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Partió Abel, queda Caín; por: Pedro Corzo / @PedroCorzo43

De nuevo reafirmo mi percepción de que las más de las veces los primeros en partir al infinito son los buenos, los que cumplen sus deberes con la sociedad y la Patria, mientras los Caínes, esos que asesinan a sus hermanos, siguen disfrutando la cosecha de su maldad en Cuba. 

Escribo esto en relación a la partida del hermano del presidio político Abel Nieves Morales, un hombre frugal, austero, que cumplió 21 años de presidio de una condena de 20, atrocidades del totalitarismo cubano, que gusta dejar a los presos tras las rejas aunque hayan extinguido su sanción, los que la historia recoge como “los recondenados”.

Abelito, como le decían cariñosamente, fue un guerrillero toda su vida. Un rebelde con causa, un defensor incansable por reinstaurar en Cuba la libertad ciudadana y la democracia. Nunca se preocupó por su bienestar personal. No se dejó seducir  por una vida en las que sus obligaciones con la tierra en la que había nacido no estuvieran presentes. En el exilio trabajó para vivir, no para disfrutar las ventajas de esta sociedad.

Su residencia por muchos años fue la Casa del Preso, que fundó Renán Llanes, otro ex prisionero que tuvo a Cuba y la libertad en su corazón hasta el día de su muerte. Enfermó en ese santuario de cubanía, de allí fue conducido a un hospital,  falleciendo poco después.

Abel cooperaba con todos los que combatieran el totalitarismo insular, no obstante, su mayor interés, radicaba en rendirle tributo a los mártires de este proceso libertario. Se encargó de buscar decenas de fotos de los caídos en esta larga lucha. Ayudó a confeccionar la galería de mártires de la Casa del Preso, compartía la información que conseguía. La última vez que nos vimos me entregó para el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo una gran cantidad de documentos y una copia de la histórica foto que le sacara el también guerrillero Austin Young en la Sierra de los Órganos, como relata el jefe guerrillero Fernando Pruna Bertot. 

Su oposición a la dictadura fue instantánea. Fue testigo clandestino de los infames fusilamientos que ordenaba Ernesto Guevara en la fortaleza de La Cabaña. Antes de alzarse en armas, conspiró, fue apresado, lo encerraron en una de las gavetas horizontales del castillo de Atares. No podía moverse, en un espacio en el que apenas cabía, estuvo tumbado varios días,  fue una cruel experiencia, un relato que recoge el documental  “Las Torturas de Castro”  de Luis Guardia.

Esa horrenda tortura no lo doblegó, cuando lo excarcelaron dejó los estudios para siempre y se enroló en la conspiración de Trinidad de 1959, conocida como “la trujillista”. Detenidos la mayoría de sus compañeros en esa conjura, se sumó con solo 17 años, septiembre de 1959, al grupo guerrillero que comandaba Pruna Bertot en las montañas de la provincia de Pinar del Rio.

Combatió hasta ser apresado, sobre su detención le dijo a este columnista, recogido en el libro “Confrontación”,  “Después de mi arresto el capitán Borjas Borjas  me ató a un palo junto a Víctor López Becerra y  dijo que nos iba a fusilar pero en el momento en que nos apuntaba con un fusil entró el capitán Vicente Martínez Rodríguez, jefe del Escuadrón 63 de Consolación del Sur, posteriormente preso político como otros muchos oficiales rebeldes dignos,  y le gritó a Borjas, “Oye, no hice Revolución para esto, recuerda lo que dijo Escalona, si los cogen vivos tienen que traerlos vivos”, contestándole Borjas, “Escalona no sabe lo que pasa aquí”.

La prisión lo forjo todavía más. Fortaleció su conciencia cívica. No hubo frustración o desencantos que le impidieran continuar la lucha a la cual se había entregado toda su vida. Abel Nieves  escogió su destino. Decidió enfrentar la dictadura a tiempo completo, esa fue su manera de vivir y hasta el día de su muerte fue un misionero del compromiso por una Cuba Libre.

Fue un honor conocer a Abel y pensándolo bien es de creer que no descansa en Paz, como debe hacer todo hombre libre, mientras los caínes sigan oprimiendo a la nación cubana.