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El primer milagro del Papa Francisco. Por Alejandro G. Acosta

El primer milagro del Papa Francisco. Por Alejandro G. Acosta

Llevaban 18 meses negociando, en secreto. Un grupo grande, poderoso, con nivel de decisión. Nadie se enteró. Ni The New York Times… Eso indica sobre todo algo: profesionalismo. “Son muchos años de marquesa para no saber mover el abanico…”. Y escogieron con mucho cuidado, ponderadamente, una fecha para el anuncio: 17 de diciembre.

En Cuba, el 17 de diciembre es el día de “Lázaro, mendigo y resucitado”, que por ese día “se eleva a los altares” como Babalú Ayé, patrón de los caminos, los mendigos y los enfermos, desplazando discretamente al bien vestido “San Lázaro, Obispo”. Caminatas agotadoras hasta El Rincón —por ahí queda el “sidario” que sustituyó al “leprosorio”— para pedir cada año lo mismo y recibir siempre idéntica respuesta.

Pero no solo fue por San Lázaro, sino por un motivo superior: es el cumpleaños del otrora Cardenal Bergoglio argentino, ahora Papa Francisco. Todo un detallazo para quien, se sabe ahora por confesión de las partes, fue el promotor, facilitador, gestor y artífice de lo que viene a ser, después de cincuenta y tantos años, un milagro: el primer milagro del Papa Francisco.

El acontecimiento revelado el 17 de diciembre —que tenía muchos meses de gestación detrás— es un hecho histórico sin dudas, digan lo que digan tirios y troyanos y como tal, antes que “histórico”, es “un hecho”: ya está. Pero indica un cuidadoso trabajo de bordado previo, casi de crochet, por no decir de bolillos.

Cuando pensamos en servicios de inteligencia nos vienen a la mente siglas estremecedoras: KBG, CIA, STASSI, Mossad, Sureté, INTERPOL, FBI, ¡G 2! Sin embargo, la mejor agencia de inteligencia del mundo es aquella que nadie sabe que existe, o tiene un perfil tan discreto que no llama la atención: el Vaticano. Miles y miles de fuentes —confesionarios— recogiendo información por todo el mundo, filtrándola, analizándola, remitiéndola a los niveles superiores hasta convertirla en inteligencia: y llevan dos mil años haciéndolo y ahí están, eficientes, discretos, callados… Y el jefe máximo de semejante aparato de inteligencia y espionaje es el Obispo de Roma, el Pontifex Maximus, ahora el benévolo y bonachón Francisco, Papa.

Como previamente sus antecesores, desde Pío IX, pasando por Juan XXIII —quien excomulgó a Fidel Castro y nunca se supo qué pasó con ese “matacandelas”, si lo exoneraron o qué— y llegando a Juan Pablo, todos han recibido ese caudal de información y lo han aplicado a la política vaticana y dejado huella en el mundo, claro que “ad majorem Dei gloriam”.

Digamos, con el fundador, que “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”… pero sucede que muchas veces —la mayoría— no queda claro y prístino lo que corresponde a cada uno.

Pero ahora, cuando tanto los mandatarios estadunidense —confesamente bautista— y cubano —presumiblemente ateo— revelan cada uno por su lado que fue el Papa Francisco, con el suelo canadiense como discreto boudoir para las entrevistas, quien sirvió de “mediador”, queda claro que Su Santidad asume, al mismo tiempo que su condición de mediador la de garante de los acuerdos y su posterior desarrollo. Esto debe ser un mensaje muy fuerte para todos y tomarle la palabra, pero especialmente para la Iglesia cubana, tan proclive a la mansedumbre que excede lo ejemplar y tan alejada de la vocación de los mártires fundadores del cristianismo. Digamos, piadosamente, que “Dios no los llamó por ese camino…”.

Si un Papa polaco promovió y desató en Europa —fundamentalmente la Oriental, tras la Cortina de Hierro que se condensaba en el Muro de Berlín— todo lo que hizo Juan Pablo, ¿qué no podrá hacer un nuevo pontífice, argentino, por América Latina? Ahora vemos, “por sus obras los conoceréis”, que mucho, pero es necesario más. El Papa habló: “Et nunc reges intellegite: erudimini qui judicatis terram” (“Ahora oíd reyes, y aprended los poderosos que gobernáis la tierra”).

Ahora se impone una urgentísima visita de Su Santidad a Cuba: ¿quién podría cerrarle las puertas al eficaz “mediador”? Si Juan Pablo pidió que “Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”, ¿qué podrá decir ahora su sucesor en el Sillón de Pedro, con el mismo “Anillo del Pescador”, que “el mundo” —Estados Unidos— se abrió a Cuba?

Este del 17 de diciembre de 2014 es el primer milagro del Papa Francisco y será recordado en su previsible canonización cuando Dios quiera: pero faltan otros… Sobre todo UNO.

Tomado del portal: Cubaencuentro

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