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Casas de cambio callejeras, otra cara de la dolarización en Venezuela

En una especie de bazar callejero, personas que se dedican de manera informal al cambio de monedas ofrecen a la venta bultos de bolívares, la devaluada moneda local de Venezuela. Pero, en una economía como la venezolana, ¿quién los compra y para qué sirven?

Con información de VOA Noticias

CARACAS — “¡Compro dólares, compro dólares!”, grita César Rivas a intervalos durante todo el día desde una silla vieja y rota. En la mano tiene un bulto de bolívares, la devaluada moneda de Venezuela desplazada por el billete estadounidense.

Está en una concurrida zona comercial de Caracas junto a otros cambistas que agitan las pacas que ofrecen a la venta. “Nosotros lo que hacemos es transformar los bolívares en dólares”, dijo Rivas a la Voz de América.

En Venezuela, más del 90 % de los precios están marcados en la moneda estadounidense, según expertos.

Desde 2019, el dólar se impuso como moneda de facto en el país, sin la resistencia del gobierno. Incluso, el presidente Nicolás Maduro llegó a ver la dolarización informal como una “válvula de escape” a una crisis económica que vio su momento más crítico en 2018 con recesión y una hiperinflación.

Entonces, no solo dio vuelta atrás a un férreo control de cambio, sino que liberó precios e impulsó importaciones para acabar con una escasez alarmante de alimentos y medicinas.

El dólar quedó como moneda de facto al punto que hoy “50 % de las transacciones comerciales se hacen en divisas”, explicó a la VOA el economista Jesús Palacios.

Y el bolívar, visto con desconfianza por los venezolanos, se utiliza para operaciones de menudeo, completar un pago o para el pasaje del bus.

Allí entra el negocio de Rivas, de 35 años: “nos ponemos aquí a pegar gritos y a decir ‘compro tu dólar’ y la gente que tiene divisa y necesita efectivo (...) el sencillo” lo busca, relata a VOA.

Pero, ¿cómo opera este negocio callejero?

Rivas y otras personas dedicadas a cambiar dinero por su cuenta se apoyan de los conductores de buses.

Los choferes de autobuses, que en Venezuela se mueven por cooperativas privadas y no dependen del gobierno, reciben de los pasajeros principalmente pagos en bolívares, que luego quieren cambiar a dólares.

“Se les compra a los camioneros, ellos nos dan un precio y uno se gana algo”, explica Manuel Castillo, de 44 años, también dedicado a este mercado informal.

Sus clientes son personas que necesitan dinero suelto para el pasaje, para una compra pequeña en el mercado, o para completar pagos, debido a que el vuelto en dólares es casi imposible por la falta de billetes de baja denominación.

Es lo que Rivas llama “sencillear” el dólar: “Como tienen divisas y necesitan el efectivo para comprar comida, se les hace más fácil”.

El cambio no es igual al oficial, pues estos hombres deben procurarse su ganancia.

“Pichache”

Ana Carrillo, de 25 años, se queja del imperio del dólar en el país, pero al final lo que gana por las ventas en la calle de golosinas lo cambia al billete verde.

“Semanalmente vengo y les compro dólares a ellos, 20, 30 dólares para poder comprarles las cosas a mi hija”, dice. “Tú vas a un supermercado y son 5 dólares un paquete de pañales; un arroz, un dólar y medio; si no estamos en dolarización, por qué tenemos que comprar en dólares”, afirma Carrillo.

El gobierno se ha negado a la idea de dolarizar formalmente como ocurrió en Panamá, Ecuador y El Salvador, y ha venido incluso intentado fomentar la “desdolarización” y el uso del bolívar, aplicando un impuesto de 3 % a transacciones con divisas.

Pero la desconfianza en el billete venezolano es muy grande. Solo en lo que va de 2023, el bolívar perdió casi 50 % de su valor: de 17,55 por dólar en la primera cotización de enero al 34,7 actual.

“Haber puesto restricciones para que la dolarización avanzara -hablando en un contexto de un gobierno que no tiene disciplina fiscal y monetaria-, volvió a llevarnos al cierre del año pasado a nuevos repuntes agresivos del tipo de cambio y de la inflación”, explicó a la VOA el economista Jesús Palacios.

La paca de billetes casi no le cabe en la mano a Manuel Castillo, quien la mira con desdén.

“No llega ni a 30 dólares esto”, asegura. “Es pichache”, sin valor.