Negociación; por: Alexis Ortiz / @alexisortizb
Desde que el hombre amaneció como ser social en la faz del planeta, los procesos conflictivos terminan, inexorablemente, en una negociación. Eso es más exigente en la política democrática que consiste, por encima de todo, en evitar pleitos y buscar consensos.
Pero para que una negociación tenga sentido y destino provechoso, es necesario que las partes estén en verdad interesadas (y necesitadas) de dialogar y entenderse. Si ambas o una de ellas simula negociar para ganar tiempo y confundir, el juego se hace bufo e inconducente.
En medio de la pesadilla venezolana es inevitable la negociación para salir, al menor costo humano, político y económico posible, de la tragedia que el castrochavismo, el narcotráfico y el terrorismo musulmán, le han impuesto a la nación.
Los términos de la negociación están muy claros en Venezuela, sobre todo después de la manifestación de más de siete millones y medio de ciudadanos el pasado 16 de julio:
La elección fraudulenta de Asamblea Constituyente convocada por el castrochavismo , debe cancelarse.
Es imperativo en un plazo perentorio, realizar elecciones generales para que el pueblo pueda resolver la crisis del país (no se trata de aceptar el premio de consolación de unas elecciones regionales y locales, que le permitan al castrochavismo seguir en el mando).
Se deben renovar los poderes ultrajados: Judicial, Electoral y Ciudadano. Y confirmar el único poder en este momento legítimo, el Legislativo.
Deben ser liberados ipso facto los presos políticos, castigados los represores y es necesario facilitar la llegada de ayuda humanitaria para paliar la hambruna que nuestra gente padece.
Es entonces de rigor actuar con ánimo de reconciliación entre los venezolanos, pero sin resbalar a la necedad de negociar para que todo siga igual. Además, está claro que el pueblo que lucha en las calles, no aceptaría una negociación chucuta.
@alexisortizb