¿Abandona Trump a los ‘cubanos locos’ de Miami? Venezuela anuncia un giro en estrategia de EEUU

Cabello afirma que ya hay comunicaciones de alto nivel entre Caracas y Washington. “Los teléfonos están sonando —y en Miraflores los están atendiendo”

Con información de El Nuevo Herald / por Antonio Maria Delgado

Los teléfonos suenan en el Palacio de Miraflores —y es alguien en Washington el que está al otro lado de la línea.

Ese fue el mensaje que dio esta semana el poderoso ministro del Interior de Venezuela, Diosdado Cabello, quien aseguró que la política de Estados Unidos hacia Venezuela está cambiando de forma silenciosa pero decisiva —dejando de lado a algunas de las voces más influyentes de Florida.

En una alocución transmitida a nivel nacional, Cabello dijo que Donald Trump ya no necesita el respaldo de los representantes cubanoamericanos de línea dura en la Cámara de Representantes, María Elvira Salazar, Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart, burlándose de ellos como los “cubanos locos” y sugiriendo que han sido descartados como un periódico viejo.

“Trump ha abandonado políticamente a los llamados ‘cubanos locos’ ”, afirmó Cabello, señalando que podrían quedar marginados en las elecciones legislativas del próximo año. “A pesar de que siguen pidiendo más ataques, Washington está construyendo un muro —un muro de contención. Y no es el que ellos querían”.

En cambio, según Cabello, una coalición poderosa —que incluye a grandes corporaciones estadounidenses y estrategas republicanos de alto nivel— está impulsando un enfoque distinto: llegar a un acuerdo con el régimen de Nicolás Maduro.

Según una fuente anónima a la que llamó “Charlot”, asesores clave de Trump creen que es hora de girar: hablar en vez de pelear. Hacer un trato, no provocar otro estancamiento.

Cabello, quien controla el aparato de seguridad del régimen, es considerado el hombre más poderoso de Venezuela después del gobernante Nicolás Maduro. Ambos han sido acusados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos de convertir al país en un narcoestado y de liderar el llamado cartel de Los Soles. En enero, el Departamento de Estado aumentó la recompensa por la captura de los dos venezolanos a $25 millones por cabeza, la cifra más alta disponible por delitos de narcotráfico.

La idea de llegar a cualquier tipo de acuerdo con Maduro es políticamente explosiva en Florida, donde más de 350,000 venezolano-estadounidenses han echado raíces y donde las emociones en torno al colapso del país bajo Maduro siguen siendo intensas.

¿Dos opciones para la Casa Blanca de Trump?

Pero un nuevo informe del Atlantic Council plantea la disyuntiva que enfrenta la Casa Blanca: redoblar la presión —o intentar algo nuevo.

Opción uno: ofrecer al régimen socialista de Caracas una vía de salida. Aflojar sanciones selectivas a cambio de reformas reales. Obtener cooperación en materia migratoria. Abrir espacio para que operen empresas petroleras estadounidenses —especialmente en un país con las mayores reservas probadas de crudo del mundo. Empresas con sede en Florida podrían beneficiarse, al igual que los conductores en las estaciones de servicio.

Opción dos: golpear más fuerte a Maduro. Cortar todos los acuerdos petroleros. Acusar penalmente a sus altos funcionarios. Sancionar a las empresas extranjeras que hagan negocios con el régimen. El objetivo: generar tanta presión interna que algo —o alguien— se quiebre.

Los defensores de esta línea dura sostienen que la historia demuestra que Maduro no es de fiar. “Ya hemos estado aquí antes”, dijo un analista especializado en América Latina. “Negocia, dilata, y se consolida. Mientras tanto, la gente se muere de hambre o huye”.

Pero los críticos del modelo basado solo en la presión señalan las consecuencias dentro de Estados Unidos: los servicios sociales de Florida están desbordados por una nueva ola migratoria, los costos de la vivienda están en alza, y los gobiernos locales no dan abasto.

Cabello afirma que ya hay comunicaciones de alto nivel entre Caracas y Washington. “Los teléfonos están sonando —y en Miraflores los están atendiendo”, dijo, agregando que esta diplomacia secreta causa “profunda inquietud” en figuras de la oposición, incluyendo a su principal líder, María Corina Machado.

Para los veteranos de la política en el sur de Florida, las declaraciones de Cabello son sorprendentes. Trump construyó su política hacia Venezuela durante su primer mandato en torno a sanciones, congelación petrolera y acusaciones criminales —ganándose el respaldo leal de la comunidad exiliada de Miami. Si ahora está reconsiderando ese enfoque, podría haber un serio costo político en el estado del sol.

Estrategias Antagónicas

Por ahora, ambas estrategias parecen estar desarrollándose en paralelo en Washington.

Según un artículo publicado la semana pasada por The New York Times, un esfuerzo de alto nivel para liberar a un grupo de estadounidenses detenidos y a decenas de presos políticos venezolanos fracasó a principios de este año debido a conflictos internos dentro del gobierno de Trump.

Fuentes citadas por el diario dijeron que el secretario de Estado, Marco Rubio, encabezaba negociaciones avanzadas con Venezuela para intercambiar aproximadamente 250 migrantes venezolanos —previamente deportados desde Estados Unidos y retenidos en El Salvador— por 11 ciudadanos estadounidenses y unos 80 presos políticos encarcelados por el régimen de Maduro.

El plan, coordinado por el diplomático estadounidense John McNamara, había avanzado hasta el punto de programar vuelos y establecer la logística para mayo.

Sin embargo, la operación se vino abajo después de que Richard Grenell, enviado especial de Trump para Venezuela, lanzara una negociación paralela con una propuesta diferente, que incluía levantar sanciones petroleras a cambio de la liberación de los estadounidenses detenidos.

El plan de Grenell —que no fue coordinado con Rubio ni con el Departamento de Estado— contemplaba renovar la licencia de Chevron para operar en Venezuela, ofreciendo un alivio económico crucial al régimen de Maduro.

La propuesta habría despertado interés en Caracas, pero chocó con el enfoque diplomático de Rubio, generando confusión entre funcionarios de ambos países.

En cuanto a quién representaba realmente al presidente Trump, las autoridades venezolanas no lo tenían claro. El conflicto reflejaba luchas internas similares durante el primer mandato de Trump, cuando diferentes facciones competían con sus propias agendas de política exterior.

“El sentimiento que teníamos como padres era que había varias personas hablando, pero no trabajaban juntas —un negociador decía una cosa, y otro decía otra diferente”, subrayó Petra Castañeda, cuya hijo, un Navy SEAL, está detenido en Venezuela, en una entrevista con The New York Times.

Redacción

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