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@rafaelmartinezn: En la casa del pez que escupe el agua

Hace algunos años de la partida de Francisco Herrera Luque, médico-psiquiatra, novelista, ensayista y diplomático venezolano. Fue en 1991, antes de las asonadas de febrero y noviembre del 92, que este grande de la  novela histórica y fabulada, nos dejara para volar hacia su Boves, el urogallo o Los amos del valle, por no mencionar sus obras póstumas. Quizá buscaba reencontrarse en sus sueños eternos con la verdadera explicación de un país que pretendió presentarnos tal como es, ni mesiánico ni ideologizado, sino plenamente humano y, de seguro, criollísimo.

Justo por esto, oír una cadena por radio y televisión, o escuchar los planteamientos "galácticos" y las denominaciones "eternas" a seres desaparecidos, connotan un realismo mágico, fruto de algunos otros escritores venezolanos, como Juan Rulfo o Arturo Uslar Pietri, pero al expresarlo altos personeros del régimen, colocan al espectador en un momento determinado, sin saber si se encuentra en el aquí y el ahora, o en "La lluvia" o "Pedro Páramo", de los precitados autores. Esta dislocación entre la realidad y la ficción se viene moviendo desde años en la realidad político-militar del país. Probablemente desde 1999.

Es por ello que, "En la casa del pez que escupe el agua", escrita en 1975, observamos cómo, el reacomodo pareciera ser el eje a través del cual la sociedad y el mundo político de aquel entonces, se ajustaban o eran repelidos por el gomecismo. La realidad actual pareciera aproximarse en mucho a estos reacomodos.

No es extraño ver la salida de Giordani, aprovechado para bien o para mal por el régimen, o la presencia de Mommer junto a otros, desde la "cuestión petrolera", para fundar sobre esas ideas básicas la construcción de un trasnochado modelo centralizado, de capital de Estado, con trato severo hacia el sector privado, viéndolo como enemigo del modelo, cuando una economía no puede funcionar sin la conjunción de esfuerzos de todos los sectores nacionales en una estrategia internacional conjunta y clara para propiciar mercados exitosos a nuestros productos locales: Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, por ejemplo. Lamentablemente, estamos muy lejos de poder crear bases ciertas de cualquier posible mercado interno o externo. La estrategia del régimen ha estado marcada por el populismo mesiánico y la estatización inoperante de gran cantidad de industrias, constituyéndonos en un Estado "todero" capaz de atender procesos productivos o servicios públicos, poniendo en riesgo la eficiencia pública. De este modo, las encuestan mencionan una caída al 34% de popularidad, que indica la percepción de los ciudadanos sobre la acción del gobierno.

El retroceso, o al menos la declaración sobre el "voluntario" uso de los equipos "biométricos" en los automercados privados dice mucho del inconveniente de "aplicar" una acción sobre los ciudadanos, fruto de un error sobre quién es responsable de la escasez. Indudablemente no son los consumidores sino el resultado de la rigidez del control de divisas, de las cantidades producidas, de los precios... olvidando crear condiciones de justicia social de cara a los trabajadores y empresarios.  Es decir, un modelo económico y social entrabado en la inoperancia.

Juan Vicente Gómez tuvo un gobierno rico, canceló la deuda externa gracias a la explotación y al manejo de la "renta" petrolera, a la par sostuvo su dictadura. Ese Estado rentista existe hasta nuestros días.

En estos 15 años tuvimos los precios históricos más altos, por encima de ¡$100 por barril...! No podemos revivir un Estado limitante de las libertades ciudadanas. Sin libertad, no hay patria. Una sociedad libre nace de las urnas electorales, pero no se entierra en las urnas de la inseguridad urbana. Queda un camino largo por andar que sólo podemos construirlo todos los venezolanos juntos. Sin reconciliación será aún más penosa la ruta hacia una Venezuela, mejor y más justa. Tenemos la palabra.

@rafaelmartinezn

@proyecto_pais

Articulo publicado originalmente en El Universal