El fin de la política
La incertidumbre, el desasosiego y el temor se apoderan del alma venezolana, provocando una auténtica tormenta de confusas sensaciones, pero “queda mucho por hacer”
Editorial: Punto de partida
El periodista, a quién le toca la nada agradable tarea de recopilar los sentimientos del pueblo en la calle, regresa a su escritorio más confuso y abatido de lo que estaba cuando salió. En los mercados, las paradas de transporte, las colas frente a los bancos y en prácticamente todas las reuniones de cualquier tipo, desde festejos hasta funerales, inevitablemente surgen las inquietantes frases: ¿Qué va a pasar? ¿Hasta cuándo durará esto? ¿Tendremos que ir a votar? ¿Estos ca...rrizos saldrán con votos? ¿Qué debemos hacer? ¿Dónde están nuestros dirigentes...? Y así, en una larga letanía de quejas, lamentos, acusaciones y amenazas, entretejida con suspiros de resignación, muecas de incertidumbre y expresiones de incredulidad...
La incertidumbre, el desasosiego y el temor se apoderan del alma venezolana, provocando una auténtica tormenta de confusas sensaciones. El futuro previsible se torna cada día más negro y amenazante. el dinero se volatiliza y esfuma. Y todo el que puede (y hasta el que no puede), comienza a pensar en la huída hacia cualquier sitio. La gente busca como ponerse a salvo e intentar protegerse y proteger a sus seres queridos. Por donde se mire pareciera que todos están esperando alguna solución mágica o divina. Es que ni en la cárcel ni en los hospitales se está a salvo. Todos andamos haciendo maromas para ver si logramos llegar... al día siguiente.
Escuchamos las noticias con ansias y solo conseguimos sentirnos más frustrados. Repetimos los rituales diarios con la mente ensombrecida, pero conservando nuestra inquebrantable fe en el país. Llevamos los niños a la playa, a la escuela o a algún parque, Intentamos -a veces inútilmente- mantenerlos apartados de esta tragedia. ¿Cómo responder a la pregunta de por qué hay otros niños hurgando en la basura para buscar comida? Y en el medio de todo, de pronto nos asalta la sensación de que nos quedamos sin líderes. Los que aún persisten en la lucha por tratar de mostrarnos un camino, solo atinan a repetir un desgastado y deslucido discursoelectoral. Si alguien asoma una idea, un intento de reordenamiento de las fuerzas, no tardan en surgir miles de voces que lo apuñalan y lo acusan de inconfesables pactos con este o aquel otro.
Hace rato perdimos las referencias, los líderes se han ido desparramando y enredando en sus propias redes de conveniencias e intereses personales. El reportero con la grabadora y las imágenes en su teléfono, toma una inspiración profunda y teclea: "No es el fín de la política, sino el de la mala política. Se acabó... Queda mucho por hacer: reconocer, corregir y recomenzar. Y hay que hacerlo ya, antes de que la lucha continúe por otros medios..."