¿Quieres realmente ser protagonista y testigo?, por: Mirtha Tovar (@terydejesus)
Como venezolana independiente, amante de mi patria, quisiera comenzar pintando un cuadro que nos inspire a pensar en la bendición de vivir en Venezuela. El escenario físico del país, en grandes rasgos, nos presenta una nación poderosa y rica en recursos, con un subsuelo que contiene la mayor reserva de crudo pesado del mundo, con tierras y climas ideales para sembrar, recursos minerales, hídricos, turísticos, montañas, cascadas, playas, paisajes que nos llenan de orgullo. Quiero hacer hincapié en que ¡es imperativo que observes e internalices que nuestro escenario es maravilloso! ¡Tenemos en un mismo paquete lo que muchos otros países disfrutan por separado! Algunos tienen petróleo, pero un clima inhumano; otros tienen tierras fértiles, pero no fuentes de agua o energía; algunos tienen los paisajes para desarrollar su turismo, pero no tienen ni hierro, ni bauxita, ni oro, ni diamantes. ¡Gracias Señor por las bendiciones que has llovido sobre nuestra tierra venezolana!
Pero en esta tierra bendita, tenemos un pueblo que vive una de las peores crisis económicas y políticas de su historia. Nuestros gobernantes de los últimos 15 años han ido ajustando cada vez más el lazo que nos ahorca logrando arrasar con nuestros productores nacionales, nos han convertido en un país que sólo “mal produce” petróleo. Nuestra producción de petróleo ha mermado de tal manera, que los ingresos que produce ni siquiera satisfacen las crecientes necesidades que ellos mismos artificialmente han ido improvisado al azar (calentar el Bronx en invierno, mantener a Cuba, entre otros…). En este último año, el Estado venezolano ha perdido la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de alimentación, higiene, aseo, salud, seguridad y educación, que por derecho humano merece todo ciudadano. Los venezolanos debemos hacer colas para pelearnos por estos derechos. Hemos perdido el derecho a educarnos con conocimientos de terceros países para aportar mejoras al nuestro, el derecho a un champú, a un vaso de leche, a una pastilla para aliviar el dolor, a que a un miembro de la familia se le pueda practicar un cateterismo que le permita sobrevivir porque se consigue el catéter en el mercado, el derecho al trabajo digno y bien remunerado. El país se nos está muriendo y ni suero fisiológico se consigue para hidratarlo.
En medio de esta crisis de necesidades insatisfechas, que no han sabido resolver, ahora se suma que lo único que producimos, lo único que exportamos está bajando de precio. Por cada dólar que baja en el precio del crudo, dejan de ingresar 500 millones de dólares anuales al país y el problema no es que baje el precio del crudo en el mundo, el problema es que todas las riquezas que tenemos -porque aún las tenemos, están aquí- no hay manera de ofertarlas en el mercado, para compensar la baja de ingreso por concepto venta de petróleo, porque ya no tenemos los productores que las procesaban o porque los que quedan están agonizando. Nuestros gobernantes nos han lanzado en picada a un punto en el que estamos importando gasolina para ofrecerla subsidiada o para que salga del país contrabandeada, y no han sabido aplicar las medidas correctivas que nos permitan salir de esta crisis porque el modelo que usan para gerenciar simplemente nunca ha funcionado, y cuando de entre sus filas se ha propuesto la sensatez, no ha habido el interés de ponerlas en práctica debido a la debilidad que sus consecuencias les generarían entre los agentes económicos internos.
Conscientes de que vivimos sobre una mina de oro que ofrece oportunidades no sólo para vivir dignamente, sino inclusive hasta para vivir en prosperidad, tenemos en nuestras manos la decisión de cómo hacerlo. Soy yo, eres tú y es él, quienes tenemos ese poder de cambio al alcance de nuestras manos.
En este marco, observamos a diario diferentes tipos de venezolanos: el que desconoce, no está al tanto de las noticias, vive llevado por la inercia, falta de curiosidad de entender las causas detalladas del porqué padecemos estas penurias a diario; el que vive feliz, se ubicó donde hay y, viendo el descalabro, egoístamente prefiere seguir estando bien, a pesar de la miseria del hermano; el que trabaja para el Estado y sufre mientras calla por miedo a ejercer sus derechos y arriesgar el pan de cada día; el que sale a protestar, se queja, busca guía, denuncia, no aguanta más y quiere hacer escuchar su voz en busca de un cambio; el que protestó, padeció ser reprimido, perseguido, amenazado y escondió la cabeza como el avestruz mientras espera que otros se atrevan a salir para apoyarles mimetizados entre una horda decidida; el que protesta, padeció y padece la represión, persecución, amenazas y sigue ahí en pie de lucha por sus derechos humanos violados, burlados, manipulados…
¿Qué Venezuela quieres? ¿La que Laureano nos recuerda que extraviamos? ¿Aquella de las hermosas remembranzas? ¿Te gustaría vivir bien, pero donde todos vivamos bien? ¿A cuál tipo de venezolano perteneces? ¿Qué quieres realmente hacer? ¿De qué cambios quieres realmente ser protagonista y testigo?