El día en que nos fregamos. Por Pedro Pablo Fernández / @PedroPabloFR
Plinio Apuleyo Mendoza publicó un libro llamado ¿En qué momento se jodió Colombia?, en el que sostiene que la descomposición social y la espiral de violencia que han vivido los colombianos se inició el 9 de abril de 1948, día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Si hiciéramos un libro para Venezuela con el mismo título, ese día sería el 6 de octubre de 1973, día en el que Egipto y Siria lanzaron su ataque contra Israel e iniciaron la Guerra Árabe-Israelí, conflicto que trajo como consecuencia una subida repentina de los precios del petróleo y los venezolanos agarramos nuestra primera borrachera con petrodólares.
Después de vivir un siglo XIX lleno de violencia, guerras civiles y atraso, Venezuela entró en el siglo XX bajo la tiranía del general Gómez. Ese gobierno sometió al país al más absoluto atraso, pero tuvo el mérito de modernizar las finanzas públicas con la creación del Banco Central de Venezuela y un Ministerio de Hacienda que manejó con responsabilidad el presupuesto nacional; un manejo que se mantuvo en los sucesivos gobiernos de López Contreras, Medina, Pérez Jiménez, Betancourt, Leoni y Caldera I, que llevaron al país a sostener un crecimiento económico ordenado que era envidiado por el resto del mundo.
Todo eso se acabó cuando el país se ganó la lotería en 1973 con el conflicto del Medio Oriente que provocó una entrada de recursos que nunca antes habíamos tenido. A ese “nuevo rico” llamado Venezuela que aparecía en el continente le cayeron todos los banqueros del sistema financiero internacional a ofrecerle préstamos baratos y CAP se propuso construir “la Gran Venezuela”, lo que Pérez Alfonso llamó “el Plan del Desastre”. Con los ingresos provenientes de la renta petrolera y los préstamos, se incrementó el gasto público de forma desordenada hasta lograr pleno empleo a punta de hacer crecer la burocracia en el Gobierno.
Ese modelo se hizo insostenible en los años ochenta a partir de la caída de los precios del petróleo. El país entró en una crisis económica grave que trajo como consecuencia un problema de ingobernabilidad, el Caracazo, dos intentos de golpe de Estado y la elección de Hugo Chávez como presidente.
Estamos viviendo la historia de nuevo. La superación de esta crisis, más profunda que la vivida en los noventa, supone una dosis muy alta de responsabilidad. De lo contrario, podemos vivir un período de alta inestabilidad política que no sabemos a dónde nos va a llevar ni el precio que nos tocará pagar. No hay nada que esté tan mal que no sea susceptible de ser empeorado.