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Bloomberg: "Problemas de PDVSA son estructurales, no cíclicos"

Bloomberg: "Problemas de PDVSA son estructurales, no cíclicos"

El gasto público de PDVSA superó la inversión en exploración y la producción en forma bastante constante durante el último decenio

Con información de Bloomberg

VIENA - A esta altura, el ejército de periodistas exhaustos que deambula en los halls de los hoteles en Viena lo único que quiere es un anuncio de la OPEP. Cualquier anuncio.

Los funcionarios de Venezuela no pueden ser tan optimistas. Son muchas las medidas económicas que pueden ilustrar por qué uno de los cinco fundadores originales de la OPEP quiere algún tipo de acción al viejo estilo de cártel para reducir la oferta y elevar los precios del petróleo. Pero la que sirve es la del PIB per cápita real: el PIB de Venezuela pasó desde su nivel más alto en tres décadas hasta casi el más bajo en el lapso de cinco años.

No obstante, aunque la OPEP de Arabia Saudita acepte reducir la producción para sostener los precios, los problemas de Venezuela no desaparecerán. Lo cual significa que su estatus de comodín en el suministro de petróleo global tampoco lo hará.

Los problemas de Petróleos de Venezuela (PDVSA), son estructurales, no cíclicos. La compañía nunca se recuperó totalmente de la huelga general y la ulterior purga en tiempos del difunto presidente Hugo Chávez en 2002 y 2003, en tanto la producción bajó inclusive en pleno auge de los precios del petróleo durante gran parte de la década después de 2004.

Parte del problema es que, como suele ocurrir con las empresas petroleras estatales, PDVSA era una alcancía para el gobierno. El gasto público superó la inversión en exploración y la producción en forma bastante constante durante el último decenio.

El deterioro es en realidad más grave. Esto se debe a que la producción de PDVSA ha venido cambiando hacia grados más pesados de petróleo crudo proveniente de la llamada faja petrolífera del Orinoco. Este petróleo es más difícil de procesar y tiene un precio con descuento. O sea que además de producir simplemente menos barriles, Venezuela recibe menos por cada uno. Por otra parte, dado que su producción de petróleo liviano baja, tiene menos de dichos barriles para mezclar con el petróleo más pesado con el fin de volverlo digerible para las refinerías. La consiguiente necesidad de importar petróleo liviano incrementa efectivamente el costo de cada barril y drena al país de valiosas reservas en dólares.

A esta altura, PDVSA tiene dificultades para salir adelante. Obtuvo una extensión de deuda con vencimiento luego de semanas de una política arriesgada con los bonistas. Contratistas como Schlumberger Ltd. --crucial para resistir frente a más caídas de la producción-- redujeron la actividad en Venezuela hasta que se resuelvan los problemas con facturas impagas. Y una gran proporción de la producción de PDVSA está efectivamente hipotecada a los acreedores, como China, o afectada a clientes subsidiados, como Cuba.

A pesar de todas sus tribulaciones, PDVSA hará todo lo que pueda para no dejar de honrar sus deudas por temor a lo que ocurriría si se le cerrara el mercado de bonos. Si los precios del petróleo realmente aumentaran a partir de ahora, quizá como consecuencia de un congelamiento/reducción de la OPEP, darían un mayor margen de respiro tanto al campeón petrolero nacional como al gobierno.

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Con sus problemas estructurales, Venezuela necesita, más que un margen de respiro temporal. Como señala Francisco Monaldi, investigador en política energética latinoamericana del Instituto Baker en la Rice University, si las frustraciones con el ritmo de la recuperación económica en los Estados Unidos pudieron producir una victoria asombrosa de Donald Trump, pensemos qué podrían provocar las oscilaciones alocadas en los niveles de vida venezolanos.

En una hipótesis extrema, la escasez de alimentos, la inflación galopante y un bloqueo efectivo por parte de un gobierno impopular de un referéndum revocatorio podrían desembocar en una agitación civil generalizada y posiblemente una caída, tanto de la producción petrolera como del consumo, eliminando quizá 1,5 millones de barriles diarios de exportaciones del mercado global. Esa será la magnitud de la reducción de la que ha hablado la OPEP --sólo una de facto proveniente de Caracas, no de Viena. Si los precios vuelven a desplomarse ante la falta de una reducción creíble de la OPEP, esta realidad potencial se vuelve un poco más patente.

No obstante, aunque Venezuela evite ese caos, sus problemas existentes atormentarán de todos modos al mercado petrolero durante años. Recuerde, aun con los precios altos, la producción de PDVSA venía cayendo y volviéndose más pesada. Habiendo caído unos 300.000 barriles diarios este año, podría fácilmente caer esa misma cantidad el año próximo --lo que equivaldría a una cuarta parte del aumento global previsto para la demanda petrolera global.

Esto a su vez sostendría los precios --pero principalmente en beneficio de rivales como los perforadores de shale estadounidenses y los miembros más estables de la OPEP antes que de Venezuela propiamente dicha.

De hecho, el aspecto más pertinente de la situación del país es cómo demuestra la dinámica que está impulsando toda esta disputa en Viena: en el mercado petrolero actual más competitivo, hay más incentivo para pasar por encima que para sobrellevar actores más débiles.

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