es miembro de una numerosa familia en la que hay elementos buenos, malos y regulares. Por muchos años su familia fue avanzando con triunfos y fracasos, pero decididamente encaminada hacia el progreso. Durante ese tiempo, los “jefes” de su familia fueron sujetos “regulares” que a golpes, porrazos, aciertos y desaciertos, fueron conduciendo al grupo hacia destinos más prometedores. La contabilidad, al final, lucía positiva y usted estaba convencido de que iban avanzando por buen camino. Pero no faltaban críticas y desavenencias, porque ciertamente se habían cometido muchos errores.
Un día, los peores elementos de su grupo familiar logran convencer a los demás que ellos tienen la capacidad de corregir el rumbo y darles un mejor destino a todos. Entonces la familia decide reemplazar a los “regulares” con los malos. Puede usted imaginarse lo que viene después. Los nuevos “jefes” se apoderan de todos los recursos de la familia y solo favorecen a aquellos que están dispuestos a secundarlos condenando a la miseria a todos los demás y negándoles hasta el apellido.
Igual sucede con un país en que una banda de forajidos y malhechores se alza con el poder. En poco tiempo secuestran las instituciones y expanden sus tentáculos por todos los rincones. Controlan las fuerzas armadas en primer lugar, porque ya saben, desde un principio, que solo se entregarán por la fuerza. Permiten armar únicamente a aquellos que les juran y demuestran lealtad a toda prueba. De inmediato continúan con el control de los recursos económicos. Solo ayudan a quienes están dispuestos a seguirlos y obedecerlos. Al poco tiempo han secuestrado la nación entera y han establecido alianzas con otros mafiosos como ellos en el escenario internacional. Y en un alarde propagandístico, de clara doctrina maniquea, proclaman que solo ellos son los “buenos” y todos los demás son malos y perversos. Quién no lo acepte o proteste, es perseguido, encarcelado, asesinado o aplastado. Este es nuestro escenario actual. La denuncia es acallada y la oposición es silenciada y sometida a escarnio. Las elecciones son manipuladas convirtiéndolas en simulacros. En tal situación, parece obvio que si no surge alguien de afuera que intervenga para rescatarlo de semejante secuestro, al pueblo solo le queda someterse o huir.