Cuba, la generación de relevo; por Pedro Corzo / @pedrocorzo43
El régimen castrista tiene vocación de eternidad. Tanto los hermanos Castro como sus pretores consideran la isla un patrimonio familiar, razón por la cual, trataron de formar las nuevas generaciones en el marco más ortodoxo de sus postulados, monopolizando la educación, desacreditando las religiones, reescribiendo la historia nacional e imponiendo un rígido control social que privilegiaba a los serviles y castigaba severamente a los díscolos.
La receta le fue parcialmente beneficiosa por un tiempo, pero la libertad es un contagio que ni el paredón ni la cárcel erradican, máxime, si quienes encarcelan solo cosechan fracasos y producen miseria, como cualquier individuo con sentido común puede apreciar ocurre en Cuba.
El férreo control de la educación y sus trágicas consecuencias y la incorporación de los jóvenes a la lucha por la democracia en el país en el que nacieron o en el de sus padres, es un asunto recurrente en las conversaciones que sostenemos quienes llevamos mucho tiempo involucrados en este cruento proceso contra el totalitarismo castristas. Siempre ha sido una preocupación que la vertiente democrática que enfrenta al régimen dentro y fuera de la isla, cuente con relevo suficiente para derrotar una imposición política que ha devastado nuestro país.
Durante años, algunos ha sido enfáticos en afirmar que al interior de la Isla hay relevo y que eso se constataba con el número de jóvenes que estaban en prisión cumpliendo severas condenas, pero que en el exilio hacían falta muchos más Orlando Gutiérrez y Daniel Pedreira, que aunque hacían un trabajo excelente en la divulgación de la realidad cubana y por derrocar la dictadura, no eran suficientes, situación que ha ido cambiando en los años más recientes gracias al compromiso por la libertad que han demostrado un numeroso grupo de jóvenes que ha arribado al exilio desde hace relativamente poco tiempo.
No es novedoso, siempre han arribado jóvenes comprometidos con la libertad y la democracia, algunos con un fuerte y notable activismo en nuestra querida ínsula, pero en los últimos tiempos la llegada de esos activistas es más relevante porque se hacen sentir, al organizar actividades contra el castrismo y sus aliados, o muestran disposición de sumarse a gestiones con ese fin.
No está en discusión que la oposición más relevante es la que se realiza en la primera trinchera, Cuba, pero la que se cumple en el exterior es muy importante porque en parte, es la caja de resonancia de lo que ocurre al interior de la Isla, sin que dejen de cumplirse otras tareas significativas a favor de la democracia y la libertad.
Hace unos días conversando con Ángel de Fana, un hombre excepcionalmente comprometido con la lucha por el respeto a los derechos de todos los cubanos, llegamos a la conclusión de que los jóvenes de esta última hornada migratoria mostraban mucho más compromiso de trabajar a favor de la democracia en Cuba que otros grupos similares, incluido los integrantes de la llamada Crisis de los Balseros, 1994, aunque estos contaron con la indiscutible solidaridad del exilio, gracia a la labor realizada en la Casa del Balsero, Cayo Hueso, por Arturo Cobo, Carlitos Solís, Rafael Cabezas, Roberto Jiménez y varios más.
Indagando sobre el porqué de esas diferencias llegamos a la consideración de que era consecuencia del quiebre total de la propuesta totalitaria, que el régimen estaba agotado desde hacía mucho tiempo, pero que solo ahora el pueblo estaba percibiendo el desgaste y recuperando las esperanzas y confianza, de que se podía construir un país mejor.
No existen dudas del poder del miedo para paralizar a las personas, para enterrar los sueños de muchos individuos, pero el control que se deriva del miedo es sumamente frágil sino está asociado a la utopía, a la ilusión de que lo que entregamos hoy, incluida la dignidad, va a ser compensado con creces una quimera que todo parece indicar ha sido desechada por la mayoría de los cubanos.
El nivel de participación ciudadana en las protestas que han tenido lugar en Cuba es una fuerte evidencia de que la doble moral impuesta por el castrismo ha llegado a su final, una realidad que se refleja también en los que emigran por los motivos que sean.