Hemos leído de ciertos capítulos en los cuales venezolanos son objeto de actitudes contrarias a la solidaridad humana por parte de personas que exudan irracionalidad ante la tragedia que vive el prójimo, no importa de dónde provenga. En ese caso son venezolanos que en enormes cambotes han invadido la tranquilidad de otros países y por ende de otros ciudadanos a quienes de alguna forma se les afecta.

Sin embargo notamos dos aspectos que obligan a extraer del concepto de xenofobia los capítulos aislados aun teñidos de violencia. En primer término, eso: son capítulos aislados. No se trata de un comportamiento colectivo ni liderado cual KKK. Y luego, que no puede compararse a las migraciones recibidas por Venezuela desde esos países donde se suscitan tales casos porque nunca fueron con la magnitud de la diáspora nuestra, que tan solo para Colombia cruza la frontera diariamente una riada de más de 80 mil personas.

Recordamos que en Venezuela hubo hasta 5 ó 6 millones de colombianos, pero vinieron goteados y no desplazados en volúmenes insólitos. Lo nuestro perturba la vida, la tranquilidad, los servicios, las fuentes de trabajo y mucho por el enorme éxodo que protagonizan los venezolanos que huyen a Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile y Argentina como destinos preferidos, pero los hay que se van a cualquier rincón del planeta por idénticos motivos. Y hasta los habrá en la luna.