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Los sombríos mecanismos de Venezuela e Irán para traficar petróleo y eludir sanciones

Los sombríos mecanismos de Venezuela e Irán para traficar petróleo y eludir sanciones

Fuerzas Quds la que comercializa de manera ilegal con Caracas el crudo de los venezolanos.

Con información de Infobae

Infobae tuvo acceso a documentos que explican las maniobras hechas por ambos regímenes para comercializar millones de barriles de crudo. Los buques fantasma y un barco con destino desconocido

José González de PDVSA firmó el Manifiesto de Carga del buque tanque S-TINOS (IMO 9166754) cuando se terminaron de bombear los 1.859.106 barriles de crudo. Su destino final sería Irán. También dejó su rúbrica el capitán de la embarcación, identificado bajo el usual nombre ruso “Sergey”. Nada debía llamar la atención en el Puerto José Terminal, de Anzoátegui, en Venezuela, el pasado 30 de noviembre cuando ambos protagonistas estrecharon sus manos despidiéndose. Era una actividad rutinaria más. Salvo por un detalle: el S-TINOS ya no existe. Fue desguazado en agosto de 2018 en Chittagong, Bangladesh, uno de los mayores cementerios de barcos del mundo.

Infobae tuvo acceso a documentos filtrados por funcionarios petroleros caribeños que evidencian cómo los regímenes venezolano e iraní “resucitan” navíos para eludir las sanciones impuestas por el Departamento del Tesoro norteamericano que pesan sobre sus administraciones y así aumentar sus negociados. Ese sería uno de los mecanismos utilizados para lograr comercializar su principal materia prima por debajo de los radares. Pero un análisis detallado de las embarcaciones que ingresan a los puertos de Nicolás Maduro que controla PDVSA despertó las alarmas que permitieron rastrear hasta las profundidades del Golfo de Bengala el verdadero destino del S-TINOS.

Un funcionario que presenció aquella transacción irregular supo que algo no estaba del todo en regla cuando comprobó que el gigantesco barco categoría Very Large Crude Carrier(VLCC) que estaba en la Terminal de Almacenamiento y Embarque José (TAEJ) de aquel puerto de Anzoátegui tenía escrito a la vista de todo el mundo otra denominación a la que figuraba en la declaración internacional que indica qué se carga o descarga de una nave y que las partes involucradas acompañan con su firma.

El buque que amarró durante horas en uno de los puertos más importantes de Venezuelallevaba en verdad otra denominación y otro número de IMO, la identificación de cada una de las naves que otorga la Organización Marítima Internacional. Este número es inmodificable a lo largo de la vida útil del buque. En este caso, el que en verdad ingresó a la terminal portuaria venezolana fue el MT-LILU (IMO 9216717), con bandera de Camerún, pero que en los registros oficiales se hizo pasar bajo otra identidad. Su verdadero dueño muy pronto podría enfrentar problemas: o se convierte en cómplice de quienes le alquilaron la operación o toma acciones para evitar ser blanco de las sanciones de Washington. Debe elegir y pronto, antes de que su nave ya no pueda navegar con libertad.

Los socios de Maduro

Desde que Venezuela decidió convertirse en un paria internacional, tiene como uno de sus principales sostenes económicos a IránRusia China también lo asisten y exprimen, pero los intercambios entre la teocracia y Miraflores cumplen varios lustros. Se remontan a los tiempos en que el ex presidente y teniente coronel Hugo Chávez disfrutaba de la bonanza de un crudo a precios astronómicos que le permitían ser el todopoderoso mandatario que consiguió perpetuidad tomando por asalto la justicia, los medios de comunicación, persiguiendo a opositores y reformando la Constitución. También eligiendo a sus socios -ya sean cercanos en la geografía o transoceánicos- para conseguir atar sus destinos bajo el poder del mismo oro negro.

Dentro de la estructura iraní, es la Guardia Revolucionaria Islámica la encargada de mantener activas sus operaciones en el exterior con diferentes formas de financiamiento. En la profundidad de esa organización, es la unidad de élite conocida como Fuerzas Quds la que comercializa de manera ilegal con Caracas el crudo de los venezolanos.

La Guardia Revolucionaria es una organización militar -designada como terrorista en 2019- encargada de intervenir en diferentes escenarios, tanto cercanos como en otras partes del globo. En Medio Oriente alimenta a Hezbollah; en el Líbano, sostuvo al dictador Bashar Al-Assad durante la guerra civil en Siria, que se llevó cientos de miles de vidas; y acosa al reino enemigo de Arabia Saudita, facilitando armamento, inteligencia y dinero a los hutíes de Yemen.

En América Latina, la organización terrorista también es conocida. Venezuela les da cobijo a sus delegados de Hezbollah dando acceso a pasaportes, ciudadanía y tráfico de estupefacientes, y la Triple Frontera compartida entre Brasil, Paraguay y Argentina cuenta con su permanente y amenazante presencia.

Pero, sobre todo, dos hechos ocurridos en Buenos Aires llevan la marca de los hombres radicalizados del Ayatollah Khamenei: cerebros de la Guardia Revolucionaria Islámica estuvieron detrás de los ataques contra la Embajada de Israel en 1992 y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. Maduro podría tartamudear si alguien de la Cancillería rioplatense se animara a reclamarle explicaciones por sus negocios ilícitos con los iraníes. El dictador caribeño puede permanecer tranquilo: eso no ocurrirá.

Las transacciones entre ambos regímenes son clave para el sostenimiento de ese cuerpo de comandos de élite de Teherán y sus operaciones en el extranjero. La fuerza islámica utiliza estos recursos que le proporciona Maduro para continuar con el financiamiento del terror en todo el mundo. Como gran parte de los funcionarios del Palacio de Miraflores, también pesan sobre ellos sanciones del Departamento del Tesoro norteamericano. No tienen muchas puertas que golpear para hacer negocios lícitos.

La clave para eludir las sanciones, traficar crudo y poder unir los puertos de ambas naciones consiste en que la maniobra no sea descubierta por quienes controlan el tráfico marítimo. Para conseguirlo, hacen pasar un barco por otro. Pero, ¿cómo logran “esconder” el buque verdadero que se llevará los barriles?

La trayectoria de la nave rentada no debe ser rastreada bajo su nombre original. Tanto la Guardia Revolucionaria Islámica como PDVSA interfieren en los sistemas de localización para escapar de los radares de seguimiento satelital. Dicha tecnología es conocida como Sistema de Identificación Automática (AIS, por sus siglas en inglés) que en el caso del MT-LILU fue falsificada para evitar que salgan a la luz sus verdaderas rutas. Este mecanismo irregular se llama AIS spoofing, similar al que utilizan algunos pesqueros chinos para eludir los controles internacionales en áreas protegidas o territorios marítimos bajo soberanía extranjera.

De haberse ubicado el buque de bandera camerunés camino a un puerto venezolano éste hubiera sido interceptado en el Caribe y sancionado por las autoridades norteamericanas. Gracias al AIS spoofing el MT-LILU logró ocultarse durante un tiempo indeterminado del radar -o fue “localizado” en otro mar- e ingresó a Puerto José Terminal bajo la denominación temporaria del ya desaparecido S-TINOS para los operadores petroleros venezolanos y el capitán “Sergey” que lo conducía.

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