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¿Crisis salarial sin remedio?; por Víctor  Víctor Urbáez / @vrurbaez

A nadie le alcanza el salario, sobrevivir en Venezuela con hiperinflación, con el virus chino y con un costo de la vida dolarizado, mientras el salario de los trabajadores decrece y se reduce a la mínima expresión, es un milagro. Los números no mienten, el salario que perciben los trabajadores no les alcanza para comprar los alimentos necesarios, el incremento vertiginoso de sus precios ha hecho que cada vez se les complique más servir comida en sus platos, muchos apenas hacen dos comidas, que ni siquiera son bien nutridas, dejando en evidencia la grave crisis por la que estamos pasando, el salario no alcanza para subsistir, no alcanza para nada. Los trabajadores están impactados por la hiperinflación, el virus chino y la dolarización, que agregan cada día nuevos productos a su ampliada lista de incomprables. Productos que deberían llegar a los anaqueles para que los trabajadores los adquieran cuando los necesiten, pero su poder adquisitivo no se los permite, entrando en el mundo de la miseria y el hambre.

Con este funesto marco económico, la política salarial del régimen marcha sin brújula, concentrándose en el salario mínimo, como una política para atacar la crisis económica. Ellos creen que de esta manera se mejora el nivel de ingresos y la calidad de vida de los trabajadores, sin embargo la realidad es otra. La pura revisión del salario mínimo va gradualmente achatando las escalas salariales, de tal modo que los ingresos de cada vez un mayor número de trabajadores se ubiquen en el nivel del salario mínimo, y los diferenciales con aquellos trabajadores que cuentan con experiencia y funciones de mayor complejidad y responsabilidad, se hacen menores o inferiores en muchos casos. Desmotivando el cumplimiento del ejercicio laboral, con consecuencias de efectos perversos cuya magnitud no solo se aprecia en lo inmediato, sino que para revertirla tomará un tiempo importante. El resultado: totalmente negativo, no mejoró nada, quedamos peor, sobrando las razones para mirar con pesimismo el futuro.

Los trabajadores han perdido gradualmente, calculadamente, perversamente, los beneficios socio-económicos y el poder adquisitivo de su salario. Accediendo a una nueva y humillante condición, que se caracteriza por la desmejora, beneficios miserables e inexistentes, salarios indignos y míseros, que hacen las quincenas eternas, todo bajo la tutela de seudos dirigentes sindicales. Las Convenciones Colectivas, que en un pasado no muy lejano, eran referente con gran impacto en los demás sectores, hoy se han convertido en un ejemplo de cómo destruir los derechos que por décadas los trabajadores han adquirido, lo peor de lo peor. La revisión unilateral de los salarios, perdió la capacidad de ser entendida como un componente de un complejo de factores que han de ir aparejados, tales como las inversiones, los servicios, la producción y productividad, los incentivos y los distintos factores que se relacionan con la producción y el bienestar social. Restando cualidad y autonomía a los representantes sindicales y a los procesos de negociación. Sin negociación y acuerdos no puede haber ni eficiencia, ni transparencia, ni solución, no se detiene el constante deterioro salarial. Por eso, organizarse es una condición necesaria y obligatoria, para poder ejercer acciones reivindicativas en los centros de trabajo y reclamar con la fuerza de la representatividad condiciones justas para el trabajo y una distribución equitativa de los beneficios.

Los salarios y pensiones de los trabajadores son indignos, son salarios de esclavitud, dejando ver una desigualdad entre los trabajadores, donde la segmentación y la exclusión están presentes y una gran mayoría queda en los límites salariales mínimos que la Ley otorga. Mientras tanto, la crisis económica en Venezuela florece “a pasos de vencedores”, con la inflación más alta del mundo, debido a un modelo económico que no funciona, y con el hambre avanzado a pasos agigantados, indetenible. Esa es la “crisis salarial sin remedio” en la que se está hundiendo Venezuela, en la que cualquier ajuste que no resuelva la inflación acumulada y estimule la producción con acciones económicas serias y racionales, está condenado al fracaso, será insuficiente.

Arrastraron tanto la arruga que se necesitan muchas más cosas para planchar, y solo con un cambio de régimen se detendrá la crisis salarial y se encontrará el remedio.

“EL SALARIO MÍNIMO DEBERÍA SER UN SALARIO DIGNO”. Jon Ossoff

Ing. Víctor Urbáez

Secretario General

SUTEA

@vrurbaez

victorurbaez@gmail.com