La sinfonía silenciosa de Elias Crespin gravita en Venezuela
Es heredero del movimiento cinético venezolano de Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto o Juvenal Ravelo, todos ellos con paso por Francia antes que él
Con información de AFP
"Mis obras son una especie de sinfonía silenciosa que se escucha con los ojos", considera Elias Crespin, quien expone por "primera vez" en más de 20 años en su natal Venezuela después de haber alcanzado el reconocimiento internacional, incluido un trabajo que se exhibe en el Louvre.
Una decena de móviles metálicos en estado de ingravidez son exhibidos en una antigua hacienda tabacalera en Caracas, convertida en espacio de exposiciones. Son "esculturas electrocinéticas", apunta.
Es "emotivo" el hecho de volver a exponer en Venezuela, asegura. "Es una gran satisfacción, es un reconocimiento importante que dice que valió la pena haber hecho lo que hice. Me siento muy satisfecho con esta confirmación de que valió la pena hacer lo que estoy haciendo en Venezuela", dijo a la AFP.
Es heredero del movimiento cinético venezolano de Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto o Juvenal Ravelo, todos ellos con paso por Francia antes que él. También es nieto de la artista alemana Gertrud Louise Goldschmidt, 'Gego', célebre por sus esculturas con hilos metálicos.
"La conocí primero como abuela, más que como artista. (...) Cuando íbamos a visitarla teníamos contacto con todo su proceso y eso es una referencia importante para mí como artista", explica.
"Aprendí cosas de ella y las tengo y las tomo y las utilizo", confiesa, aunque su estética y técnica son propias.
Programador
La génesis artística de Elias Crespin se remonta a "cuando tenía 13 o 14 años" y a la llegada de las primeras computadoras.
Todo comenzó con una computadora Apple II que su padre llevó a la casa. "Venía con un manual de programación y yo un día me empecé a leerlo y estudiar", cuenta sobre sus inicios como programador.
"Así fueron mis primeros programas (...). La gran mayoría eran programas gráficos que entonces veías puntos en la pantalla y cambiabas los colores de acuerdo a generación de números en el programa, entonces le asignaba colores aleatorios o el color que tú querías, dibujaba líneas que cambiaban de color", recuerda.
"Dibujaba líneas cuyos colores cambiaban, también podían cambiar de inclinación", describe.
Recuerda que trazaba una línea de cierto color, luego la borraba y la dibujaba ligeramente desplazada una y otra vez. "Y esa es la manera en la pantalla de la computadora de representar un movimiento de manera equivalente al cine, que se representa el movimiento con cuadros estáticos que los vas moviendo", añade.
"Y así es como se mueven mis obras, pues en el fondo sigo haciendo mi versión de los ejemplos de los primeros programas que hice cuando aprendí a programar", reflexiona.
Hoy, las obras de Crespin —suspendidas con hilos invisibles de nailon— se mueven gracias a pequeños motores y a programas informáticos creados por el propio artista, quien, de alguna manera, le añadió movimiento al cinetismo.
La idea nació en el año 2000 "cuando vi el Cubo de Soto (...). Tuve la idea de que esos movimientos en la memoria de la computadora, que se pueden reflejar en la pantalla (...) podrían conectarse con este cubo, que es un espacio tridimensional y lograr que algo así como este cubo se moviera", rememora.
Dos años más tarde, durante el "paro petrolero" (huelga general de diciembre de 2002 a febrero de 2003 en Venezuela), aprovechó la inactividad para crear su primer prototipo usando viejas impresoras, computadoras y unidades de disco con pequeños motores.
El curador Rolando Carmona se mostró entusiasmado e integró la obra en una primera exposición titulada Apesanteur (Ingravidez). El programador y aficionado a la electrónica Elias Crespin acababa de transformarse en artista.
Luego se dedicó a comprar lotes de pequeños motores a recicladores de material informático para crear nuevas obras. Rápidamente fue solicitado en el extranjero, especialmente en Francia, donde se instaló para continuar su proceso creativo.
"Todo el mecanismo, todo el esfuerzo que hay detrás de la colocación de los motores, el atornillado, la limpieza, la reducción del tamaño de los mecanismos para que todo entre en una cajita, todo eso es técnica necesaria para que la obra funcione, pero que no es la obra en sí", observa. "Para mí la obra es la danza que el espectador disfruta, percibe, contempla".
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