Huber Matos; por: Pedro Corzo / @pedrocorzo43
El 21 de octubre de 1959, es un hito en la historia de la lucha contra el totalitarismo en Cuba.
Con anterioridad se habían producido hechos que demostraban que el liderazgo de la insurrección triunfante, Fidel Castro en particular, no aceptaba la democracia, tampoco las ideas contrarias a la nueva religión que se estaba imponiendo en el país, el castrolicismo, pensar y actuar con independencia eran una herejía sancionada con toda la crueldad de que fueran capaces los dioses del nuevo Olimpo.
El doble juicio a los pilotos aviadores en marzo de 1959 fue una aberración jurídica impuesta por el caudillo, el golpe de estado al presidente Manuel Urrutiauna canallada que dejaba avizorar el futuro del país, pero no fueron las únicas señales. Numerosos eventos presagiaban el futuro que muchos líderes demócratas y el pueblo en particular, no fueron capaces o simplemente no quisieron ver ni escuchar, cuando quizás todavía había tiempo para impedir la destrucción de la nación.
La prensa y la sociedad civil fueron agarrotadas. Los derechos conculcados. La intimidación primero, el miedo después, se apoderó de la mayoría ciudadana.
Un pionero en la lucha por la democracia, el comandante Pedro Luis Díaz Lanz, alertó sobre la penetración comunista, sin embargo un silencio inconsciente, quizás, cómplice, encubrió su heroísmo.
Fue el comandante Huber Matos, quien pagó con 20 años de presidio, denunciar sin violencia la fuerte penetración marxista en el proceso revolucionario. Matos, en un gesto de supremo civismo, reclamo derechos sin empuñar las armas. No se pronunció militarmente a pesar de que cientos de militares a su mando estaban dispuestos a cumplir la orden de rebelión si la hubiese dispuesto.
El comandante no quería más violencia, más guerras, por eso cívicamente hizo público su descontento ante la penetración marxista. Nunca conspiró, habló claro y con firmeza a Fidel Castro y sus sicarios más próximos, lo conversó con hombres de su confianza como Dionisio Suárez y Pedro Armenteros.
Suarez recuerda que Matos dirigió una carta a Fidel Castro en la que presentaban su renuncia, y para demostrar que su protestas no promovía una insurrección, abandonó sus armas y le ordenó a los militares bajo a su mando que hicieran otro tanto.
Armenteros afirma que el comandante interpretó el pensar y sentir de la mayoría de los militares. Opina que el propósito de Fidel Castro era fusilar a Matos porque cuando llegó al regimiento seguido de una turba enardecida le echó el brazo sobre los hombros a Camilo Cienfuegos y le dijo, “vamos a entregárselo al pueblo”.
El compromiso de Matos fue hasta el final. Nunca temió las consecuencias. El capitán médico Miguel Socarras le propuso sacarlo del país en una avioneta y rechazó la oferta, otro capitán, Tuney Pérez Álamo, se ofreció a comandar un ataque a la emisora de radio desde la que Mendoza Reboredopretendía desacreditar la figura del renunciante, negándose tajantemente.
Aunque no hubo violencia no faltaron mártires. Pedro Armenteros recuerda al capitán José Manuel Hernández, jefe del Tercio Táctico de Florida, próximo a Matos, quien después de participar en un programa radial en el que defendió al comandante y condenó a los comunistas, se suicidó.
Dionisio Suárez, compartía celda la noche de los sucesos con el sargento jefe del puesto de Vertientes, José García León, cuando este abrumado por el robo de los sueños de libertad y progreso por los que había luchado, también se suicidó.
Huber Matos marcó una pauta indeleble en la lucha por la libertad y la democracia en Cuba. Las consecuencias de su acción no violenta fue un gesto de coraje y dignidad que demostró, a quienes todavía seguían empecinado en darle una oportunidad de rectificación a los moncadistas, que lamentablemente no quedaba otra alternativa que la confrontación, independiente a los resultados que se fueran a cosechar.
Matos, independiente a virtudes y defectos, aciertos y errores fue un hombre de una entereza admirable. Cumplió 20 años en prisión, algunos en solitario, salió al exilio y siguió fiel a su compromiso de luchar por la democracia en Cuba. Devoto a sus convicciones hasta el día de su muerte.
Para recordar este aniversario no hay decir mejor que el de Rogelio Cisneros, quien fuera dirigente del 26 de Julio en Camagüey durante el proceso insurreccional. Le expresó a un amigo el día de la renuncia-protesta del Comandante, “aquí ya empezó la lucha hasta el final contra el comunismo”, una afirmación que se mantiene en pie 57 años después.