La guerra perdida - Por Omar González Moreno / @omargonzalez6
Luchar con un enemigo y con un traidor al mismo tiempo es muy difícil. Y así lo están experimentado las Fuerzas Armadas Nacionales, órgano que viene sufriendo los embates de una guerra silenciosa en contra de las incursiones y apoderamiento de territorio que viene realizando la guerrilla colombiana en nuestro país.
Lo que acaba de acontecer en Amazonas, donde la Guardia Nacional tuvo que intercambiar metralla contra fuerzas guerrilleras, demuestra que la situación no está nada fácil.
El llamado Ejército de Liberación Nacional (ELN) avanza en Guayana y Amazonas con el beneplácito del mismísimo Maduro. De esto no pueden caber dudas, porque la verdad se evidencia ante las posiciones flexibles que asume el régimen frente a este atroz suceso.
Los militares venezolanos pierden la guerra contra la guerrilla porque el régimen los traiciona. Sí, los uniformados venezolanos no tienen órdenes de combatir como es debido a esta real invasión que estamos sufriendo.
¿Cuál es la razón de semejante acto de entreguismo y desamor al país? Sencillo: Maduro tiene a la guerrilla como unos aliados estratégicos en el negocio del oro y demás minerales preciosos y semipreciosos en el sur de Venezuela. En otras palabras, son socios.
Estos nexos atan de manos a los militares venezolanos. Quienes sí optan por enfrentarse a los guerrilleros, sufren bajas por la orfandad a la cual están expuestos.
Además, la guerra silenciosa y perdida no es solo contra el ELN, sino contra el hampa común y el narcotráfico que igualmente avanzan y crecen ante la mirada cómplice y permisiva de Nicolás Maduro y su tren ejecutivo.
En los cuarteles retumba el malestar y los vientos de inconformidad son cada vez mayores. Y éstos crecen aún más cada vez que uno de sus compañeros de armas cae debido a las balas de los grupos irregulares que son dueños y señores de vastos espacios en el país.
Cada vez más la Fuerza Armada Nacional debe decidir si rescatan su dignidad mancillada o siguen su camino hacia la prostitución moral.
Porque su valía no se mide en bombas lacrimógenas lanzadas o en marchistas arrastrados a los calabozos del régimen. Su valor real se mide en su capacidad de respuesta cuando la nación nos necesita, cuando hacen respetar los juramentos que algunas pronunciaron ante la Bandera Nacional.
Si los militares prefieren golpear mujeres y estudiantes, si ellos deciden a favor de la barbarie, si voltean sus rostros hacia la dirección contraria para no ver cómo grupos armados se adueñan del país, entonces no son merecedores de portar el uniforme de un cuerpo que dice seguir la filosofía de Simón Bolívar, José Antonio Páez o Antonio José de Sucre.
Tienen dos caminos delante de ellos: se hunden con el régimen o se salvan con Venezuela.
Hasta ahora están perdiendo la guerra con los grupos violentos, ilegales y antinacionales, y por ende se van hundiendo con el socialismo del siglo XXI. Pero aún están a tiempo para cambiar y salvarse con Venezuela, y con el país salvar su dignidad de ciudadanos militares.
En los cuarteles ya saben que los verdaderos apátridas no son los jóvenes universitarios que sueñan con un mañana mejor, sino que los antivenezolanos son aquellos que, beneficiándose del poder, le abren las puertas del país a los enemigos de Venezuela.
¿No les basta con ver cómo los cubanos mandan en las instalaciones militares? ¿Cómo Maduro entrega el Esequibo? ¿No le es suficiente burla y humillación que en actos oficiales nacionales ondeen la bandera de Cuba? Tengo fe que abrirán los ojos y se pondrán del lado de esa sociedad venezolana que clama en las calle, en sus casas y hasta en el exterior por un cambio inmediato.
Han perdido la guerra porque han tenido como jefe al pilar de la quinta columna. Maduro traiciona a las FAN. Su guerra está perdida.