El simulacro electoral de ayer fue un chiste. Un chiste de mal gusto. Malo, trágico y burlón. Pero lo que más molesta es que a estas horas deben estar reunidos en algún lugar secretísimo, los enviados de la Isla con sus acólitos criollos felicitándose por la jugada y por su capacidad de engañar a un pueblo ingenuo y embobado. Sin embargo, no parece que las cosas les hayan salido tan bien como habían planeado. A pesar de los combos prometidos (y escasamente cumplidos), de las tenebrosas amenazas y de los sicarios motorizados, el pueblo parece haber superado el miedo. Si hasta el Ché Guevara criollo de Catia se mostró indignado y arrecho. Y una señora del pueblo, ataviada con una franela que teníaimpreso el nombre de "Maduro", captada en video, se quejaba de la burla y del engaño.
Según las cifras mentirosas a las que nos tiene acostumbrado la oficina electoral de La Habana en Venezuela, votaron ayer unos 9 Millones 200 mil inscritos. ¿Serán esos los 10 millones de los que hablaba Nikolai? Y siempre según sus mismas cifras publicadas en su página web hasta el mediodía de hoy, de esos 9 millones de votos, 6,1 millones fueron para el PSUV. No menciona ni a Somos Venezuela, ni al PCV ni a más nadie. A Falsón le asignaron poco menos de 2 millones y a Pastor (No Maldonado, el otro) lo arreglaron con 1 milloncito. Pa' que no se peleen pues. O sea, que el capo se alzó con el 45,98% de los votos emitidos según el CNE, Si eso fuera cierto, que no lo es, resultaría que el 30% de los electores inscritos votó por el gobierno. Eso resulta coherente con lo que siempre han obtenido y esa coherencia es la que debe haber impulsado al CNE a calcular esa cifra: un tercio de la población electoral que, según los cubanos, todavía creen en las promesas de un gobierno traidor a su pueblo.
Pero la realidad, dura y necia, es otra muy distinta. Solo acudió a las urnas un 18% de los electores inscritos. Eso es algo así como 3,7 millones de votantes. Muy comprensible cuando se toman en cuenta todas las artimañas que usaron para convencer a la gente de que acudiera a votar. Porque de otras forma solo hubieran votado los cuatro gatos de los colectivos y uno que otro recluta. Los centros desolados le mostraron al mundo la rebeldía y la desobediencia civil. Calles vacías y locales desérticos. Apenas un puñado de soldaditos obligados a asistir y unos cuantos funcionarios y empleados del gobierno. El títere de La Habana se tomó para élla mitad, algo menos de 2 millones y el resto se lo repartieron como premio de consolación al Larense, el evangélico con prontuario y el aventurero de relleno. O sea, el 82% de los electores se quedaron en sus casas para manifestar su desprecio por un régimen que los tiene hambreados y comiendo de la basura.
Ya los gobiernos del mundo sabían lo que iba a suceder. El sainete estaba anunciado. Los resultados también. Pero no pudieron abultar más las cifras porque la soledad iba a contrapelo con sus intenciones. Ya sabemos que no podemos contar con los uniformados, entre otras razones, porque los decentes y patriotas se encuentran presos y sus familias amenazadas. Los demás o están enchufados o tienen terror de manifestarse. Así que solo nos queda a los venezolanos contar con la ayuda del exterior. La intervención humanitaria que desesperadamente necesitamos para terminar, de una buena vez por todas, con este chiste macabro.