Con P mayúscula; Pedro Pablo Fernández/ @PedroPabloFR
En estos días traté de ver por YouTube el debate de los candidatos republicanos y confieso que, aunque hice todo lo posible, no llegué a la mitad
En estos días traté de ver por YouTube el debate de los candidatos republicanos y confieso que, aunque hice todo lo posible, no llegué a la mitad. Un poco más abajo habían comentarios que la gente hacia del debate. El primero decía: “I am praying for my country. I am really hoping none of these people become the president” (Estoy rezando por mi país. Ojalá que ninguno de estos se convierta en presidente). Ese comentario me demostró que había gente que pensaba como yo.
Todos los candidatos estaban vestidos igualito, con discursos perfectos, articulados, políticamente correctos. Daban la sensación de haber salido del mismo curso intensivo de marketing político. Había mucha pose, frases hechas, y daba la sensación de que había mucho laboratorio pero poca honestidad y profundidad.
El hecho de que sea Donald Trump el que esté liderando las encuestas dentro de ese partido es una demostración de cómo la falta de seriedad en la política es un fenómeno global.
La política, en mayúscula, está siendo sustituida por el marketing, por el mercadeo, por el espectáculo, por la publicidad. Se ha vaciado de contenidos, de sustancia. Es más importante la pose, andar en mangas de camisa, el color de la corbata que las convicciones. Estamos viviendo la era de la encuestocracia. Los que se llaman líderes en lugar de liderar se dejan dirigir por las masas. Andan con una encuesta debajo del brazo diciendo lo que la gente quiere oír. Si el gobierno tiene unas misiones que son populares, las apoyan para ser popular y aunque están conscientes de que no son sostenibles en el tiempo, ofrecen multiplicarlas por dos.
La esencia de la política es ser un instrumento transformador, trascendental.
El liderazgo político que el país necesita debe escuchar a la gente y preocuparse por sus problemas, pero ante todo debe marcar el camino, orientar e inspirar. Debe tener una visión clara y empujarla hacia adelante con determinación, sin importar si es popular o no.
Un líder no puede someter las cosas en las que cree a la aprobación de la mayoría. Por el contrario, si la gente no lo acompaña, debe luchar con más pasión para convencer a la gente de que el camino que el propone es más difícil pero es mejor.
La lucha política es por el poder. El líder que nos hace falta lucha por el poder no como un fin, sino como un instrumento que aspira a ponerlo al servicio de la construcción de una sociedad más justa