El fin de una era; por Pedro Galvis / @pgalvisve
El deseo de cambio del venezolano no es de reciente data, ya en la década de los noventas se empezó a notar cierto sentimiento de hartazgo ciudadano hacia prácticas reñidas con sus valores y aspiraciones, por parte de cúpulas políticas que por arrogancia, ambición y falta de respuestas se aislaron de la gente. Todo esto contribuyó a crear el caldo de cultivo que nos trajo a este sombrío presente.
Chavez aprovechó ese resentimiento acumulado, para llegar al poder y una vez allí, afianzar un modelo de socialismo autoritario apalancado en la corrupción, que alguna vez le sirvió como excusa para insurgir fallidamente contra el poder.
El régimen desde el principio se propuso corromper a las cúpulas militares y al pueblo llano, creando el efecto de una especie de tenaza con la que poco a poco fue metiendo a un gentío en esa dinámica. Los partidos políticos en decadencia no escaparon a esta tentación, sus cúpulas cedieron ante el poder a cambio de cuotas en el reparto de una torta, que finalmente produjo el colapso total del país hasta traernos donde estamos hoy: El desplazamiento forzado de millones de compatriotas, quienes hoy están regados por el mundo; la pulverización del 80% del producto interno bruto, solo durante los últimos 8 años; los trabajadores convertidos en esclavos del siglo XXI y 93% de las familias padecen de pobreza multidimensional.
La pobreza y la corrupción son ingredientes comunes en regímenes autoritarios, de hecho son usados como palancas para aumentar la dependencia y control sobre los grupos y los individuos. De esta manera apreciados lectores seguramente ya habrán podido deducir por el contenido de estas líneas, que no había forma de librarnos de esta pesadilla. Lo que resulta inaudito es que como consecuencia de la misma arrogancia y ambición que dio origen a esta tragedia, no hayamos logrado ponerle fin a todo esto hasta ahora.
Así como van las cosas y después de valorar el espectáculo y anarquía exhibido por las cúpulas opositoras, ante la convocatoria al evento electoral del 21 de noviembre, que contagió a una parte del liderazgo de las regiones. No tengo dudas en afirmar que el fin de una era se acerca, llegará con retraso, pero es inevitable, se percibe en el ambiente, la ruptura es ineludible.
Sin embargo, me siento obligado a resaltar que todavía hay mucha gente decente en los partidos en las regiones, que al igual que usted y yo, aspiran y merecen una mejor conducción política a la que hoy tienen. Esta vez el descontento se ha extendido a las bases de los partidos, molestos por los malos manejos de sus líderes, esto sumado a las expectativas sobre un nuevo intento de diálogo, donde quienes dicen representarnos se sentaron solo con la fuerza de sus intereses, sin pre condiciones previas, ni poder coercitivo real para acelerar un desenlace favorable a los venezolanos, y que seguramente una vez podamos evaluar el resultado electoral de noviembre, desencadenará una ruptura definitiva, con una forma devaluada y desprestigiada de hacer política, eso marcará el fin de una era y un reseteo político, que esta vez sí estará más enfocado en lograr aquello por lo que tanto hemos luchado, sufrido y padecido: conquistar la libertad.
Ánimo, vamos a salir de todo y todos estos.