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La mentira en la política; por: María Alejandra Malaver / @malemalaver

Opinión-.  Muchos se ha dicho sobre la mentira en el mundo de la política. Para algunos esta palabra: “mentira” sintetiza la acción de los políticos, para otros la mentira es una herramienta, y para un tercer grupo, integrados por pocos, es la antítesis del ejercicio ético del quehacer político. 

Primero, debemos diferenciar la mentira burla, soez y agria, con acciones de índole estratégico o político, que por los general son acciones entre quienes hacen política, que en muy rara ocasión tiene contacto o efectos en la opinión pública o en la población en general, es decir, son las maquinaciones que se viven dentro de los partidos o grupos políticos. 

Estas acciones, que por cierto no solo se viven en la fauna política sino en el mundo comercial, empresarial e inclusive religioso también son protagonistas, distan mucho de la mentira abierta y descarada. 

Ésta es aquella que se emplea para tratar no sólo de manipular a la población sino en crear en sus mentes imágenes perturbadoras que beneficien directamente al generador de la falsedad.

Tenemos políticos que se basan en la mentira para aparentar aquello que no son y así embaucar a aquellos que le crean. Mentirosos también son los populistas que prometen villas y castillos sabiendo que es imposible cumplir lo que dicen. 

Mienten, de forma impúdica, aquellos que pretenden beneficiarse para lograr un objetivo personal y mezquino. Mienten para satisfacer sus egos, para poner en marcha maniobras maquiavélicas o para afectar la imagen de un tercero. 

Pero, dentro de la política como en la vida la “mentira sale”. Sí, aquel que base su vida pública en una falsedad, más temprano que tarde, verá como todo se desmorona a su alrededor. 

En mi casa se oían una frase muy verídica “entre cielo y tierra no hay nada oculto”, y quien se apoye en un engaño para acceder en la política, lo hará sobre una tierra lodosa, y en cualquier momento se puede precipitar al suelo. 

Siempre he sido una firme partidaria de la ética en la política, porque entiendo a ésta no como la obra de un grupo selecto de personas que se dedican a la conducción, sino como una expresión más de la ciudadanía. Así recordando la vieja concepción griega de “Polis”. 

Y, además, al emplear la definición de la política - según la Doctrina Social de la Iglesia - como una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común, nos permite ver las verdaderas dimensiones humanas, sociales y de vocación que debe reinar en el mundo político. 

Me identifico con la frase de Santo Tomás Moro, santo patrono de los políticos, que dice: “El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral". Para mi criterio la afirmación es total y radicalmente cierta. 

La política debería ser un crisol de moralidad, porque es el espejo de nuestras sociedades. Ojalá, que lleguemos a ese punto utópico, donde la rectitud y el deber ser se impongan sobre lo indebidamente permitido.  

P.D: Desde estas líneas también quisiera hacer un exhorto a los políticos de mi Lechería, para que sean más parecidos a Tomás Moro, y menos Nicolás Maquiavelo. Que actúen en favor del bien común, y menos en sus deseos o necesidades mezquinas.