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La revolución y las mujeres: Una participación confinada

La revolución y las mujeres: Una participación confinada

Foto: SP

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El chavismo se autoproclama feminista, pero los aparentes avances pueden terminar profundizando la diferencia de roles, de acuerdo con entendidos

Salvador Passalacqua

@spassalacqua

A sus 15 años, la “revolución” mide el empoderamiento femenino por la cantidad de mujeres en la cúpula Gobierno-Estado-partido y los consejos comunales. Otras veces, por un desdoblamiento del lenguaje llevado al extremo (“millones y millonas”). No puede ufanarse de los cargos de elección popular, acaparados por hombres, ni asoma la posibilidad de que una mujer pueda alcanzar la presidencia.

La primera vez que los gobiernos actuaron por el empoderamiento fue durante la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, China, 1995). Venezuela firmó la plataforma de acción para acabar con la desigualdad en el ejercicio del poder y la toma de decisiones. Hugo Chávez inauguró la llamada democracia participativa designando a una mujer como vicepresidenta en el año 2000: Adina Bastidas. La sucedió Diosdado Cabello. Gradualmente, la figura femenina fue experimentando fugacidad y execración. Nunca más una venezolana llegó a ocupar un cargo gubernamental tan importante y prácticamente desapareció el puesto de primera dama al calor del divorcio de Marisabel Rodríguez, rodeado de rumores sobre violencia.

Chávez señaló a 35 mujeres en sus tres periodos de gobierno para ocupar ministerios como el de Educación, Salud, Deportes, Trabajo, Comunas, Mujer e Igualdad de Género, Comunicación e Información y Despacho de la Presidencia. La nomenklatura chavista es tan masculina, que las carteras se han repartido desde sus inicios entre 114 hombres y nunca se han feminizado, por solo citar dos entre una veintena, las estratégicas administraciones de Petróleo y Minería y Agricultura y Tierras.

Nicolás Maduro inició su mandato con 12 ministras y un año después mantiene ocho. La almiranta Carmen Meléndez fue la primera encargada de Defensa en la historia republicana. Detrás del aparente avance, se encontraba la influencia de seis mayores generales sobre sus subordinados. También es inédito que ahora ostente el cargo de ministra de Interior, Justicia y Paz, con una tarea tan importante como la reforma policial arrebatada por el diputado Freddy Bernal. El último movimiento de fichas implicó la salida de Rafael Ramírez y la designación de Delcy Rodríguez como canciller. Esto sorprendió incluso al parlamento nacional, donde se leyó su renuncia a la candidatura a la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Más llamativo resulta el caso de Cilia Flores. Jamás había guardado tanto silencio en toda su carrera política, a pesar de ser “primera combatiente” y haber sido presidenta de la Asamblea Nacional (AN) y procuradora. El conductor del extinto programa de VTV La Hojilla, Mario Silva, recomendó su bajo perfil en un audio presentado por diputados opositores en mayo de 2013: “Temo que Nicolás esté siendo manipulado por Cilia. La mujer tiene que estar en la sombra”.

De los cinco poderes públicos, tres mujeres capitanean los más censurados por su falta de independencia: el Electoral por Tibisay Lucena, el Judicial por Gladys Gutiérrez y el Ciudadano por Luisa Ortega Díaz. La diputada al Parlamento Latinoamericano Delsa Solórzano critica las gestiones de las “poderosas de la revolución”: “Es una igualdad de fotografía, porque ellas solo cumplen las órdenes de un caudillo. No están preparadas para ejercer los cargos que tienen”, declaró la vicepresidenta de Un Nuevo Tiempo (UNT) a una revista elaborada por estudiantes de la Universidad Santa María (USM).

En eso coincide la psicóloga social y profesora de la Universidad Simón Bolívar (USB), Colette Capriles. “Creo que les hace mucho daño a las mujeres ser tratadas como minoría a la que hay que compensar con leyes y cuotas en gabinetes de gobierno. Las mujeres que ocupan cargos de liderazgo y de decisión deben hacerlo porque son capaces, no porque son mujeres. En esto el gobierno de Chávez funcionó como tantos otros gobiernos demagógicos que pretenden favorecer injustamente a mujeres incapaces solo porque sirven a su agenda política”, opina la autora de La máquina de impedir (2011).

El pasado 25 de noviembre, Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Maduro firmó una reforma de ley que establece el feminicidio como delito e instruyó conseguir una cuota de 50% de diputadas en las próximas parlamentarias. En la AN actual hay solo 25 diputadas, de 165 escaños, y cuatro gobernadoras en los 23 estados del país. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha nombrado a 11 en los 27 cargos de la Dirección Nacional. “Lo más importante no son los altos cargos, a los que siempre hemos tenido derecho y se nos habían negado, sino el papel que están jugando las mujeres en los consejos comunales”, anuncia el portal del Instituto Nacional de la Mujer.

Las mujeres lideran el 70% de los consejos comunales

Detrás del velo del poder popular, se hallan la burocracia y los ruegos para acceder a los recursos del Estado. Los consejos comunales se han vuelto estrictamente necesarios en la búsqueda de soluciones a los problemas habitacionales, de salud, alimentación y educación. Así, el liderazgo comunitario parece más una extensión de las actividades domésticas. Las instancias han devenido en apéndices del poder central, pues la asignación de dineros depende directamente del Ejecutivo: un claro acorralamiento para su partidización.

El 8 de marzo de 2012, el entonces candidato a la gobernación de Aragua, Tareck El Aissami, anunciaba que las mujeres lideraban el 70% de los consejos comunales. La antropóloga Iraida Vargas-Arenas explica que este se ha convertido en el espacio preferido por las mujeres. “La mayoritaria participación femenina refleja que ellas esperan construir formas alternativas de poder”, afirma en un artículo publicado en la Revista Venezolana sobre Estudios de la Mujer.

Vargas-Arenas defiende en esa y otras publicaciones la idea de que las mujeres en situación de pobreza tienen familias matricéntricas, son la cabeza del hogar por la ausencia del padre. El planteamiento concuerda con lo arrojado por el censo poblacionalde 2011 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE): 40% de las familias tiene una mujer “al mando”.

Explotadas por el barrio

El sociólogo y profesor de la Universidad de Oriente (UDO) Pablo Caraballo considera a los consejos comunales como un mecanismo más de la opresión que ejercen el Estado y la sociedad sobre las mujeres, al no existir igualdad de condiciones previas. “La mujer tiene que trabajar en la calle, en la casa y ahora en su comunidad. En todos los casos, su trabajo es para los otros más que para sí misma. Está siendo triplemente explotada: por el patrono, por el esposo y por el barrio”, arguye.

La mujeres pueden estar siendo privadas de ocupaciones distintas a las que tradicionalmente se endilgan a la “feminidad”. En palabras del investigador, se les conmina a ocuparse siempre de las mismas cosas. La filósofa Colette Capriles señala que las políticas que proclaman incorporación a la actividad pública lo hacen profundizando la diferencia de los roles masculinos y femeninos tradicionales.

Lucía Mejías solo conocía el trabajo de maestra hasta que resultó electa como secretaria y vocera del consejo comunal de Boyacá II, en Barcelona. “Antes me acostaba a las 8:00 de la noche. Ahora casi no veo a mis hijos y duermo después de las 11:00, al terminar las cartas para la Gobernación y la Alcaldía”, relata.

La docente de 55 años de edad obtuvo una de las 22 vocerías controladas por féminas. “Sabía que no tenía tiempo para esto, pero me preocupaba la situación de mi sector como madre y como mujer. Mi familia ya está acostumbrándose”. A diario emprende tareas del hogar sin ayuda de su marido ni de sus dos hijos adolescentes: limpia, cocina y lava, para dedicar las noches y fines de semana a los asuntos comunales.

Es similar el caso de Maribel Gutiérrez, responsable del Comité de Hábitat y Vivienda de un consejo comunal en Puerto La Cruz. La vocera declara su preocupación maternal ante los problemas de la comunidad: “El trabajo social me ha fortalecido. Vivo regañando a los muchachos que veo en malos pasos”. El ama de casa percibe un salario mínimo asignado por la Misión Madres del Barrio. Aunque luce como la satisfacción de la vieja exigencia feminista de remunerar el trabajo doméstico, esta política paternalista subsidia la pobreza de 82.000 mujeres, de acuerdo con un balance del presidente Maduro en mayo de 2013.

“La participación de las mujeres en el ámbito público no aumentará mientras los hombres no participen más en el ámbito doméstico”, advierte Capriles. Sosteniendo la tesis de la triple explotación, Caraballo apunta que puede terminarse fortaleciendo el techo de cristal para las venezolanas. “Ante la falsa participación e inclusión, se podría arraigar una dominación simbólica”, plantea el coautor del libro Arcoiris mediático (2012).

Además del sufragio, los consejos comunales son la manera más accesible de ejercer ciudadanía que conoce la mayoría de las mujeres venezolanas. En el sistema actual, asediado por la escasez, la carestía de productos y la inseguridad, se hallan en largas colas para garantizar su alimentación y la de los suyos y compartiendo más frustraciones que alegrías en la casa comunal.

Misión desigualdad

Los socialismos reales han producido grandes desigualdades en su seno e igualdades más bien ficticias, expone Caraballo. El sociólogo ve ejemplos claros en la Unión Soviética y Cuba. En ambas revoluciones, las mujeres participaron con armas en mano a la par de los hombres, pero fueron ignoradas al momento de erigirse los gobiernos. 

Latinoamérica reivindica una posición más pública de las mujeres. Chile reeligió a Michelle Bachelet como presidenta. Con la misma afiliación ideológica, Argentina y Brasil tienen al frente a Cristina Fernández y Dilma Rousseff. Venezuela apenas cuenta con una líder de oposición con aspiraciones presidenciales, María Corina Machado, golpeada dentro del parlamento, depuesta de su cargo de diputada y acusada de conspiración.

Chávez mantuvo una cercana amistad con el dictador libio Muamar El Gadafi y reconoció su admiración por él. Este socialista de Medio Oriente, asesinado por rebeldes durante la Primavera Árabe, escribió en su Libro Verde sobre las “diferencias biológicas” que legitiman la discriminación: “De acuerdo a su naturaleza, la mujer debe tener una posición diferente a la del hombre. Es ama de casa porque es una condición deseable y necesaria para menstruar, concebir y cuidar a sus hijos”. La editorial estatal El Perro y la Rana imprimió 3.000 ejemplares del texto en 2011, repartidos gratuitamente por la Misión Cultura Corazón Adentro. 

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