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Ni el FMI ni los chinos comunistas; por: Pedro Pablo Fernández / @PedroPabloFR

El año pasado el país percibió unos $40.000 millones por exportaciones petroleras (90%) y no petroleras (10%). A eso le tenemos que agregar cerca de $10.000 millones que nos consumimos de reservas internacionales

La caída de los precios del petróleo de más de $100 el barril a menos de 25 es una tragedia para todos los países productores de petróleo, con excepción de Noruega, pero lo es particularmente para Venezuela por la patológica dependencia de la renta de nuestra economía. 

Bajo la creencia de que los precios del petróleo seguirían subiendo eternamente se desarrolló un modelo que estimuló las importaciones en detrimento de la producción nacional y hoy necesitamos dólares hasta para el café.

El año pasado el país percibió unos $40.000 millones por exportaciones petroleras (90%) y no petroleras (10%). A eso le tenemos que agregar cerca de $10.000 millones que nos consumimos de reservas internacionales. Este año si los precios del petróleo aumentan y cerramos en $35 nuestros ingresos por divisas podrán llegar a $20.000 millones. Eso es mucho menos de la mitad de lo que tuvimos en 2015. No nos quedan reservas liquidas para gastar y este año tenemos que pagar $9.500 millones en deuda. 

Necesitamos dólares con urgencia para comprar comida, medicinas y materia prima importada para que la industria produzca. 

Reactivar el aparato productivo es urgente y hay varias medidas concretas que se pueden tomar ya. 

En primer lugar hay que cancelar la deuda que se tiene con los proveedores internacionales de materia prima. Esa deuda se adquirió con dólares que el gobierno adjudicó a los productores pero nunca entregó. La industria está consciente de que el gobierno no tiene los dólares para cancelar la deuda y proponen la titularización de esa deuda para en un mercado secundario obtener la liquidez que les permita pagar, asumiendo parte del costo. Para eso se pueden utilizar los títulos de deuda que Pdvsa, en una políticas acertada, ha venido comprando en los últimos meses.

En segundo lugar, si el gobierno no tiene dólares tiene que crear una forma que permita a los productores nacionales utilizar fondos propios a través de un mecanismo de mercado fijado por el BCV. 

El sistema tendría que permitir que los productores puedan reponer el costo del producto y eso pasa necesariamente por sincerar los precios. Todo precio que se fija por debajo del costo de producción genera inmediatamente escasez y la gente termina pagándolo más caro.

Estas medidas pueden resolver parcialmente los requerimientos que tiene la industria para reactivarse pero no resuelven el problema de déficit de divisas que tiene el país. 

Requerimos con urgencia financiamiento externo y nadie presta dinero sino tiene alguna garantía de poder cobrarlo, ni los “neoliberales” del FMI, ni los bancos capitalistas, ni los chinos comunistas. 

Para prestarle dinero a Venezuela, con el precio del petróleo actual, hasta los chinos van a exigir un plan económico serio y responsable que tenga el apoyo suficiente para darle soporte y garantizar estabilidad política. 

El gobierno no tiene necesariamente que acudir al FMI. Para este gobierno esa opción parece muy costosa desde el punto de vista político. De lo que no puede escaparse es de la necesidad de enseriar la economía, resolver los enormes desequilibrios macroeconómicos y las distorsiones de precios que han deformado la asignación de recursos por parte del mercado.

El FMI es como los hospitales, ellos no te piden que vayas para allá, ni uno no va porque quiere, uno va cuando está enfermo y obligado. Esa, es una institución que se equivoca y mucho. Se equivocó cuando, a partir del consenso de Washington, le impuso a los países en crisis unas recetas económicas que produjeron estragos en los sectores más vulnerables y en el pasado reciente se equivocó también cuando recomendaba la desregularización de los mercados financieros antes de la debacle financiera mundial, pero no es el diablo. El diablo está representado en las decisiones económicas equivocadas que destruyen la producción y el empleo, los manejos irresponsables de política fiscal que producen procesos hiperinflacionarios que empobrecen a los pueblos y los modelos rentistas que terminan concentrando la riqueza en manos de unos pocos en perjuicio de la mayoría.

Enseriar la política económica es prioridad. Cada vez tenemos menos margen de maniobra.

pfernandez@ifedec.com

@PedroPabloFR