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Venezuela: la negación de lo obvio; por Pedro Galvis / @pgalvisve

El filósofo griego Platón desconfiaba de la democracia, por el peligro que representaba el hecho de que aficionados estén adivinado qué hacer cuando se trata de atender los asuntos de vida o muerte, que son inherentes a los gobiernos. Le preocupaba sobremanera la frivolidad con la que los pueblos valoran a sus candidatos. Incluso le parecía arriesgado, el hecho de votar por un líder, pues consideraba que los electores eran fácilmente influenciados y se dejaban llevar por características irrelevantes, como la apariencia de los candidatos; desestimando en muchos casos las credenciales y calificaciones para aspirar un cargo y para gobernar. Pensaba que para “tomar decisiones justas, prudentes y sabias”, debía gobernar “la virtud, no la pasión".

Por ello el filósofo consideraba a la democracia, una "forma agradable de anarquía", que llegado el momento, a su turno, -como cualquier otro régimen-, se derrumba por sus propias contradicciones.

El 2020 fue por lejos el peor año para las democracias del mundo. Los regímenes autoritarios y antidemocráticos, han estudiado las debilidades y las herramientas de las sociedades abiertas, para usarlas como armas para declararle la guerra a las democracias. En Latinoamérica, donde la región exhibía el mayor número de países tratando de consolidar sus valores democráticos, está bajo el asedio de movimientos colectivistas camuflados y entrenados para subvertir el orden y desestabilizar países.

De acuerdo al reporte sobre los niveles de “Satisfacción global con la democracia 2020”, elaborado por el Centro para el Futuro de la Democracia, de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido. Arrojó que los niveles de insatisfacción con las democracias vienen en aumento y está alcanzando su máxima expresión global de todos los tiempos, particularmente en democracias desarrolladas.

En el informe se observa que los niveles de insatisfacción de los ciudadanos con las democracias responden en gran medida a circunstancias y acontecimientos objetivos, tales como deterioro económico, escándalos de corrupción y crisis políticas. Los cuales inciden directamente sobre los niveles de insatisfacción cívica. 2005 fue el año que marcó el inicio de lo que han llamado “recesión democrática global”, debido al pronunciado aumento del nivel de insatisfacción democrática, que evidencia un profundo malestar contra las democracias en todo el mundo.

En Occidente, la creciente polarización política, la frustración económica y el ascenso de los partidos populistas han erosionado la promesa de las instituciones democráticas de ofrecer una gobernanza que no sólo cuente con el apoyo popular, sino que también sea estable y eficaz. Mientras tanto, en las democracias en desarrollo, la euforia de los años de transición se ha desvanecido, dejando desafíos endémicos de corrupción, conflictos intergrupos y violencia urbana que socavan el atractivo de las democracias, estas contradicciones están aflorando y se hacen más evidentes cada vez. Es imperativo asumir la responsabilidad de afrontar de inmediato las rectificaciones profundas que los ciudadanos están reclamando, y que están en mora desde hace mucho tiempo.

En la década de los noventa, en Venezuela aparecieron señales de insatisfacción, con nuestra incipiente pero defectuosa democracia. La percepción de elecciones justas y competitivas, el respeto de las libertades civiles básicas, definitivamente no fue suficiente para compensar el malestar derivado del populismo, corrupción, tráfico de influencia, infraestructura deficiente y pobreza.

Esto lo recogió el expresidente Rafael Caldera durante su discurso ante el Congreso Nacional, el 4 de febrero de 1992, en la sesión especial celebrada con ocasión al fallido golpe de estado, intentado por Hugo Chávez, que lo proyectó para ganar nuevamente la presidencia de la república posteriormente:

"Lo que más me preocupa y me duele es que no encuentro en el sentimiento popular la misma reacción entusiasta, decidida y fervorosa por la defensa de la democracia que caracterizó la conducta del pueblo en todos los dolorosos incidentes que hubo que atravesar después del 23 de enero de 1958… // …El país está esperando otro mensaje… // …Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer y de impedir el alza exorbitante en los costos de la subsistencia, cuando no ha sido capaz de poner un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo está consumiendo todos los días la institucionalidad. Esta situación no se puede ocultar.”

Ya sabemos como evolucionó el resto de esta historia. El pragmatismo y arrogancia de buena parte de la dirigencia política les ha impedido descifrar el problema que ha minado la confianza ciudadana en las instituciones democráticas y en el liderazgo político en general, profundizando las contradicciones de la democracia, llevándolos a la negación de lo obvio: factores como la opacidad administrativa, la falta de rendición de cuentas, no contribuyen en nada para mejorar la percepción ciudadana de las cualidades del liderazgo político nacional. No había forma de evitar nuestra tragedia, cuanta razón encontramos en el pensamiento de José de San Martín, cuando dijo:

"La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.

¿Será que hemos aprendido la lección?