El Mercurio Web | Noticias, Información y Análisis

View Original

Charrismo y Alacranismo Sindical; por Víctor Urbáez / @vrurbaez

A finales de los años 40 el gobierno izquierdista de México controló las demandas de los trabajadores, con una extraña alianza entre “sindicalistas” y patronos, conocida en el mundo como el “Charrismo Sindical”, un caso único de subordinación y entreguismo de la lucha obrera por parte de sus dirigentes. El mecanismo ideal para ello fue el corporativismo: “un sistema de organización o pensamiento económico y político que considera a la comunidad como un cuerpo sobre la base de la solidaridad social orgánica, la distinción funcional y los roles entre los individuos”, donde no tenían cabida los sindicatos autónomos, eran un obstáculo para la clase política y económica naciente, y fueron saboteados por el “Charro”, el “sindicalista” Jesús Díaz de León, leal al gobierno, con una estrategia de desprestigio y hostigamiento hacia los sindicatos independientes y hacia los trabajadores, con detenciones, despidos, ocupaciones de las sedes sindicales, desmejoras de los contratos colectivos y creación de “Comités Seccionales Charros”, todo esto con la ayuda del gobierno y conocidas como “Charrazos”. Se inauguró una etapa de injerencia directa del poder gubernamental en los asuntos sindicales, llenos de violencia, corrupción y antidemocracia, apuntalando la relación entre el gobierno y los sindicatos, donde la acumulación de la riqueza y la distribución del poder se llevaban a cabo a costa del lamentable empobrecimiento de los trabajadores.

El charrismo es ilegal, sus vicios de origen son la violencia y la arbitrariedad, con violación permanente de los derechos sindicales de los trabajadores, total abandono de los métodos democráticos, malversación y robo de los fondos sindicales, tráfico deshonesto de los intereses de los trabajadores, confabulación de los líderes espurios con el régimen, corrupción en todas sus formas y un férreo sistema de control que impide la participación de sus afiliados en las decisiones que les afectan directa e indirectamente.

Los Charros aparecen como un ente todopoderoso capaz de someter a miles y miles de trabajadores con sólo artimañas y medidas represivas. Revisan y firman convenciones colectivas, aumentos de salarios, reglamentos internos, códigos especiales, etc., sin someterlos a conocimiento, discusión y aprobación de los trabajadores. Asimismo, permanentemente dan su apoyo incondicional a la política del patrono.

Desde aquella fecha “charro”, “charrismo” y “charrazos” forman parte del lenguaje de los sindicatos, a la que se suma “alacranismo”: “intoxicación inoculada por el régimen venezolano, a través de supuestos líderes políticos opositores, mediante el ofrecimiento de prebendas y curules a dirigentes sindicales, que no formaban parte del charrismo sindical venezolano, para “motivarlos” a participar en unas elecciones viciadas, sin garantías y sin posibilidad alguna de cambio, para elegir una “nueva” Asamblea Nacional.

El rasgo político esencial del charrismo y el alacranismo es la conjunción del corporativismo y el autoritarismo gubernamental, basados en la inmensa crisis económica y social que padecemos. Por ello no extraña que la “intoxicación” tenga eco en el mundo sindical que sea omiso, obscuro y “pro régimen”, que jamás se ocupó de reivindicar banderas de lucha en favor de los trabajadores. No obstante, existen dirigentes sindicales de comprobada trayectoria, que sienten la tentación del Diablo para brincar la talanquera, en muchos casos motivados por el desespero que genera la destrucción de Venezuela.

Los dirigentes sindicales charros y alacranes se hacen ciegos y sordos ante las demandas de los trabajadores, pero lo peor es que se vuelven serviles y, generalmente, déspotas.

“Más que por la fuerza, nos dominan por el engaño" Simón Bolívar

Ing. Víctor Urbáez

Secretario General

SUTEA

victorurbaez@gmail.com