El tejado roto. Por: Ramon Hernandez / @ramonhernandezg
Lecciones no aprendidas y llanto inútil
Los pocos que han leído a Marx con propiedad, que en Venezuela son menos que quienes leyeron los quince tomos de la historia de Francisco González Guinán, saben que el socialismo como el comunismo son simples utopías, suposiciones, embelecos y un aburrido, pero a veces divertido intento de explicar y de transformar el mundo. Quienes ahora invocan su nombre y hablan de socialismo pretenden ocultar la gran tragedia que ha significado para la humanidad a manos de perseverantes aventureros, hombres de pensamiento, algunos, y criminales, los más.
Los peores tiranos del siglo XX, los más crueles, han utilizado “la lucha por el socialismo” para justificar terribles genocidios y horrendas depauperaciones contra sus pueblos. El socialismo nunca ha sido compatible con los derechos humanos. Nunca. Muchos de los que ahora se quedan roncos gritando consignas, amenazando o implorando una ayudita son inocentes. Han sido subyugados por la palabra “socialismo”, que posee un gran encanto, basta escucharla para erróneamente identificarla con justicia social, democracia y, sobre todo, el fin de las penurias. Pero su historia no es tan cautivante, su máximo “logro” son los campos de concentración, los gulags.
Aunque fueron muchos los que en el siglo XIX advirtieron sobre las carencias de la teoría de Marx en el plano económico, prevalecieron los que encontraron un campo insondable para la especulación filosófica y el aprovechamiento político.
Desde la primera revolución socialista, la de los soviets en 1917, hasta ahora se han conocido socialismos de todo tipo, pero todos asesinos y crueles, capaces de sacrificar a la población en su conjunto en aras de un “mundo mejor” que nadie sabe cómo es ni cómo se llega. Las víctimas mortales de Lenin y Stalin se cuentan por millones, las de Mao Tse-tung por centenares de millones. El líder chino siempre alardeaba de que no le costaba nada sacrificar a 300 millones de sus conciudadanos para dar el gran salto al comunismo. Casi alcanza la cifra, pero solo logró expandir la infelicidad.
En el socialismo del siglo XXI son las mafias las que ejercen el poder. La camarilla gobernante está constituida por representantes de cada grupo y son las escaramuzas entre ellos las que determinan las políticas, los anuncios y los sacrificios. A veces se imponen los importadores y otras los negociadores de divisas, pero siempre pierde el pueblo, el país en general que alardean “proteger” de la “injerencia” extranjera. Remato colección de manuales de Marta Harnecker por falta de papel tualé.