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El miedo y el trabajo; Por Víctor Urbáez / @vrurbaez

El miedo es una emoción elemental, universal y necesaria con la que hemos sido programados naturalmente para responder y reaccionar ante los peligros en función de la supervivencia y la conservación de la especie. El trabajo es un conjunto de actividades que realizamos con el objetivo de alcanzar una meta, solucionar un problema o producir bienes y servicios para atender nuestras necesidades. Un trabajo digno es aquel que origina un salario digno, protege los derechos, garantiza igualdad de género y asegura protección laboral, es decir, permite vivir al trabajador y a su familia en condiciones decentes, cubriendo necesidades básicas como la alimentación y la salud. En los últimos años la crisis económica aumentó la incertidumbre y el miedo, pasando a formar parte de la identidad de las empresas y de los trabajadores. Hay muchas cosas que nos dan miedo en el trabajo, aunque los miedos más universales tienen que ver con el temor a perder el puesto de trabajo, recibir una mala evaluación, tener que hablar en público o que nos llamen la atención por un mal resultado.

El miedo es una emoción intensa que indica peligro, situación que se percibe como una amenaza. Cuando existe dificultad para identificar el contenido de la amenaza se hablaría de angustia y cuando la amenaza se percibe como inminente, el miedo se puede transformar en terror o pánico. El miedo es una potente y sofisticada herramienta de control social, una perversa forma de gobierno: “Tómale una foto al acto de votación o te despido”, “Se la pasan es chillando”, “No se equivoquen, cuiden su trabajo”, “Al trabajador que ustedes vean que es guarimbero, denúncialo para botarlo”, “He ordenado, no es que pedí un favor”, “Tú estabilidad laboral no está garantizada si perdemos la Asamblea”… No confundir con el miedo a ir al trabajo, mejor conocido como Ergofobia, que es un miedo irracional a ir a trabajar, que provoca un intenso malestar, antes o durante la jornada laboral, y que puede llegar a desencadenar una crisis de ansiedad. La crisis por el virus chino puede ocasionar Ergofobia, muchos trabajadores pueden sentirse agobiados ante la idea de tener que regresar a su Centro de Trabajo, luego de mantenerse en su casa durante largos meses, presentando niveles de ansiedad muy elevados que pueden llegar a tomar la forma de crisis de pánico. Independientemente del temor al contagio derivado de la actual pandemia, cualquier trabajador en un momento dado puede sentirse inquieto, inseguro, o con cierto temor a ir a trabajar, pero cuando este miedo dura demasiado tiempo, y es lo suficientemente intenso como para que la actividad laboral provoque un malestar constante, deja de ser un miedo convencional para convertirse en Ergofobia.

En el día a día del trabajo, el miedo está muy presente, se aplica masivamente para controlar a los trabajadores. Pero no es infalible, orienta muchas de nuestras conductas, permea en las relaciones entre trabajadores y entre trabajadores y supervisores. Constituye una de las principales herramientas cotidianas para someter y conducir la conducta de los trabajadores. A trabajar más por menos, sin herramientas ni seguridad y sin chistar. Si no, ¡pa' la calle!... De la mano del miedo de abajo, la soberbia de arriba. La relación laboral no es un pacto libre entre iguales, es una relación de poder asimétrica, de subordinación y dependencia. Quién está en posición de ventaja, arriba, impone sus criterios a quién está en situación de desventaja, abajo. La relación laboral se basa en una coacción, una intimidación, una amenaza. El miedo es viejo en el trabajo. Sin embargo, como trabajadores, en la lucha por nuestros derechos, no sabemos muy bien qué hacer con él, más allá de aguantarse cada quién el suyo apretando calladamente los dientes, o de indignarnos con los discursos de miedo que promueven sindicatos funcionales al régimen: “no matemos la gallinita de los huevos de oro”… Con el cuento de la guerra económica y a base de miedo nos han quitado derechos laborales, desde la suspensión de las Convenciones Colectivas hasta la aplicación de un cierre de brecha a través de unas tablas salariales, que su único fin es bajar los salarios al mínimo, un sistema de salud inservible, unas Empresas destruidas, abandonadas. Nos gobiernan a base de miedo. Se trata de producir en la masa trabajadora un fuerte impacto emocional a través de una situación intensa y profunda de confusión y amenaza, y antes de que pueda darse cualquier reacción, implementar rápidamente una serie de cambios profundos en la estructura económica, social y política. La doctrina del shock: Miedo a la “crisis”, al desempleo.

Pero no todos los miedos son necesariamente malos, afirman los expertos. Algunos de ellos nos avisan de posibles peligros o dificultades que nos permiten prepararnos para determinadas situaciones, como el miedo a la pandemia, a la hiperinflación, a la cuarentena radical, al dólar paralelo, al dólar del régimen, a estar sin gasolina, sin gas, sin luz y sin agua o a sobrevivir con 0,80 $ mensuales de salario. El miedo puede ser tanto objetivo como subjetivo, real o imaginario, racional o irracional, y está en función del trabajador que lo padece, de su percepción, y del sistema de creencias y recursos que le pueda servir como sistema de seguridad, el cual ha sido construido mediante las representaciones de experiencias anteriores. De esta forma, la «peligrosidad» que provoca el miedo depende de la evaluación que hace el trabajador, y esta puede estar equivocada, lo que lleva a considerar el miedo como una anticipación «simbólica» del daño.

El miedo en el trabajo puede producir sometimiento, impotencia, pasividad y resignación ante la explotación. Afrontarlo constructivamente y conseguir resultados positivos mejora la valoración que uno hace de sí mismo, da seguridad en las propias capacidades y potencialidades y permite seguir adelante con más confianza y recursos. Se trata de conservar y cuidar la propia autonomía y para ello, el respeto hacia uno mismo resulta la defensa más valiosa. Como persona, como grupo y como sujetos históricos. Quedando el miedo en el trabajo sin nombre, inexistente, descontextualizado, individualizado, desvalorizado, deslegitimado... pero calculable y administrable. Es el trabajador, origen del problema, quién debe cambiar; se trata incluso de una cuestión de libertad y decisión personal, de percibir el riesgo, de reflexionar y tomar precauciones.

Debemos mantener una postura activa, conocer la realidad y obtener explicaciones que sirvan para entender lo que sucede, contrastar versiones oficiales y desarrollar convicciones políticas propias, es parte del proceso de afrontamiento. Conocer los métodos y estrategias del poder, entender que el miedo y la represión tienen una explicación ayuda a entender y enfrentar las situaciones. Así, la represión tiene cara y ojos y el miedo resulta menos destructivo. Compartir situaciones posibilita la identificación, la empatía, ver los problemas como comunes. Se trata de construir espacios de encuentro que permitan establecer confianza, reflexionar y buscar alternativas en común, a partir de la solidaridad y el apoyo mutuo.

En resumen, se trata de nombrar el miedo en el trabajo, reconocer su existencia, visibilizarlo, contextualizarlo, compartirlo, darle sentido y afrontarlo en común; aprovecharlo para ser más eficaces en denunciar la intimidación laboral, defender nuestros derechos como trabajadores y promover nuestra autonomía. Es momento de cambiar y darle un “parao” al acoso, al miedo, al destrozo al que sometieron a la Empresa venezolana.

“El miedo tiene su uso, pero la cobardía no tiene ninguno” Mahatma Gandhi

Ing. Víctor Urbáez

Secretario General

SUTEA

@vrurbaez

victorurbaez@gmail.com